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Adolescentes que pasan... [Propuestas para implicarles en vacaciones]

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Desde pequeños, nuestros hijos han vivido la Navidad
con enormes dosis de ilusión y, sin embargo, al llegar
a la adolescencia se dejan ganar por el desencanto y la
apatía. No tienen ganas de celebrar nada sino que más
bien se muestran contrariados. Siempre tienen a punto
un «yo paso de este rollo». ¿Qué podemos hacer?

Autor: CARMEN VIDAL

Nos gustaría que nuestros hijos vivieran el reencuentro de las familias en estas fechas como algo de vital importancia, sobre todo en una sociedad que no deja mucho tiempo ni mucho espacio para las relaciones familiares. También querríamos que la convivencia entre varias generaciones fuera para ellos una ocasión excepcional, una verdadera fiesta. Para ello, no deben sentirse en ningún momento prisioneros de un protocolo rígido. Los padres debemos estar abiertos a sus ideas, dispuestos a aceptar las innovaciones que ellos puedan aportar. En una palabra, tenemos que conseguir implicarles en la organización de los festejos de forma que sientan el proyecto como suyo.

1 – Dejemos que la fiesta esté abierta a sus amigos. Las vacaciones y las celebraciones navideñas significan para ellos ver poco a los amigos y, sobre todo, a su noviete o novieta. Esto, como es normal, les contraría. Por eso podemos hacerles sentir que la familia no es un estorbo para sus relaciones personales. Es probable que sus amigos tengan sus respectivos compromisos pero podemos sugerirles que organicen, por ejemplo, una merienda con amigo invisible antes de la cena de Nochebuena, o que inviten a algunos amigos a comer turrones una vez terminada la comida de Navidad. Y si son ellos los invitados, no pongamos trabas a esto.

2 – Tratemos de implicarles en la preparación de las fiestas: el menú y la decoración. Nuestros hijos pueden tener ideas brillantes en cuanto a estos aspectos se refiere. Escuchémosles y dejémosles la iniciativa si viene al caso. Podrá ocurrir que sus ideas echen por tierra todo lo que nosotros entendemos por tradición. Es entonces cuando el intercambio de opiniones cobra toda su importancia para llegar a un consenso.
Podemos también responsabilizarles de algún aspecto de la celebración. Dejemos por ejemplo que se encarguen de comprar y organizar la presentación de los aperitivos o del postre. Evitemos la compra de regalos caros y vistosos y convirtamos el acto de regalar en un rompecabezas familiar.
Éste puede ser un aspecto educativo por excelencia. La compra de regalos se convierte a menudo en un «salir del paso» y acabamos comprando regalos caros y atractivos que no hemos pensado demasiado. Empecemos a pensar en ello, en familia y con tiempo. Realizar un presupuesto lo más ajustado posible y al mismo tiempo tener en cuenta los gustos y la personalidad del receptor del regalo no es una tarea fácil.
Si todos juntos nos rompemos el coco para conseguirlo, además de pensar en los demás, nuestro hijo aprenderá a ver de otra forma al destinatario del obsequio. Hagamos lo propio respecto a los regalos que haremos a nuestros hijos. Tengamos en cuenta lo que les gusta a ellos y no a nosotros. Si pensamos en una prenda de vestir o en algo de música, tratemos de averiguar sus gustos y de encontrar algo que les encante, aunque a nosotros nos parezca de gusto dudoso. Y, si tenemos conocimiento de una posible parejita de nuestro hijo/a, no la olvidemos en el reparto de pequeños obsequios.
Podemos también educar en la solidaridad acudiendo a las tiendas que destinan los beneficios a la ayuda de los desfavorecidos.

3 – No nos pongamos pesados con el tema del vestir. Nuestra idea de la elegancia no es la misma que la de nuestros hijos y es una equivocación intentar imponer nuestros criterios sobre la forma de vestir. No nos rasguemos las vestiduras si, a nuestro modo de ver, aparecen hechos unos adefesios. Lo importante es que estemos juntos y no cómo nos hayamos vestido para estarlo. Podemos sugerirles que adopten otro estilo para la ocasión pero no es impongamos unas ropas concretas con las que seguramente se sentirán incómodos.
Seguramente nosotros, para las reuniones de estos días de fiesta, intentaremos vestirnos con un poco más de esmero que en un día normal. ¿Por qué no pedir consejo a nuestros hijos? Y si no seguimos sus consejos al pie de la letra, por lo menos podemos aprovechar alguna idea. Quién sabe, quizás rejuvenezcamos un poco nuestro aspecto.
 
4 – Demos un toque informal y lúdico a las reuniones. Nuestros hijos pueden desempeñar un papel inestimable a la hora de transformar una fiesta formal y envarada en algo divertido y desinhibido donde todo el mundo, padres e hijos, abuelos y nietos, tíos y sobrinos se diviertan por igual. Muchos adolescentes saben tocar la guitarra u otro instrumento musical. Si voluntariamente quieren, podemos proponerles animar la reunión con sus canciones.
Animémosles o ayudémosles a preparar un pequeño juego al empezar una comida, un sorteo para sentarse a la mesa, una sorpresa para el momento del postre. Esto puede crear una atmósfera inolvidable y hacer que se sientan importantes en la familia. Si hay niños pequeños, los adolescentes juegan un papel importante: los niños sienten un gran afecto por «los primos mayores» y pasarán un rato estupendo jugando con ellos.
 
5 – ¿Y si quiere salir en Nochevieja? Ante una primera salida de estas características, sería aconsejable que nos informen de sus planes, nos pongamos en contacto con los padres de los amigos, mostremos nuestra inquietud para que se comprometan a ser responsables, y acordemos la hora de vuelta. En general no podemos predecir la actitud de un quinceañero ante las fiestas de Navidad pero podemos favorecer una actitud positiva mostrándonos y abiertos al diálogo.

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