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Aventura en familia: irse al extranjero para aprender inglés

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Cada vez más familias españolas deciden trasladarse un año al extranjero con el objetivo de que sus hijos aprendan inglés. Tres testimonios cuentan su caso, de cómo realizaron el viaje que cambió sus vidas, e hizo mejorar el nivel de conocimiento de la lengua.

A pesar de las circunstancias como el frío o el cambio de contexto, las familias están encantadas y consiguen adaptarse en poco tiempo al nuevo entorno. Esta es una opción en alza, porque saber un idioma hoy es un pasaporte para encontrar un trabajo mejor mañana. 

Los jóvenes españoles tienen una asignatura pendiente con el idioma, sobre todo con el inglés, Y es que según el último Estudio Europeo de Competencia Lingüística (EECL), el 63% de los alumnos españoles tienen dificultades para comprender el inglés oral al finalizarla Enseñanza SecundariaObligatoria. El estudio refleja que sólo el 12% de los evaluados entiende muy bien el inglés (nivel B2) y se puede expresar de forma clara y eficaz en temas concretos y abstractos. Otro 12 % tiene conocimientos intermedios (nivel B1) y puede entender y expresarse en temas que le son familiares o en los que tienen un interés personal. Un 13% (A2) es usuario muy básico.

Respecto a la compresión lectora, el 58% de los estudiantes españoles tienen dificultades para comprender el idioma o domina aspectos muy básicos. En lo referente a la escritura ese porcentaje se reduce a un 45%. Por ello,la Asociación Españolade Promotores de Cursos en el Extranjero, (Aseproce) considera que pasar un año escolar en el extranjero es la opción más idónea para adquirir el dominio de una lengua, tanto por la edad de los alumnos, que es óptima para asimilar más fácilmente la gramática y la pronunciación, como por la duración del curso y la situación de plena inmersión en la lengua y la cultura del país de destino en que se lleva a cabo.

Lo cierto es que cada vez son más los jóvenes que optan por irse a estudiar fuera. De acuerdo con el Council on Standards for International Educational Travel (CSIET), que contabiliza el número de jóvenes que cursan un año escolar en Estados Unidos, nuestro país ocupó el quinto puesto del ranking durante el curso 2011-2012, por detrás de Alemania China, Brasil y Corea del Sur. Para Aseproce, el perfil del alumno que se decide por este tipo de programas es de chicas (en el 54% de los casos) y chicos (46%) entre 12 y 18 años, que eligen un centro público para cursar sus estudios (en el 78% de los casos), y que residen con una familia, una opción elegida por el 95% de los estudiantes. “Antes los chicos españoles elegían el extranjero para cursar el último año dela Enseñanza Secundaria, previo ala Selectividad, pero ahora aumentan las familias que envían a sus hijos antes de este curso, lo que ha bajado la edad media de los que estudian fuera. El 52% de los alumnos que realizan cursos en el extranjero lo hacen en estudios equivalentes a primero o segundo de Bachillerato y el resto en estudios correspondientes ala ESO. Tambiénhay un pequeño porcentaje, que  sigue alguno de los últimos cursos de Educación Primaria”, explica Juan Manuel Elizalde, Presidente dela Asociación Españolade Promotores de Cursos en el Extranjero, (Aseproce).

Elegir país y la edad adecuada

Muchas familias tienen claro que quieren que su hijo realice un año en el extranjero. El problema muchas veces está en que no saben qué edad es la adecuada, qué país elegir y a veces, incluso, qué idioma conviene que estudien.

Sin duda, el idioma más demandado es el inglés y para aprenderlo hay una gran oferta académica. Se puede estudiar en Estados Unidos y Canadá, también en Inglaterra o Irlanda. La elección depende de muchas variables como es el coste del curso, la lejanía y la edad de los niños o adolescentes. El nivel de inglés también hay que tenerlo en cuenta porque no todos los colegios admiten un nivel deficiente en esta lengua. Cristina Top, directora de Top School considera que: “Las familias que deseen enviar a sus hijos a Irlanda, es recomendable que realicen allí 3º o 4º dela ESO. Estoscursos son mucho más flexibles, de transición  y menos complejos para los niños, que ya tienen suficiente con llegar a un país desconocido y con poco conocimiento de la lengua.

