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Por un futuro de colores

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Más altos, bajos, rubios o morenos, de la calle de al lado o desde fuera de las fronteras. En clase, los niños son –cada vez más– diferentes. ¿Cómo transmitirles la diversidad como un valor positivo?

En los primeros meses de 2012, el Ministerio de Empleo contabilizaba más de cinco millones de inmigrantes viviendo en España. Y, aunque la cifra es inferior al año pasado (6,7 millones), la convivencia con personas llegadas de otros países es cada vez más común. Desgraciadamente, esto se convierte a veces en excusa para actos racistas y xenófobos, como el reciente crimen antisemita en un colegio de Toulouse (Francia). En las manos de nuestros hijos está que estas situaciones desaparezcan para las futuras generaciones.

¿Asusta lo diferente?

Vivimos en un mundo plural donde las idas y venidas de población responden al estado de los bolsillos. Esto ha convertido a las escuelas en pequeñas Torres de Babel donde podemos ver cómo reacciona la sociedad ante estos cambios.

Llegado este punto, el papel de los padres es fundamental para moldear a los que serán protagonistas del futuro. Sin embargo, ¿cómo educarlos en el respeto a los demás cuando…

  • … la idea de igualdad todavía no ha existido?

La idea de la igualdad ante la Ley viene de la Revolución Francesa, donde fue la burguesía quién decidió quiénes eran titulares de esos derechos, es decir, un varón blanco, heterosexual, cristiano, con estudios y sin discapacidades visibles. Por tanto, veíamos ya una diferencia de base entre los iguales y los “otros”.

  • … medimos la validez de las demás ideas en base a las nuestras?

El pedagogo, maestro y miembro de SOS Racismo, Bizkaia Kepa Otero, nos habla en el Informe Anual sobre Racismo 2011 de la importancia de la interculturalidad frente a la multiculturalidad. “La interculturalidad recoge (…) actitudes y comportamientos acordes con los principios del mejor entendimiento de los alumnos de diversas culturas”, comenta Otero. O lo que es lo mismo, y como ya recomendaba el Consejo de Europa allá por 1986,  “no se trata de tender hacia un mestizaje cultural, sino de promover el conocimiento de los puntos de vista recíprocos y favorecer la aceptación del otro”.

Apostar por la interculturalidad significa olvidarse de las ideas que sitúan nuestra propia cultura como baremo de la validez o invalidez de las otras. Esto ayudará a crear valores compartidos que permitan el progreso de los diferentes grupos sociales. Así, dejaremos de ver muros donde podemos crear puentes.

Guetos en las aulas

Hace más de un año, la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia (ECRI) hizo público un estudio donde se afirmaba que España estaba presenciando el surgimiento de “escuelas gueto”. Por ello según el ECRI “las autoridades deberían revisar los procedimientos de admisión para garantizar una distribución uniforme de los alumnos españoles, inmigrantes y gitanos” y tomar medidas para reducir el abandono escolar prematuro.

Por otro lado, los extranjeros emigrados de sus países o los miembros de la etnia gitana suelen organizarse en comunidades. Esto supone que tenemos escuelas gueto porque tenemos barrios gueto; así, los vecinos en estas zonas acudirán a la escuela más cercana, organizándose sin quererlo en una reproducción a escala de su país o cultura.

Romper esta situación no es sencilla y necesitaría un replanteamiento de la estructura educativa del país que fomente el reparto y mezcolanza de extranjeros y nativos. Sin embargo, mientras eso no se produce, no subestimemos el poder de un niño. Ellos pueden ayudar a integrar a los recién llegados tanto en las aulas como en los parques cercanos y juntos construir una cultura de convivencia. Las palabras de los padres serán el guión para ese ambiente de aceptación, por tanto nunca deberán menospreciar ni diferenciar a unos amigos de otros por cuestiones como raza, religión o procedencia.

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