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El taller de escritura: vida, literatura y nihilismo juvenil

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Se estrena en las salas españolas El taller de escritura, una película que habla de las motivaciones de la juventud actual.

Pablo de Santiago
El marco en que narra la historia el director francés Laurent Contet es esplendoroso pues a priori nada podría ser tan idílico como disfrutar de un curso de verano a orillas del mar, concretamente en la soleada localidad de La Ciotat, en la Provenza francesa. Allí un grupo de jóvenes se da cita cada día para asistir a un taller literario. La intención es escribir una novela coral, que posteriormente será publicada. El taller está dirigido por una conocida novelista, Olivia Dejazet, que modera las ideas y alienta la creatividad de los participantes, entre los que hay, lógicamente algunos más motivados que otros.
Laurent Cantet (La clase, Regreso a Ítaca) es uno de esos cineastas a quien seducen las historias reales, humanas, que hablen de nuestras actitudes, de las ideas que nos configuran, de la educación y las motivaciones, de conflictos personales y sociales. En este caso, un curso veraniego de escritura le sirve al director para sacar a la superficie algunas características de la juventud de hoy, como su propensión al enfrentamiento, su violencia latente, los problemas de racismo a raíz de la radicalización islámica, la cultura de los videojuegos. Pero sobre todo hay un foco hacia lo que mueve a la juventud (o, mejor, a lo que no la mueve), pues los más sensibles e inteligentes acusan un tremendo nihilismo, una desidia vital que, más allá de hacerles perder el tiempo e impedirles ver un horizonte con sentido, puede ser también un peligroso terreno hacia la destrucción.
Por supuesto, en El taller de escritura entra de alguna manera la catarsis que pude significar escribir, exteriorizar los propios fantasmas por medio de la creatividad. Verter las experiencias y los sentimientos en un papel puede ser un inmejorable medio para llegar a conocerse, para comprenderse y emprender la marcha. Todo esto lo cuenta Cantet casi de puntillas, poco a poco, pero con realista perfección. Por supuesto, la literatura es ficción, pero puede y debe hablar de cosas muy reales, de gente de verdad, algo que en este film aprenden tanto los alumnos como la propia profesora, maravillosa y sobriamente interpretada por Marina Foïs.
En este film no es fácil definir dónde acaba la labor del guionista (en colaboración con Robin Campillo) y empieza la del director, pues Cantet amalgama su relato ajustadamente, ningún plano o escena, parecen incluidos a la ligera, todos cuentan algo y retratan a sus personajes, sobre todo al taciturno protagonista, Antoine, de una verosimilitud que asusta, notablemente interpretado por el debutante Matthieu Lucci. Film inteligente, sutil y anti superficial, de trama sencilla pero de potente carga antropológica, donde la narración se vierte de modo pausado, natural, plena de cotidianidad.

La ficha
Título original: L’atelier
Año: 2017
País: Francia
Género: Drama
Duración 114 minutos
Dirección: Laurent Cantet
Guión: Laurent Cantet, Robin Campillo
Intérpretes: Marina Foïs, Matthieu Lucci, Florian Beaujean, Mamadou Doumbia, Mélissa Guilbert, Warda Rammach, Julien Souve, Issam Talbi

Las claves del film
El director Laurent Cantet explica su visión de la historia, de los personajes y de sus conflictos.
Los orígenes. Todo empezó con un reportaje realizado en 1999 para France 3 en el que había colaborado Robin Campillo, mi coguionista, cuando era montador para televisión. Una novelista inglesa dirigía un taller de escritura en La Ciotat. Era una idea de «Mission Locale» para que una decena de jóvenes escribieran juntos una novela con la única condición de que transcurriera en la ciudad. Abandonamos el proyecto. Decidí desempolvarlo diecisiete años después, convencido de que esta historia obrera equivalía a la prehistoria para los jóvenes actuales.
La película plasma la mutación radical de una sociedad, de una cultura que, empujada por crisis económicas y políticas, ya no se acuerda del mundo tal como era y tal como les gustaría seguir viéndolo a «los viejos». Los jóvenes del taller de escritura dejan claro que no quieren pertenecer a una historia que ya no puede ser la suya. Se enfrentan a problemas totalmente diferentes. Deben encontrar un lugar en un mundo que no les tiene en cuenta, sienten que no controlan lo que pasa a su alrededor, ni siquiera su vida. Están frente a una sociedad violenta, desgarrada por apuestas sociales y políticas de lo más inquietante: precariedad, terrorismo, ascenso de la extrema derecha.
La idea del taller. Con este taller, no solo deseaba mostrar el recorrido hacia la escritura, sino sobre todo el difícil esfuerzo que representa pensar conjuntamente y ponerse de acuerdo. Es decir, una dinámica de trabajo con tensiones, callejones sin salida, compromisos y soluciones intermedias.
Me interesa mucho ver que la educación siempre acaba siendo una especie de formateo, de orientación que lleva a los que se forman a interesarse por cosas que no les conciernen directamente. No digo que no sea tan inevitable como eficaz, pero me parece importante que las personas encargadas de la educación sean conscientes de lo que pasa. De hecho, es lo que Antoine, el personaje central de la película, le reprocha a Olivia: ha venido de París con una idea preconcebida de lo que deben escribir.
Sobre Marina Foïs. Primero pensé en recurrir a una actriz extranjera, como la novelista que dirigió el primer taller hace años. Lo interesante de esa opción era magnificar la distancia entre dos mundos que se miran. Pero renuncié porque el personaje de la escritora debía hablar muy bien francés para poder responder a los comentarios de los jóvenes.
Escogí a Marina Foïs porque estaba convencido de que sabría hacerse cargo de la separación, que tenía la elocuencia necesaria para imponerse y que era capaz de hacer todo eso con ligereza, sin gravedad, algo que me parecía indispensable. Es la única actriz profesional entre los personajes principales. Se sumió totalmente en el papel durante el rodaje; aprovechaba las pausas para pedir a los jóvenes que le hablaran de sus experiencias, para preguntarles qué pensaban sobre ciertos temas, pero también contestaba a todas las preguntas que le hacían. Los jóvenes tenían hacia ella un doble sentimiento: la cercanía que se crea en un rodaje debido a la proximidad, pero también un cierto respeto porque la conocían como actriz y porque representa un cine que les gusta.
Palabras e ideas. Si creemos que los jóvenes ya no saben hablar, es porque no les damos la oportunidad de expresarse. Para mí, esta era la apuesta de hacer una película con ellos. Durante los ensayos, me quedé atónito ante la densidad de los intercambios, la capacidad de encontrar palabras para defender sus ideas y también el placer que sentían al jugar con los diferentes niveles del idioma.
El taller de escritura no es un drama en torno a la fragilidad lingüística. El fallo reside más bien en la ideología. Cuando Antoine intenta explicar alguna cosa, se contradice, es confuso. Olivia también se contradice, pero lo hace con brillantez porque va mejor armada ideológicamente. Hay una violencia que genera ganas de plantar cara. No cabe duda de que es una de las preguntas a las que urge contestar: ¿cómo encontrar un terreno de juego común?
Juventud actual. Quizá suene un poco banal, pero creo que el aburrimiento es la fuente de muchos de los problemas de esta generación, sobre todo si se asocia con la ausencia de perspectivas. Tengo la sensación de que cada vez hay más jóvenes convencidos de que su destino está escrito y no coincide con sus esperanzas. Además, ¿cómo puede uno conservar el entusiasmo, la energía necesaria para controlar su vida? Es más, ¿para qué intentarlo si se les repite todo el santo día que, pase lo que pase, no saldremos de esta?

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