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Bancarrota en Casa

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Actualmente se ejecutan en España una media de 500 embargos al día. Tras ellos se esconden dramas difícilmente asimilables. ¿Puede una familia declararse en quiebra, como si fuera una empresa? Llegados al extremo, ¿hay alguna alternativa?

F. acude al windsurf para explicarlo. Probablemente, hace más digerible un hueso duro de roer. “Mi padre se lanzó al mar con toda la confianza, a lo mejor sin medir bien las posibilidades; se alejó demasiado de la orilla, luego el viento cambió y…” Y la nueva casa con jardín, el definitivo reducto para la vejez, se la quedó el banco. Un desastre personal, una rutina para la macroeconomía: según las últimas estadísticas, actualmente se ejecutan en España una media de 500 embargos al día.

La crisis aprieta –tras el alivio del verano, el número de parados roza ya la terrible cifra de los cuatro millones– y las familias empiezan a familiarizarse más de lo normal con determinadas figuras del Derecho Mercantil. Según datos del Observatorio de la Financiación Familiar de la Agencia Negociadora de Productos Bancarios, tres de cada cuatro titulares de hipotecas –particulares o familias– dedican más del 40% de sus ingresos mensuales a pagos financieros, y uno de cada cinco afirma haber tenido que retrasar el pago de su cuota hipotecaria al menos una vez en los últimos doce meses.

Como consecuencia, la palabra quiebra ha dejado de ser exclusiva de empresas, sociedades y chiringuitos varios y se ha colado en el salón de casa. El número de particulares en concurso de acreedores ascendió a 268 en el segundo trimestre del año, la segunda cifra más alta de la historia, tras incrementarse el 7,2% en relación con el primer trimestre, aunque bajó un 16,5% respecto al mismo periodo de 2009, cuando se tocó el máximo, según el INE.

La Ley permite que una familia se declare en concurso de acreedores, pero Calixto Rivero, del diario Expansión, explica que “esta opción requiere una asistencia legal costosa y que, además, puede llegar a extenderse demasiado”.

Un problema que hunde sus raíces en un vacío en la legislación española que, a diferencia de otros países, no distingue en estos casos entre una familia y una empresa.

Refinanciar

Una alternativa interesante es darle otra vuelta a la situación. La demanda de operaciones de refinanciación creció en 2009 un 50% y consigue un ahorro medio de 900 euros mensuales en los pagos a entidades financieras, según la Agencia Negociadora del Observatorio de la Financiación Familiar.

La mejor opción es acudir a un experto. Pero hay que tener mucho cuidado con la letra pequeña de la propuesta que nos presenten: el remedio puede ser peor que la enfermedad. El Observatorio se propone como intermediario y estimula a las familias con un curioso lema: “Los bancos te necesitan”. A ellos tampoco les conviene encontrarse con la propiedad de un manantial de pisos de difícil salida. Prefieren liquidez.

¿Y si no es sólo cuestión de números?

Ante una situación económica complicada, conviene recordar que, al final, somos nosotros, y sólo nosotros, los que entramos en ella y los que tenemos que poner los medios para salir. La clave para ello está en nuestro interior. El doctor Amable Cima, del Departamento de Psicología de la Universidad CEU San Pablo de Madrid, propone varias pautas de comportamiento al respecto.

1. Austeridad contra la crisis

  • Compromiso de unidad intrafamiliar. La familia debe enfrentar unida las dificultades, ya que es la única manera de que la pérdida de beneficios de unos (habitualmente los hijos) no se sientan agraviados.
  • Empatía ante la situación de los demás. Cada miembro de la familia debe ponerse en la piel del otro: hijos que asumen el extra de tensión que sufren sus padres y padres que entienden a los hijos.
  • Aprender a recuperar, reutilizar y reciclar. No ya respecto de bienes materiales sino también de las relaciones interpersonales y de las emociones: cada miembro de la familia debe poner de su parte para disminuir los posibles roces, haciendo todo lo posible para evitar los conflictos y las discusiones.
  • Cuando las cosas se ponen muy feas, hacer valer la jerarquía. La austeridad debe ser máxima y es entonces cuando la jerarquía familiar debe darse la vuelta: los padres deben reducir por completo todos los “extras” (por ejemplo, fumar) a favor de mantener el mayor tiempo posible los mínimos “extras” que aún reciban los hijos (por ejemplo, una actividad deportiva).
  • Acudir a los profesionales de la salud mental. Cuando los problemas emocionales desbordan el control del ámbito familiar se debe buscar ayuda lo antes posible.

2. Una buena recuperación

  • Compromiso de unidad familiar. Ante la mejoría no se debe dejar de lado esta unión.
  • No fomentar el caos. Mejorar económicamente no debe llevar al despilfarro y el caos, sino que se deben sacar lecciones positivas de que se puede vivir y pasar con mucho menos.
  • Los hijos primero. La nueva situación de cambio positivo deben empezar a notarla primero los hijos, los más vulnerables psicológicamente.
  • Revisar todo el proceso para aprender de los errores. Esto es tan importante como que los hijos tenderán a repetir estos mismos comportamientos en su edad adulta.
  • Cuando las cosas van bien, disfrutar de ellas, pero sin olvidarse de los demás. Los problemas económicos no afectan a una sola familia sino que son compartidos por millones. Es vital que ayudemos a los demás, independientemente de nuestra propia situación personal y familiar: es el mejor aprendizaje que podemos dar a nuestros hijos.
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