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ADOLESCENTES EMBOTELLADOS

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Ni una alarma infundada, ni una exageración. Los adolescentes españoles beben demasiado alcohol. Según los
últimos datos facilitados por el Ministerio de Sanidad y Consumo, el
58% de los jóvenes de entre 14 y 18 años han consumido bebidas
alcohólicas en los últimos 30 días y, de ellos, más del 99% lo ha hecho
durante el fin de semana. ¿Es el alcohol una amenaza insalvable? No
exactamente. El riesgo de caer en sus redes se puede prevenir.

Autor: JOSÉ ANTONIO MÉNDEZ

Imagine el lector estas tres imágenes: los gemelos Zipi y Zape haciendo un “botellón” junto a sus compañeros de clase; las pequeñas Heidi y Clara frecuentando los bares de Frankfurt entre cerveza y cerveza, y los Niños Perdidos llevando a cuestas a un Peter Pan embriagado de ron pirata. Lo natural sería que haya esbozado el lector una sonrisa ante tan surrealista espectáculo y que su mente haya colgado a estas tres instantáneas el adjetivo de imposible. Y, en efecto, lo son, porque los patrones de conducta que esos personajes infantiles reproducían eran los mismos que hace sólo unas décadas se vivían en la mayoría de nuestros hogares: el alcohol era propiedad de los adultos y cuando un adolescente accedía a él, lo hacía en casa y acompañado de algún familiar.
La realidad es hoy muy distinta, no ya de la que presentaban los cuentos, sino de la que han conocido generaciones enteras de españoles. Ignacio Calderón, director general de la Fundación Ayuda contra la Drogadicción (FAD), así lo afirma: “El patrón de consumo de alcohol ha cambiado mucho en nuestro país: no se consume en familia como antes, sino que los adolescentes beben alcohol en su tiempo de ocio y acompañados de amigos. Identifican ser joven con divertirse, y divertirse con consumir alcohol y otras sustancias”.

A LOS 13 AÑOS

A la luz de los últimos datos facilitados por el Ministerio de Sanidad y Consumo (en la Encuesta Estatal sobre Uso de Drogas en Estudiantes de Secundaria 2006-07), las palabras de Calderón no resultan, ni mucho menos, exageradas: el 79,6% de los adolescentes españoles de entre 14 y 18 años ha bebido alcohol alguna vez en su vida; el 58% ha consumido bebidas alcohólicas en los últimos 30 días y, de ellos, un 99,5% lo ha hecho durante el fin de semana.
Algunos datos más: el 55,3% de los encuestados se ha emborrachado alguna vez; el 44% lo ha hecho en el último mes y casi un 22% bebe alcohol todos los fines de semana. Una última cifra: la media de edad para empezar a beber está en los 13 años.

BEBER PARA EXPERIMENTAR

Con estos datos, y después de comprobar que los adolescentes del siglo XXI no beben del mismo modo que los de finales del XX, cabe preguntarse por qué beben nuestros jóvenes. Giovanni Alario, psicólogo, psicoterapeuta especializado en adolescentes y colaborador de la fundación Give and Task, asegura que “un joven de 13 años es un ser que empieza a experimentar sensaciones que jamás había vivido y por eso es tan frecuente que se pruebe el alcohol en esa edad. La primera razón por la que un adolescente bebe es, precisamente, porque es adolescente y quiere experimentar”.
Pero, sin duda, el elemento decisivo a la hora de iniciarse en el consumo de alcohol está en la presión del grupo. Según Alario, “en esa edad la presión que ejerce el grupo es enorme: el chico o la chica pasa de depender de los padres a hacerlo de los amigos; quiere ser diferente y a la vez igual que su grupo, no desentonar ni ser excluido. Si sus amigos beben, él lo hace por miedo a ser diferente”.
Por su parte, Ignacio Calderón apunta otro motivo: “En España el alcohol está muy ligado a la vida social y familiar, carece del estigma negativo de otras drogas y va de la mano de la diversión. El adolescente se pregunta ‘¿qué me dice la sociedad que debo hacer como joven?’ Y la respuesta es: cumple las normas mínimas y vive intensamente el tiempo libre, disfruta el ocio al máximo, experimenta lo nuevo… Por eso el territorio del alcohol es el fin de semana”.

UN RIESGO EVITABLE

Analizadas las causas, observemos las consecuencias: la Organización Mundial de la Salud ha señalado que el consumo de bebidas alcohólicas es el tercer factor de riesgo para la salud en los países desarrollados, y en la Unión Europea el consumo de alcohol es la principal causa de muerte entre los jóvenes –accidentes de tráfico, peleas, enfermedades…–. Aunque las cifras son escandalosas, no conviene caer en el alarmismo. Como señala Giovanni Alario, “el alcohol puede ser la puerta de entrada para otras drogas, pero el principal problema no está en que el hijo beba una copa o se emborrache alguna vez, algo usual entre adolescentes, sino en que esa actitud oculte problemas mayores de incomunicación con la familia. El padre no debe dar una importancia exagerada a que su hijo beba un fin de semana y pasar por alto que no tiene comunicación con él”.
Por ello, Ignacio Calderón afirma que “el abuso del alcohol y la posible dependencia se puede prevenir con una correcta educación desde pequeños, que no garantiza nada, pero ayuda al éxito. Tienes que conocer a tu hijo y pasar tiempo con él. No puedes llevarle a la puerta del aeropuerto de la sociedad hasta los 13 años, y despreocuparte por el avión que coge sólo porque empiece a ser independiente. Tienes que estar próximo, pero dándole un margen de libertad, conocer sus amistades, hablar con él, que sepa que tiene tu confianza…” Será porque, como recuerda el director general de la FAD, “también con el alcohol, la educación lo es todo”.

