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Ni Mary Poppins ni la señorita Rottenmayer

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Dos modelos educativos parecen enfrentarse en los últimos meses en la educación occidental: el modelo Mary Poppins –la diversión y el entretenimiento a cualquier precio, también dentro de la enseñanza– o el modelo Señorita Rottenmayer: ordeno, mando y tú te callas y a obedecer, que es tu obligación. Todo esto ha provocado un interesante debate que merece la pena analizar.

Si hay algo complicado en esta vida es ponerse de acuerdo en las cuestiones relacionadas con la educación, constante fuente de debates y hasta de enfrentamientos. Se trata de un asunto que excede el ámbito doméstico y familiar y que pone en jaque a toda la sociedad. Y no sólo en España, donde aprobar leyes y rectificaciones se ha convertido en un deporte nacional. En Estados Unidos y en Gran Bretaña se ha levantado una enorme polvareda por cuestionar la educación que se imparte en estos países.

De entrada, resulta interesante que los debates educativos ocupen las primeras páginas de los medios de comunicación, pues es señal de que este asunto, capital por otra parte, importa a mucha gente. Es bueno, por tanto, aprender a debatir y a disentir también sobre lo que de una u otra manera se quiere imponer desde los poderes políticos.

Las madres tigre

En Estados Unidos, el inicio del estallido ha sido la publicación de un libro sobre educación, de esos que aparentemente no lee nadie. La autora, Amy Chua, es una profesora de la Universidad de Yale, de origen chino, que ha escrito Battle hymn of the tigre mother, donde se atreve a defender los métodos educativos orientales y cuestiona la manera de educar a sus hijos que tienen los padres y madres de los países occidentales.

Su mensaje es muy sencillo e indirectamente cuestiona también teorías, pedagogías, filosofías relacionadas con la educación que han tenido su momento de esplendor a lo largo del siglo XX en Occidente. Estas teorías han convertido al niño en el centro del proceso educativo, exagerando si cabe su bienestar psicológico, sus posibilidades, sus gustos y preferencias como la clave de cualquier sistema educativo.

Las teorías más atrevidas han afirmado que a los niños no hay que forzarles, que hay que dejarles que vayan a su ritmo, que no se les puede imponer nada. Una de las escuelas creadas con estos ideales aparece en una desternillante novela que ha sido publicada recientemente en España, La Tía Mame, del escritor norteamericano Patrick Dennis (Acantilado). En ella se cuenta cómo el pequeño Patrick se queda huérfano y tiene que ser educado por la excéntrica y extravagante tía, que lo primero que hace es enviar a su sobrino a una escuela libertaria donde los niños, nada más entrar, están desnudos en las aulas y en todo el colegio y hacen lo que se les antoja.

Oriente vs. Occidente

Deliberadamente, quizás para provocar y llamar la atención, Amy Chua exagera los defectos de la educación occidental, aunque, como suele pasar en este tipo de debates, parte de razón sí que tiene. Por contraste con la laxitud de los valores educativos occidentales y de los métodos que emplean los padres para educar a sus hijos, ella contrapone el modelo oriental, basado en la exigencia, la disciplina y el constante fortalecimiento de la voluntad. Los resultados que se obtienen con estos métodos ahí están: en el último Informe PISA los primeros lugares, con Finlandia, los ocupaban Hong Kong y la ciudad china de Shanghai. Para Amy Chua, los gustos y preferencias de los niños no deben tener ninguna relevancia (al contrario que en Occidente, donde los niños son los que mandan) y lo único importante es el esfuerzo que deben poner para superar con buena nota todos los obstáculos. Ese es su programa.

Pero, como suele decirse, en el punto medio está la virtud. Por muy buenos resultados que tengan los alumnos chinos y coreanos, sus métodos educativos son excesivamente férreos y deshumanizados, y no pueden trasladarse a la cultura occidental. Además, en el contexto actual, no parece que sean lo mejor para la educación de los niños. Junto con la cultura del esfuerzo y del sacrificio (ausente en muchos sistemas educativos, todo hay que decirlo), también deben impulsarse valores como la creatividad, el compañerismo, el trabajo en equipo, la solidaridad, el fomento de las inclinaciones artísticas y deportivas, etc.

Cambios en Gran Bretaña

¿Qué ocurre en la actualidad en muchos países occidentales? Entramos ahora a analizar por encima lo que está pasando en Gran Bretaña, donde el Gobierno ha publicado un Libro Blanco sobre educación que contiene las reformas urgentes que deben emprenderse para mejorar el nivel y la calidad del sistema educativo británico: en primer lugar, mejorar la preparación de los profesores; en segundo, estimular la autonomía de las escuelas; en tercero, modernizar el Plan de Estudios.

Este último asunto ha sido el que más polémica ha suscitado en la opinión pública. El Gobierno británico quiere cambiar el modelo y recuperar, como ha dicho Michael Gove, ministro de Educación, la “transmisión de conocimientos, hechos”. Muchos han interpretado esto como una vuelta al pasado; otros, una valiente decisión para que la enseñanza cumpla con sus auténticos objetivos de educar a sus alumnos. Para ello se propone eliminar el número de materias obligatorias (unas 14) y centrarse en aquellas asignaturas básicas como las Matemáticas, la Lengua, las Ciencias, las Humanidades y el estudio de los idiomas.

No parece, pues, que lo que propone el Gobierno inglés sea descabellado, pero este nuevo modelo cuestiona un tipo de enseñanza que se ha impartido (y exportado) durante muchos años en Gran Bretaña con unos resultados que no han sido los esperados. Para Michael Gove, “los laboristas han creado una atmósfera cultural tóxica que empuja a los alumnos a apuntarse a las asignaturas más fáciles y menos relevantes para la vida laboral”.

Una llamada de atención

La editorial Ariel ha publicado hace unos meses el ensayo Una llamada de atención, del profesor francés Philippe Meirieu, que tiene como subtítulo “Carta a los mayores sobre los niños de hoy”. El autor intenta dar respuesta a dos preguntas fundamentales: ¿Qué mundo vamos a dejarle a nuestros hijos? ¿Qué hijos vamos a dejarle al mundo?
Muchas ideas sugerentes contiene este libro, que contribuirán a engrandecer el debate que mencionábamos más arriba.

Copio un párrafo que me parece clarificador: “El trabajo del educador consiste en ayudar al niño a desplazar su satisfacción del logro inmediato a la búsqueda de lo que le permite comprender, aunque tenga que perder tiempo, tantear, buscar informaciones poco accesibles, enfrentarse a la angustia de lo desconocido y quedar aparentemente retrasado con respecto a los que sólo se preocupan de exhibir lo antes posible unos resultados que atestiguan su virilidad mental, Aprender es, por tanto, aplazar, asumir la incertidumbre, meterse en una aventura muy imprevisible. Es disfrutar poniendo a prueba su inteligencia con el mundo gracias al lenguaje. Aprender es disfrutar de la exigencia de comprender”.

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