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Objetivo: un niño, una familia

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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La futura Ley de Adopción Nacional y Acogimiento Familiar cuenta con el respaldo de todos los partidos políticos. La gran novedad que introduce es la progresiva desaparición de las residencias gestionadas por la Administración, las denominadas cunas institucionales, que irán cediendo protagonismo a las familias de acogida. En la actualidad, se calcula que existen entre 35.000 y 40.000 menores viviendo institucionalizados, de los que un 25% tienen menos de seis años.

Unos 10.000 menores de seis años viven en residencias institucionales (los antiguos orfanatos). Como ya se ha hecho otros países, como Francia, Gran Bretaña, Alemania o Italia, la futura Ley de Adopción Nacional y Acogimiento Familiar pretende disminuir progresivamente esta cantidad hasta reducirla a casos especiales, sobre todo para aquellos niños y jóvenes con problemas de comportamiento, de adaptación o que están enfermos. Para estos casos, además, la mejor medida, como propone la futura Ley, es que vivan en pisos tutelados donde también puedan participar de un clima familiar, aunque sea especial.

Hasta ahora, la ley española permitía a las familias biológicas un plazo de dos años para vetar su adopción. Con la nueva Ley, este plazo desaparece y la Justicia y las correspondientes Administraciones harán posible que los niños en estas situaciones difíciles puedan crecer dentro de un clima familiar. Los cambios que introduce la Ley son pues, de calado, pues a partir de su aprobación se incrementará exponencialmente el número de familias que van a acoger a estos menores.

Muchos problemas

Las situaciones de las que proceden estos niños son muy complicadas, y en muchos casos –como se ha visto ya en repetidas ocasiones que han saltado a la opinión pública– los derechos de los progenitores van directamente en contra de los derechos del niño a integrarse en una familia.

Estamos hablando de padres toxicómanos, alcohólicos, de casos de prostitución, de progenitores con enfermedades psíquicas profundas, de niños que han padecido malos tratos y todo tipo de abusos, o que han sido utilizados repetidamente para la mendicidad o de padres que no hacen ni caso a los avisos de la inspección educativa y abonan a sus hijos al abandono escolar.

Es frecuente que los medios de comunicación se hagan eco de los problemas que provocan estos casos, de difícil solución, pues lo mejor –siempre– es que los hijos estén con sus padres. Sin embargo, resulta evidente que en este tipo de situaciones –que deben ser conocidas por los servicios sociales–, se rompe la lógica y los padres, por causas de difícil solución, no están capacitados para sacar adelante a sus hijos, con todo lo que esto implica.

No resulta fácil dar con la tecla para encontrar la mejor solución ante unos casos a menudo irreversibles, de dramáticas consecuencias vitales. Mientras tanto, los niños afectados, las víctimas, viven en instituciones que, se diga lo que se diga y por muchos profesionales que estén al tanto de ellos, son frías y no consiguen sus objetivos, el más importante el de proporcionar a los niños un vínculo emocional estable. Así concluyó un Informe del Defensor del Pueblo de 2009, que analizó 27 de estos centros. No es cuestión de medios humanos y materiales. Al contrario, la mayoría cuentan con excelentes instalaciones y profesionales. Pero no son estas “cunas institucionales” el ámbito apropiado para que los niños encuentren cariño y seguridad.

Profesionalización

La solución que adopta la futura Ley ya ha sido experimentada con éxito en otros países. Las familias que se presentan como voluntarias para acoger a estos menores han sido ya seleccionadas por las Administraciones, que se encargan de proporcionarles los medios económicos necesarios para cuidar a estos niños. Se trata –y parece una buena medida– de profesionalizar a este tipo de familias con el fin de que cumplan una importantísima función social.