SEÑALES DE ALARMA

Como recuerda Giovanni Alario, psicoterapeuta especialista en adolescentes y colaborador de la fundación Give and Task, “es normal que un adolescente cree conflictos, pruebe el alcohol, se pelee con sus padres… No hay que esperar de un adolescente que se comporte como un adulto, porque no lo es, pero en cuanto al consumo de alcohol, sí hay señales de alarma que pueden ocultar problemas más graves”. Y así se pueden reconocer:
– “Lo natural es que un adolescente ‘haga ruido’”, afirma Alario. Puede existir un problema de alcoholismo –o de otro orden– si el joven se aísla, no se relaciona con padres ni hermanos, tiene problemas para encontrar amigos y establecer relaciones, poca o ninguna vida social, ausencia de intereses, incomunicación…
– El grupo de amigos: personalidades conflictivas, problemas familiares, malas notas…
– Cuando el adolescente gasta toda su paga en un solo día del fin de semana, coge a escondidas dinero de los padres o tiene gastos excesivos.
– Lo habitual es que un adolescente plantee conflictos con las horas de llegada a casa, pero cuando regresa por sistema una o dos horas más tarde de lo acordado y en horario de noche, “conviene preguntarte qué hace tu hijo tantas horas fuera de casa y dónde y con quién está”, afirma Ignacio Calderón, director general de la Fundación Ayuda contra la Drogadicción. – El indicador más claro es el aspecto físico: ojos enrojecidos, vómitos el fin de semana, cansancio excesivo, apatía y fatiga, levantarse extraordinariamente tarde los domingos…
– Un cambio muy brusco en las notas y una notable bajada del rendimiento escolar.

MARCADOR GENÉTICO: UNA RULETA RUSA

Además de las presiones sociales y del grupo de amigos, en los adolescentes se da un factor biológico que incrementa el riesgo de pasar de un consumo semanal del alcohol, a una adicción: el marcador genético. Esta expresión se utiliza para designar un segmento de ADN con una ubicación física concreta y que determina en la persona una tendencia natural a realizar según qué comportamientos.
Tal y como se comprobó en un estudio realizado en 2004 por el Hospital 12 de Octubre de Madrid, el riesgo de adicción al alcohol es cuatro veces superior si en el historial familiar aparecen episodios de consumo frecuente. Incluso cuando esa herencia remite a tres o cuatro generaciones anteriores. El jefe del servicio de Psiquiatría y coordinador de la Unidad de Conductas Adictivas del hospital, Miguel Angel Jiménez, afirmó en la presentación de aquel informe que “dentro del cerebro humano existe un circuito que hace que nosotros mismos nos hagamos adictos a la comida, a la bebida, a los juegos o a las compras y se altera como consecuencia del consumo. Cuando una persona lleva un tiempo de consumo de 10 o 20 años, se altera el sistema, y por eso hay personas que nacen con este sistema alterado y les hace más vulnerable a esa adicción”.
Dicho de otro modo, que un adolescente que, sin saberlo, tenga un marcador genético alterado y empiece a consumir alcohol frecuentemente a los 13 años, tiene más probabilidades de convertirse en alcohólico antes de los 30
Además del peligro que comporta esta suerte de ruleta rusa genética, el psicoterapeuta Giovanni Alario apunta que “sorprende lo frecuente que es comprobar durante una terapia familiar que los problemas que vivió un padre en su adolescencia son los mismos que años después viven los hijos”. Algo que unas veces ocurre por tendencia genética y otras “porque los padres se obsesionan tanto en que sus hijos repetirán sus comportamientos que éstos terminan por hacerlo de forma natural y a veces inconsciente”, afirma Alario.

CÓMO EDUCAR DESDE NIÑOS

“La educación en casa y desde que nacen los hijos no elimina los riesgos de tener problemas con el alcohol ni su consumo excesivo durante la adolescencia, pero multiplica las posibilidades de que la prevención sea un éxito”, afirma Ignacio Calderón. El secreto para evitar problemas de abuso y dependencia del alcohol en los adolescentes está en impartir una correcta educación a los hijos, desde pequeños. He aquí unas cuantas pautas:

1 – Favorecer la comunicación en la familia. No sólo es importante hablar, sino también transmitir sentimientos. Los problemas y vivencias que el hijo no cuente en casa, lo hará en su grupo de amigos.
2 – Tiempo de calidad… y cantidad de tiempo. Es fundamental que los padres conozcan a los hijos, pasen tiempo con ellos y compartan momentos y actividades. “Si no hablas con tus hijos ni dos veces en una semana, mal se puede dar un consejo o detectar un problema”, afirma Calderón.
3 – Fomentar la autoestima para que el adolescente se sienta seguro y pueda hacer frente a la presión del grupo, para que valore su cuerpo, sus comportamientos y el trato que le dan sus amigos. Conviene para ello plantearle siempre metas realistas y reconocerle si las consigue, darle estímulos positivos, afrontar constructivamente sus errores y no valorarle únicamente por sus notas.
4 – Fomentar el interés por el deporte y actividades que le ayuden a cultivar y valorar el cuerpo, el intelecto y el espíritu según unos criterios claros y unos principios morales.
5 – Hacerle partícipe de las decisiones familiares para que se acostumbre a tener criterio propio. “El niño tiene que mostrar su opinión en cosas negociables: qué ropa ponerse un día, dónde prefiere las vacaciones en familia, qué actividad extraescolar quiere y cuál no… Así estará preparado para decir ‘no’ a una propuesta que no le agrade, como el alcohol”, afirma Giovanni Alario.

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