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Así nace un cole

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Según los últimos datos del Ministerio de Educación, en el curso 2009-2010 los alumnos españoles han estrenado las aulas de casi 500 nuevos colegios privados o concertados. Lo que supone una apasionante aventura para otros tantos equipos directivos y claustros de profesores, que han levantado de la nada un lugar destinado a ser hervidero de conocimientos, juventud y valores.

Aunque el curso ya está más que empezado, en algunos centros aún es posible encontrar aulas que huelen a nuevo. Porque, en efecto, en los casi 500 nuevos colegios españoles que este año han abierto sus puertas por primera vez, alumnos, profesores, personal no docente e instalaciones protagonizan la apasionante aventura de poner en marcha un centro educativo. Una tarea hermosa pero nada fácil.

Uno de esos protagonistas “de estreno” es José María Calonge, director del recién inaugurado colegio Alborada, en Alcalá de Henares. Calonge asegura que lo primero que hace falta para levantar un colegio es la llamada a hacerlo: “Como tantas otras iniciativas, la nuestra nació ante una urgencia. En este momento se da en nuestra sociedad una urgencia educativa, y muchas familias piden un tipo de educación concreta. Esto es lo que ofrecemos, porque como la verdadera educadora de una sociedad es la familia, nuestro colegio pretende ser un apoyo en la educación de los hijos. Tenemos sentido porque detrás hay familias que nos respaldan, que buscan nuestro ideario y no otro. Embarcarse en la creación de un centro es el mayor reto para cualquier educador; una aventura apasionante que te permite ayudar a una nueva generación a comenzar el camino, con lo mejor de quienes les han precedido”.

Asentadas las bases, llega el momento de sumergirse en un océano de permisos, papeleos, proyectos, e ilusión. Así lo afirma Juan Antonio Perteguer, director del colegio Monte Tabor, un centro que en sólo cuatro años de vida es ya el más solicitado de la Comunidad de Madrid. Perteguer narra el itinerario que ha de seguir cualquier nuevo centro: “Lo más importante es tener una idea clara de lo que se desea ofrecer a las familias, y concretarlo en un proyecto educativo basado en una pedagogía sólida y contrastada. A partir de ese momento, hay que definir la zona donde se desea implantar el colegio y el tipo de centro: privado o privado-concertado. Entonces se hace un estudio de viabilidad y te pones en marcha. En paralelo con el proyecto arquitectónico y los trámites administrativos, hay que ir seleccionando al personal del colegio y dar a conocer el proyecto a las familias. Y después de todo, llega el día de la apertura del colegio, el comienzo de la gran aventura que llamamos educación”.

Amén de todos los trámites necesarios, hay un factor fundamental para el buen rumbo de la escuela, que José Pedro Fuster, director del colegio Edith Stein –que ha abierto sus puertas por primera vez este curso–, resume así: “Por encima de trámites y papeles está nuestra cultura organizativa. De ella, o si se quiere, de nuestros valores, se desprende la identidad del colegio, en este caso, un centro con una sólida y clara identidad cristiana y un fuerte sentido de pertenencia a la Iglesia. A su vez, esta identidad se apoya en tres pilares. Primero, la organización, donde confluyen el diseño de objetivos y estrategias educativas, el seguimiento y control de calidad, y la autoevaluación de nuestros servicios. Segundo, el equipo humano, que tiene el compromiso del aprendizaje continuo y la atención personalizada hacia los alumnos. Y tercero, el proyecto educativo, que tomamos como referencia para la toma de decisiones y garantiza nuestros compromisos hacia los padres”. Y remata: “En nuestros valores encontramos la fuerza motriz para sobrellevar todas las contrariedades y vicisitudes”. Porque en este camino, contrariedades y vicisitudes, como dice el acervo, haberlas, hailas.

Juan Antonio Perteguer reconoce que “las mayores dificultades iniciales se centran en conseguir la viabilidad del centro y superar las trabas administrativas. Una vez superadas, en el caso de nuestro colegio, apareció la oposición minoritaria pero ruidosa de algún grupo político contrario a la libertad de educación”. También José María Calonge lamenta que “los principales obstáculos son la intolerancia de unos pocos, su falta de amor por la libertad, la imposición de las ideas de unos cuántos sobre las del resto, la ideologización de la escuela… Todo eso es un serio problema de la escuela española y una de las asignaturas pendientes de nuestra democracia”. A lo que Fuster añade: “Independientemente de quien gobierne, hoy se requiere, más que nunca, que no empañemos la educación con ideologías. De lo que se trata es de lograr el éxito personal y académico de nuestros alumnos e hijos. Eso es lo importante, lo demás es instalarse en prejuicios”. Llegados a este punto, sólo queda echar a andar. Perteguer, que ya ha visto varias hornadas de alumnos entrar en el centro que dirige, recuerda que “los primeros años de la vida de un colegio son cruciales, porque en ellos se asientan las bases de lo que será el centro en el futuro. Y es muy importante contar desde el principio, como en nuestro colegio, con un personal muy vocacional, que sabe descubrir en cada niño los dones que Dios le ha dado, y suscitar en ellos el deseo de crecer como personas, sembrando semillas de vida en cada alumno, y capacitándolos para darse a los demás con generosidad. En último término, la razón de ser de un nuevo centro es la de ofrecer una educación dirigida a la persona, que ayude al alumno a descubrir críticamente la realidad, a crecer en la virtud, a ser auténticamente libre, a ser capaz de transformar el mundo. Todo un reto para los auténticos educadores”, concluye.

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