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"Cafarnaúm", cuando los niños son obligados a convertirse en adultos antes de tiempo

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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La libanesa Nadine Labaki estrena una película que cuestiona la educación que ofrecen a sus hijos unos padres desbordados por las circunstancias vitales

Por José María Aresté

Siete años ha tardado la también actriz libanesa Nadine Labaki en volver a dirigir una película, tras ¿Y ahora adónde vamos?, que siguió a su debut Caramel. Y para la ocasión cambia de tono, la luminosidad de sus otros filmes, un aire festivo y de comedia muy característico desaparece, la narración se torna sombría y dura, sólo el hecho de que el protagonista sea un niño, Zain, suaviza algo el reguero de penalidades que se nos cuentan, aunque se trata de un chaval endurecido, obligado a ingresar en la edad adulta antes de tiempo. Cafarnaúm ganó el Premio del Jurado del Festival de Cannes y ha sido nominada al Oscar a la mejor película extranjera.

La película está enmarcada por un juicio, en que Zain, de unos estimados doce años, se encuentra acusado de haber apuñalado a alguien, aunque él a cambio, devuelve la acusación hacia sus padres, para echarles en cara la responsabilidad de haberle traído a este mundo sin estar preparados para ejercer como progenitores. Y seremos testigos de su vida penosa en Cafarnaúm, una simbólica población libanesa, donde Zain es el mayor de una numerosa familia, que vive hacinada en su hogar, y donde todos sus componentes, si su edad lo permite, realizan trabajos en la calle para traer dinero a casa.

Zain resulta sorprendentemente maduro para sus años, detecta situaciones injustas, quién puede querer abusar de su hermana, o los planes de boda de los padres para con ella; y cuando la madre de un niño etíope, casi un bebé, desaparece, se hace cargo de él, busca alimentos, procura que esté lo mejor atendido posible. El mundo de los refugiados, de las ayudas, el sueño de llegar a un país de acogida donde todo sea diferente, asoma en lo que viene a ser una especie de parábola sobre las injusticias del mundo, que recuerda por momentos a Nadie sabe, del japonés Hirokazu Koreeda, aunque el film que nos ocupa transcurre en el bullicio de una gran ciudad degradada gran parte del tiempo. Aunque hay actores profesionales en el reparto, como la propia directora, se ha optado por no profesionales, como es el caso del pequeño Zain Al Rafeea, muy expresivo y presente prácticamente durante toda la película.

La mirada de Labaki y su extenso equipo de guionistas es pesimista, hay en general un actitud condenatoria hacia los adultos, que matan la inocencia de los seres humanos que traen al mundo, sin opciones para que los niños sean ellos mismos, y puedan labrarse una identidad que permita sonreír ante el futuro; es lo que sugiere el último plano del film, que quiere ofrecer un atisbo de esperanza, aunque no sea muy coherente con lo que hemos visto el resto del tiempo.

 

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Capernaum. Líbano-Francia-EE.UU. 2018.

Drama. 120 minutos.

Dirección: Nadine Labaki.

Guión: Nadine Labaki, Khaled Mouzanar.

Intérpretes: Zain Al Rafeea, Yordanos Shiferaw, Boluwatife Treasure Bankole, Kawthar Al Haddad, Fadi Kamel Youssef, Cedra Izam, Alaa Chouchnieh, Nadine Labaki.

 

 

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Entrevista a Nadine Labaki

 

Se nota que Cafarnaúm es un proyecto muy personal, nada más sentarte con Nadine Labaki para hablar de la película. La directora me habla con pasión de una obra que trata problemas muy reales.

 

¿Por qué dio a la película el título Cafarnaúm?

Originalmente Cafarnaúm es una ciudad bíblica, situada en Palestina, y a la que Jesús impreca hablando de su destino, asegurando que descenderá al infierno. Pero en francés, desde el siglo XVIII que yo sepa, se empieza a utilizar literariamente como sinónimo de caos, que creo que a su vez lo tomaba de los escritores árabes. En el colegio era un término que se utilizaba cuando había lío. Jaleo y desorden. Yo lo usaba en mis redacciones escolares.

Pero también, cuando trabajaba con mis coguionistas en las ideas de esta película, cosas que están mal en mi país, me venían a la cabeza desordenadamente. Pensaba en niños maltratados, trabajo infantil, matrimonios concertados de niñas núbiles, el modo en que se trata al servicio doméstico. Eran muchas cosas. Y mi marido me aconsejó que lo fuera anotando todo en una pizarra. Y ahí fui anotando todas esas ocurrencias, y la mejor definición que se me ocurría de todo aquello, es que era un “Cafarnaúm”, un caos.

