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El reto de acompañar la preadolescencia

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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La preadolescencia es una etapa vital que requiere de una atención como padres muy distinta a la que se brinda en la infancia o la adolescencia. Alberto Pellai, psicoterapeuta e investigador, y Barbara Tamborini, psicopedagoga, buscan explicarla y tranquilizar a las familias con el libro ‘La edad del tsunami: cómo sobrevivir a un hijo preadolescente’ que acaba de publicar la Editorial Paidós.

Por Diana Oliver

La adolescencia es esperada por muchos padres con cierto temor. Aunque cada vez hay más testimonios y más información sobre ella, no ayudan los mensajes catastrofistas que nos muestran esta etapa como una de las más difíciles de la crianza y la que plantea uno de los más grandes retos en la Educación de los hijos.

Sobre la preadolescencia, esa transición de la infancia a la adolescencia que se da entre los 9 y los 13 años, quizás aún haya incluso menos información, y cuando llega a muchos adultos parece pillarles desprevenidos. Para comprender este proceso natural y arrojar algo de luz, Alberto Pellai, psicoterapeuta e investigador, y Barbara Tamborini, psicopedagoga, publicaron en 2017 en Italia ‘La edad del tsunami: cómo sobrevivir a un hijo preadopreadolescente’. El libro llegó a España en junio de 2018 de la mano de Paidós, y lejos de ser un manual de supervivencia es una declaración de intenciones: aportar información y ejemplos prácticos de lo que verdaderamente es la preadolescencia para que podamos empatizar con la infancia. Y lo hacen poniendo al niño en el centro, desde un código materno y paterno. Ambos son padres de cuatro hijos y aseguran que crecen con ellos “en una renegociación constante” que les hace redefinir y sintonizar el funcionamiento familiar, algo clave para una convivencia pacífica basada en el respeto mutuo.

Principales cambios

la edad del tsunamiLa preadolescencia implica grandes cambios a nivel físico, pero también a nivel emocional. Según Alberto Pellai y Barbara Tamborini se trata de “la primera revolución” que involucra al cuerpo y a la mente. “El cuerpo se dirige hacia la maduración sexual, y en ese camino de transformaciones, comienza a crear relaciones diferentes. También cambia la forma del cerebro y, con él, la relación que los niños tienen con los padres: aparece una nueva forma de pensar, sin precedentes, que implica cambios en la percepción del mundo y cambios en su propio «yo» en ese mundo”.

Sobre los cambios que se producen en el cerebro durante la infancia, la preadolescencia y la adolescencia hay actualmente numerosos estudios que, desde la neurociencia, permiten obtener nuevos conocimientos. Para Pellai y Tamborini, es importante saber que el cerebro “emocional”, responsable de emociones como la alegría, el miedo o la ira, sufre cambios necesarios que inevitablemente van a marcar muchas de las actitudes y comportamientos de los niños. “El cerebro emocional es la parte responsable de los cambios de humor y en esta etapa, sobre todo entre los 11 y los 14 años, se caracteriza por episodios de hipersensibilidad”.

Además del cerebro emocional se sabe que también existe el cerebro cognitivo, que es la parte de la mente que evalúa los pros y los contras de las situaciones, que sabe cómo planificar el tiempo para alcanzar una meta, que puede renunciar a un placer o una emoción, en vista de un trabajo o de un resultado con un peso y un sentido menos inmediato, pero más profundo para el desarrollo de la persona. Esta parte, en el grupo de edad mencionado, es débil, y no se desarrolla completamente hasta los 16 o 20 años. “El poder del cerebro emocional en combinación con la inmadurez del cognitivo determinan la naturaleza tsunámica de nuestros hijos durante la preadolescencia”, afirman.

Para Pellai y Tamborini, es importante saber que el cerebro “emocional”, responsable de emociones como la alegría, el miedo o la ira, sufre cambios necesarios que inevitablemente van a marcar muchas de las actitudes y comportamientos de los niños.

 

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Autocontrol y reflexión, claves en el acompañamiento

  • Ante los cambios de humor de sus hijos, los padres pueden reaccionar con impulsividad, algo que lejos de contrarrestar el ímpetu de los preadolescentes, deriva en una emocionalidad descontrolada y excesiva. “Los comportamientos impredecibles e irracionales de los niños ponen a prueba nuestra paciencia y también la capacidad de entender: ¡pero esto sucede precisamente porque la racionalidad no está al mando”, explican los autores.

  • Lo que ayuda, según los expertos, a un preadolescente a crecer y entrenar la parte cognitiva del cerebro es tener a un adulto a su lado que no pierde la paciencia. “Un adulto capaz de controlar sus picos emocionales con calma y tranquilidad, que puede expresar su contrariedad o punto de vista sobre el comportamiento de su hijo desde el autocontrol y la reflexión, que mantiene un tono de voz adecuado, podrá ayudar de manera eficaz al niño a entrenar y desarrollar la parte cognitiva de su cerebro”, cuentan Alberto Pellai y Barbara Tamborini.

  • Ante esta cuestión, los autores insisten tanto a lo largo del libro, como en sus intervenciones, en la necesidad de detenerse y mirar a los ojos al niño. “Mirar a los ojos establece una conexión muy real, humana y emocional, de la cual los niños están profundamente necesitados en la actualidad. El contacto visual es la principal herramienta de relación entre los seres humanos, es una modalidad esencial y poderosa que nos permite comunicarnos con los demás: siento lo que uno siente y viceversa”, cuentan.

  • Además del tono de voz y la mirada, consideran importante no caer en el exceso de protección, siendo necesario el trabajo de los adultos para aprender a manejar esa ansiedad con la que se viven muchas de las nuevas experiencias de los hijos frente al mundo. “Aprender a manejar nuestra ansiedad, a favorecer los pasos autónomos en el mundo de los niños, está entre nuestras tareas y desafíos como padres. Ofreciéndoles pequeñas tareas en casa o algunos cuidados de ellos mismos, estamos favoreciendo el desarrollo de su autonomía durante esta etapa de forma sana”.

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