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Cuando el emperador se convierte en maltratador

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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La voz de alarma salió de una circular de la Fiscalía General del Estado, en la que se destacaba el preocupante aumento de menores que maltratan a sus padres, especialmente a sus madres. En la circular emitida se aconsejaba agilizar estos procesos en el ámbito judicial y también se especificaba sobre qué medidas tomar para los menores maltratadores.

Aunque se trata de casos aislados, no paran de crecer. Afecta, además, a todas las clases sociales, y no sólo a las familias desestructuradas. En el último año, se han presentado 9.000 denuncias de padres contra sus hijos (mil más que el anterior), aunque luego más de la mitad –por diferentes causas– no salen adelante. Sorprende el incremento de chicas entre los jóvenes conflictivos. Está pasando también en otro tipo de conductas –como el consumo de drogas y el alcoholismo juvenil–: cada vez más, las chicas imitan los comportamientos antisociales de los varones.

Sin embargo, la extensión de este fenómeno se trata de un problema espinoso que conviene abordar con la cabeza fría, pues a veces es fácil simplificar con este tipo de chavales, la mayoría adolescentes, que han transformado en peligrosa agresividad contra sus propios padres sus conductas antisociales.

Un espinoso problema

Es importante que los padres y madres –sobre todo ellas, las que más sufren los maltratos– no acumulen una sensación de fracaso que no les va a ayudar precisamente a solucionar el problema. Hay chicos y chicas que se comportan de esta manera habiendo recibido una buena formación. No eran precisamente jóvenes conflictivos y ni por asomo su conducta cuando eran más pequeños anunciaba este tipo de reacciones tan violentas.

Hay momentos en la vida de un adolescente que las cosas se complican bien porque la crisis de la adolescencia les afecta de manera especial, bien por un revés en los estudios, con los amigos, bien por unas amistades mal elegidas… No siempre la culpa la tienen los padres. Más aún, en determinados casos, son víctimas de una situación que les desborda, para la que no están preparados porque ni se les pasaba por la cabeza que a ellos les pudiese tocar ser protagonistas de un problema familiar tan espinoso.

En estos casos, y en todos, conviene pedir ayuda cuanto antes. Muchos padres tienen miedo a reconocer ante los demás –amigos, padres, tutores…– que tienen un hijo/hija que les amenaza, que tiene con ellos conductas violentas, que les han agredido ya en algunos casos… Cuando pasa esto, la primera vez, se tiende a perdonar y a olvidar. Pero si las reacciones se repiten, hay que actuar, aunque a veces la adopción de medidas drásticas provoquen una aguda crisis familiar y puedan ocasionar una ruptura temporal entre las relaciones padres e hijos. Si los padres denuncian a sus propios hijos es porque ya no saben qué hacer y porque tienen miedo. Si llega el caso, con el asesoramiento correspondiente, hay que moverse. Con el silencio, con el ocultamiento, salen perdiendo los hijos y los padres, pues el problema siempre estará ahí, con chantajes incluidos.

Siempre la prevención

Pero también sucede que un maltratador no nace, se hace. En ocasiones es fruto de una educación en exceso permisiva, que ha convertido los caprichos de los hijos en el centro de toda relación con sus padres. No estamos hablando de nada que los lectores de Padres y Colegios no conozcan bien. Hay padres que lo hacen muy bien y padres que lo hacen francamente mal. Y eso se nota en todos los sitios: en el colegio, en el barrio, con los amigos, en una fiesta, etc.

Para no tener problemas, muchos padres, desde que los niños son bien pequeños, les han acostumbrado a tener al alcance de la mano el primer antojo que se les ocurra. Padres sumisos, obedientes, que son incapaces de poner freno a una catarata de caprichos, aunque sean irracionales. Los niños aprenden pronto que con conductas agresivas y violentas consiguen antes sus objetivos. Y lo que es peor, padres y madres que incluso no paran de hacer la pelota a sus niños, haciéndose pasar por su mejor amigo/amiga, actitud que da pie a situaciones ridículas y esperpénticas de las que, no falla, los padres y madres, tarde o temprano, no tardan en arrepentirse.

No todos los niños educados de esta manera, con ausencia total de obligaciones y normas, acaban siendo maltratadores agresivos, pero si es verdad que facilita las cosas. Atención, pues, a esos minúsculos detalles (a veces sonoros enfrentamientos) donde los hijos ponen a prueba a los padres. Ceder una vez más puede suponer el inicio de una larga lista de derrotas, pues nada hay peor que alimentar la codicia y la fuerza.

Educar bien supone saber enfrentarse a los problemas, no obviarlos o esconderlos. Y eso cuando son pequeños y cuando crecen. Los jóvenes maltratadores lo son en la adolescencia, pero seguro que ya antes había síntomas bien visibles que anunciaban estos comportamientos. En la adolescencia, todo estalla. Los jóvenes se sienten más autónomos e independientes y canalizan de manera equivocada en ocasiones los límites que los padres imponen a sus caprichos y planes. Si se cede por sistema, malo.

Iniciativas contra la violencia en la escuela

El pasado 1 de octubre se entregó el Premio a la Acción Magistral, que organiza la Fundación de Ayuda a la Drogadicción (FAD) con la colaboración del BBVA y la Comisión Nacional Española de Cooperación con la UNESCO. Este año ha sido la sexta edición. Llama la atención el elevado número de trabajos presentados en las dos categorías del Premio, la labor que realizan tantos docentes en todas las Comunidades Autónomas y la implicación de todos los agentes educativos para que la escuela eduque mejor a los alumnos. Entre la larga lista de participantes hay un buen número de trabajos que van encaminados a atajar en la escuela los casos de violencia juvenil.

En algunos trabajos se fomentan, con imaginación, las normas de urbanidad, en otros se establecen mecanismos para la resolución de conflictos; en bastantes, el tema elegido es cómo mejorar la convivencia entre los alumnos con propuestas positivas, optimistas, creativas, que suelen ser iniciativa de los propios alumnos. Junto con la familia, es la escuela el lugar adecuado para fomentar la prevención de conductas antisociales. Por ello, la relación de los padres con los tutores, profesores y orientadores debe ser fluida, para buscar entre todos la mejor solución. También los padres, cuando se sientan superados por la gravedad de los hechos, encontrarán en estos profesionales la ayuda y los consejos apropiados para afrontar una peliaguda y desagradable situación.

Auge de los cursos de orientación familiar

El contexto en el que viven los padres actuales poco tiene que ver con el de hace años, donde los papeles estaban más claros y las fronteras también. Han surgido nuevas situaciones, nuevas realidades, nuevos problemas que conviene afrontar de la mejor manera posible, sin recurrir a recetas obsoletas y sin esperar que sea la televisión o Internet la que proporcione las claves para educar mejor.

La extensión de los Cursos de Orientación Familiar es, pues, una buena noticia. Los padres saben que educar hoy día es una asignatura complicada. Y que necesitan dedicar tiempo a reflexionar, con otros padres y madres y con la ayuda de profesionales, sobre cómo y qué es educar.

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