Así empezó. Empezamos con el título, fue el inicio de todo, antes de tener siquiera un guión.

¿Siempre pensó en una mirada infantil? Para un espectador siempre resulta más fácil empatizar con un niño.

Poco después de tener mi lista en la pizarra, una noche volvía de una fiesta y mi automóvil se detuvo ante un semáforo en rojo. Ahí vi en la acera a una mujer que pedía limosna con un niño de año y medio. Era plena noche. Miré al niño y pensé que lo único que quería la criatura era dormir. Pero no podía. La luz se lo impedía, el ruido del tráfico, su propia madre. Y pensé que ese niño lo único que reclamaba en ese momento era poder dormir, y no se le concedía ese elemental derecho.

Esto me impactó. Cuando llegué a casa, tomé una hoja de papel y dibujé una cara. La cara de un niño con la boca abierta, gritando, ‘no quiero vivir’, ‘no quiero estar en este mundo’. No soy muy dada a escribir, a llevar un diario, pero no me pude contener, empecé a garabatear, ‘no quiero vivir en este mundo de adultos’, ‘no quiero’.

Aquí fue cuando me decanté porque el protagonista fuera un niño. Pero esto fue hace cuatro años, antes de conocer a Zain [Al Rafeea] para la película. Lo curioso fue que, al ver las fotografías para el casting, me di cuenta de que era el mismo niño que había visto años atrás. Para mí el inicio de todo fue la necesidad de dar voz al niño que vi en la calle, y escuchar lo que tuviera que decir.

Llama la atención la madurez de Zain, realmente parece más adulto que los adultos, y mucho más responsable. ¿Buscó esa inversión de roles, adultos que actúan como críos, un chaval que sabe lo que hace?

Desde luego. Es el dicho de que “la verdad sale de la boca de los niños”. Vivimos en un mundo de locos. Y los niños piensan instintivamente, con una pureza e inocencia primigenias. No están influenciados por los códigos de la sociedad y los políticos, y dicen la verdad espontáneamente, lo que ven, lo que sienten. Los adultos han convertido el mundo en un Cafarnaúm. Estamos destruyendo literalmente lo que tenemos. Y Zain se ha vuelto sabio, porque ha pasado por muchas cosas. Y el niño real que lo interpreta también es así.  Sabe lo que es la violencia. Sus ojos han visto mucho. Y es analítico, reflexiona y utiliza la lógica.

Me viene a la cabeza una comparación, alguien me dijo en una ocasión que los hombres nacen como las mariposas, libres para volar, con el pensamiento abierto a todo tipo de ideas, sin reglas ni códigos, no estamos encasillados. Y mueren como las orugas, hechas un ovillo, encerradas en sí mismas.

Ha habido un sector de la crítica que ha puesto en solfa la película, precisamente por el protagonismo infantil, con el que supuestamente estaría manipulando sentimentalmente al espectador. Los más radicales acuñaron en Cannes el término “pornomiseria”. ¿Qué puede decir al respecto?

Es duro escuchar estas barbaridades cuando intentas hacer algo puro e inocente, y tratar un problema con profundidad. Cuando escuché tal término, ni siquiera imaginé que pudiera existir. ¿Qué significa eso? No lo entiendo. ¿Expresar tus sentimientos, decir lo que piensas, mostrar la realidad, es “pornomiseria”? En Francia se ha puesto de moda la “retenue”, la contención, la idea de reprimir las emociones. Algo te puede doler pero que no se te ocurra exteriorizarlo, tragátelo. Pues lo siento, pero no puede resolver los problemas emocionales de estas personas haciéndoles el seguidismo.

Cuando estás tan comprometido con una obra, no puedes entender que alguien reaccione de este modo. Me parece muy cínico. Sentarte en un café, en Madrid o en París, y negar que un problema existe. Sí que existe. Basta con salir y ver los cinturones de miseria que hay en cualquier ciudad, mirar a derecha e izquierda. La película es muy sobria. No se usa música u otros recursos. Las emociones fluyen de un modo muy natural.

Al principio me dolió escuchar esto, pero luego he terminado alegrándome, porque me ha permitido explicarme y entender que esta historia debía contarse. Y que debo seguir adelante. Hay que gente que no quiere mirar a lo que ocurre y yo quiero mirar. Hay un problema en el mundo real, que debe resolverse. En cualquier caso, no puedes contentar a todos.

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