Con estas medidas, además, se impulsarán las adopciones, pues suele ser normal que estas familias de acogida acaben adoptando a los menores. Esto servirá también para que muchos padres que desean adoptar puedan hacerlo en nuestro país. Hasta ahora resultaba casi imposible adoptar, dentro de unos plazos razonables, a niños españoles. De ahí la proliferación en nuestro país de agencias de adopción internacionales con el fin de que estos padres pudiesen adoptar un niño. En este sentido, en los últimos años ha habido un mayor control para que todos estos procesos fuesen transparentes y fiables y no se estuviese fomentando, indirectamente, un negocio para los países “exportadores” de niños.

Desde diferentes organismos se ha puesto un poco de sentido común para controlar al máximo estos asuntos, peliagudos en ocasiones. Parece, pues, una buena medida que en líneas generales se simplifiquen los pasos para adoptar, siempre y cuando todo se realice del modo más riguroso posible y teniendo bien claro que la adopción no es un derecho de los padres sino que su objetivo es dotar a una familia a quien carece de ella. Lo que no tiene sentido es que la burocracia –en estos temas, agotadora, como dicen tantos aspirantes– vaya en contra de los derechos del niño a contar con una familia y a integrarse en ella.

menos burocracia

La extensión de las familias de acogida tiene también como objetivo poner fin a la inacabable batalla judicial que suele darse por la custodia de los menores. A partir de la aprobación de esta Ley, el acogimiento familiar será inmediato y los padres perderán sus derechos de veto si reúnen una serie de rasgos negativos que impiden que puedan educar con normalidad a sus hijos.

Hay, pues, que actuar con celeridad, con decisión, con agilidad. Y siempre hay que pensar en el bien de los niños, que es lo que ha movido a los políticos españoles a alcanzar este inusual consenso.

Durante el debate de esta Ley en el Senado también ha salido a relucir otro asunto que es ciertamente perjudicial para los menores y para la sociedad en su conjunto. La disparidad de criterios de las diferentes Administraciones de las Comunidades Autónomas resulta hasta patética y caótica. El Senado pide que, a la hora de analizar estos casos, exista un poco más de uniformidad y menos burocracia con el fin de acabar con tanta variedad de opiniones, valoraciones, criterios, etc.

También se agradece una pronta y más fructífera relación entre la justicia –que es quien al final toma las decisiones– y las Administraciones con el objetivo de humanizar un asunto que merece ser prioritario.

PLANO INTERNACIONAL

  • Se calcula que en Estados Unidos alrededor de medio millón de niños tutelados participa en programas de acogida, del total de 700.000 niños bajo tutela de las Administraciones.
  • En Gran Bretaña, el 77% de los niños tutelados viven en 45.000 familias de acogida.
  • En Francia, con datos de 2008, 150.000 menores están tutelados por el Estado, de los que 65.000 viven en familias de acogida.
  • En Alemania, 50.000 niños viven en familias de acogida, de los 120.000 menores tutelados.

ADOPCIÓN EN EL CINE

En 2009 se estrenó en nuestro país la película La vergüenza, dirigida por David Planell. Desde un punto de vista cinematog
ráfico, no es aquí el lugar para hacer un análisis técnico de una película valiente que, por otra parte, consiguió el premio a la mejor película y guión en el Festival de Cine de Málaga.

Lo interesante para este artículo es su contenido, que aborda con crudeza el conflicto que vive un joven matrimonio que es incapaz de entenderse con un niño peruano al que tienen en régimen de acogida y pretenden adoptar. La película plantea un asunto muy actual –la adopción de menores en una sociedad multicultural– y pretende ofrecer una imagen real de los muchos problemas con los que se encuentran en ocasiones los padres que quieren adoptar y los niños que son adoptados.

No es, precisamente, una película edulcorada a los Oliver Twist, optimista, como suele ser lo habitual cuando se llevan al cine casos de adopción, siempre con resultados ejemplares.

La vergüenza presenta con realismo una cuestión espinosa. Se trata, pues, de una muestra más de un tipo de cine que utiliza como material cinematográfico palpitantes cuestiones sociales. Aunque quizás esté en otro nivel, esta película se emparenta con otras producciones de cine social muy bien acogidas por el público como Héctor, El Bola, Mataharis y Solas, por citar solamente unas cuantas.

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