Para aquellos que quieran realizar los estudios en Inglaterra es mejor que se marchen a estudiar los dos últimos cursos del bachillerato y no simplemente uno. Estudiar un año en un país extranjero es una experiencia que marca de por vida a los chicos, porque amplían horizontes, descubren otras formas de vivir y otros valores. En cuanto a los motivos que empujan a los padres a mandar a los hijos al extranjero son muy variados. Cada vez hay más padres que deciden enviar un año fuera a sus hijos, porque la educación en España está cada vez peor, no están a gusto con el sistema educativo y los resultados y por eso no quieren que sus hijos estudien aquí. También hay casos en que los padres quieren sacar al niño de un ambiente o amistades poco recomendables y esta es la oportunidad perfecta”, concluye.

 

TESTIMONIOS

“Mi intención es que mis hijos sigan viajando al extranjero para mejorar su nivel de inglés”

Teresa Tamés, 46 años, administrativa y profesora de yoga. Está casada y es madre de cuatro hijos. Josu de 19, María de 14, Nerea de 7 y Jorge de 5 años.

Se marchó un año con tres de sus hijos a Irlanda para que cursaran un año académico en un colegio público.

“Esta aventura surgió porque envié a mi hijo mayor Josu a cursar primero de bachillerato a Estados Unidos. Regresó tan contento tanto a nivel personal como académico, que decidió repetir y cursar segundo de bachillerato en Maine. Entonces, se me ocurrió aprovechar el año que mi hijo mayor iba a estudiar por segunda vez a Estados Unidos para marcharme con mis otros tres hijos a Irlanda y darles a ellos también la oportunidad de estudiar un curso completo en el extranjero con el objetivo de que aprendieran inglés. Tras mucho buscar, localicé una empresa Top School que se ocupó de buscarme plaza para los niños en colegios públicos, alquilarme una casa y además me facilitaron el contacto de una persona de referencia en el pueblo para cualquier cosa que me surgiera. Me pedí una licencia sin sueldo en el trabajo y aunque mi marido se quedó en Madrid, debido a su profesión de dentista, se organizó la agenda de forma que pasaba una semana al mes con nosotras en Irlanda. Y así fue como aterrizamos el 24 de agosto de 2011 en Kells, un pequeño y acogedor pueblo irlandés. Aunque al principio, a los niños les costó adaptarse, porque las clases eran en inglés y muchas veces no se enteraban de nada, poco a poco fueron aprendiendo el idioma y su método de estudio. La experiencia fue muy enriquecedora y gratificante para todos. Los niños cogieron un buen nivel de inglés y yo pude disfrutar del día a día con mis hijos. ¿Inconvenientes? El clima, porque el invierno fue muy duro e hizo mucho frío y lo caro que era todo sobre todo el transporte y la alimentación. A pesar de que nos gastamos unos treinta mil euros, creo que ha sido el mejor dinero invertido. Mi intención es que mis hijos sigan viajando en la medida de lo posible al extranjero para que no pierdan su nivel de inglés. De hecho, ahora en Semana Santa, mi hija Nerea se marcha diez días a casa de nuestros vecinos irlandeses para mejorar su inglés. Sin duda, fue un año fantástico y nos transformó a todos. Se lo recomiendo a todos los padres, porque la experiencia es imborrable”.    

  

“Mis hijos además de aprender inglés, maduraron muchísimo”

Amparo Gómez-Lechón, 46 años, trabaja en el sector inmobiliario. Está casada y tiene cinco hijos. Fernando de 18, Javier de 16, Diego de 14, Marta de 9 y Luis de 3 años.

Esta familia se trasladó a San Diego un año para que sus hijos estudiaran inglés. 

“Vivir
un año en el extranjero todos juntos, era un sueño por cumplir, pero debido a que no se daban las circunstancias adecuadas, siempre lo posponíamos en el tiempo. Hasta que hace tres años, lo empezamos a planificar y a organizar con la ayuda de una amiga que tenemos en San Diego. A finales de julio de 2010 hicimos las maletas y nos trasladamos a San Diego. Nos alojamos en casa de mi amiga durante las primeras semanas, tiempo que aprovechamos para alquilar una casa y así poder realizar la prescripción en los colegios. Para solicitar plaza en los colegios públicos, nos exigían tener el visado en regla, la prueba de residencia (el contrato de alquiler), el cuadro de vacunación y el boletín académico. Así, los dos mayores estudiaron en un high school, los medianos en el middle school y el pequeño en la enseñanza elemental. Mientras los niños estudiaban, yo me dediqué a hacer cursos y mi marido trabajaba desde casa. El horario escolar era estupendo, porque empezaban las clases a las siete y media y salían ya comidos a las dos y media. Y ya por la tarde, podían estudiar y dedicar un tiempo a jugar. Este horario facilitaba la vida familiar. Nos gustó mucho su método de estudio. No tenían apenas deberes, practicaban una hora de deporte al día y la nota de cada asignatura dependía de la asistencia, la realización de trabajos, de apoyar a otros compañeros a comprender los conocimientos y del examen. Allí, valoran el esfuerzo y la motivación, mientras que en nuestro país se lo juegan todo en el examen. Otra ventaja. Nos pagamos los libros de texto. Allí cuentan con un sistema de préstamo de libros y una vez que el alumno finaliza el curso, los devuelve sin ningún gasto. La experiencia fue mejor de lo que imaginamos, porque supuso un reto personal y familiar. Nos hizo conocernos mejor, provocó que hiciéramos piña ante las dificultades de los primeros meses de adaptación y mis hijos además de aprender inglés, maduraron muchísimo. El año se nos hizo corto. Hoy, mis hijos tienen un buen nivel ingles, pero sobre todo regresaron con la mochila emocional cargada de inolvidables experiencias. Si pudiéramos, nos volveríamos a marchar otro año todos juntos”.

 

“Las niñas llegaron con un nivel bajo y ahora comprenden las clases en inglés”

Emilio Artal, 45 años, jefe de Recursos Humanos. Cuca Escolano, 44 años, enfermera. Están casados y tienen cuatro hijas. Marta 14, Mayte 11, María 9 y Mónica 6. Cuca y sus hijas llegaron a Inglaterra el pasado mes de julio para  cursar allí el actual año académico. “Llevábamos un tiempo planteándonos la idea de irnos un año al extranjero. Y tras pasar una semana en Inglaterra visitando a unos amigos en diciembre del 2011, nos animaron a que emprendiéramos esa aventura. Así fue como un mes después, me marché solo a LeatherHead para solicitar plaza en colegios públicos para mis hijas y localizar una casa para alquilarla. Tras tenerlo todo organizado, emprendimos esta aventura. Llegamos a primeros de julio del 2012 para que las niñas pudieran acudir a clase como oyentes los últimos días de colegio y así realizar el proceso de adaptación. Yo pasé allí mi mes de vacaciones y después regresé a Valencia. Mi mujer como es autónoma, decidió tomarse este año para estar junto a las niñas y yo decidí que viajaría cada quince días a visitarlas. Desde entonces, me voy el viernes y regreso el domingo por la noche y así estoy con ellas. Esta siendo una experiencia estupenda para todos. Las niñas llegaron con un nivel bajo y ahora ya comprenden las clases en inglés, saben hacer los deberes y han cogido un buen acento. Cuando llegamos nuestra motivación era el idioma, hoy ha pasado a un segundo plano y ahora lo principal es todo lo que están  aprendiendo a nivel emocional y lo mucho que están madurando” cuenta Emilio.    

“Aunque llegué asustada, porque no tenía ni idea de inglés, hoy estoy feliz y encantada de estar viviendo esta historia con mi familia. Me entusiasma el horario escolar, porque entran a las ocho y media y a las tres ya están fuera y salen comidas. Les permite estudiar y tener tiempo para jugar y hacer deporte y es más compatible con la vida familiar. Mientras mis hijas están en el colegio, yo voy a aprender inglés, hago labores de voluntariado y colaboro en todo lo que puedo en el colegio. El mayor inconveniente es que la vida es un 20% más cara que en España y se nota mucho en la cesta de la compra. Pero es una experiencia muy recomendable para todas las familias. Se nos está haciendo corta esta vivencia. De hecho, cuando nos tengamos que marchar el 7 de agosto, nos dará pena dejar esta vida y retomar nuestro día a día en Valencia. Está siendo una experiencia tan satisfactoria que esperamos repetir en otra ocasión” concluye Cuca.             

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