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Uso y abuso de los antibióticos

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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A pesar de las campañas del Ministerio de Sanidad y de los consejos y aclaraciones de los pediatras, todavía hay muchos ciudadanos que se empeñan en administrar por su cuenta y riesgo (o bien presionan al galeno para que extienda una receta) los controvertidos antibióticos, unos productos que sólo combaten infecciones de tipo bacteriano.

Autor: Alejandra RODRÍGUEZ

La llegada del frío trae consigo un aluvión de casos de catarros, resfriados, infecciones de las vías respiratorias… Las consultas –especialmente las pediátricas– se llenan de progenitores que escuchan como, en la mayoría de los casos, el facultativo recomienda poner un humidificador en la habitación del pequeño, instarle a que beba mucho líquido, especialmente agua, ponerle semincorporado para dormir y procurar que expulse los mocos mediante la tos, un proceso que no conviene cortar con jarabes antitusivos, salvo que la tos sea tan fuerte y constante que impida que el niño duerma y descanse adecuadamente.

Sin embargo, los antibióticos, unos productos que únicamente combaten infecciones de tipo bacteriano pero no problemas ocasionados por virus, siguen teniendo demasiados adeptos. Antes de nada, hay que partir de la base que quizá estos medicamentos han sido, junto con las vacunas, uno de los logros más importantes de la medicina moderna, gracias a su capacidad para acabar con infecciones que podían complicarse sobremanera y que ahora nos parecen extraordinariamente banales.

No obstante, estos fármacos han sido sobreutilizados sin tener en cuenta las consecuencias que podrían presentarse y que, de hecho, se han convertido en un problema. Nos referimos a las temidas resistencias. Y es que cuando un antibiótico se emplea en exceso o se usa de manera incorrecta (dosis insuficientes, tratamientos incompletos, mezcla con otros fármacos…), acaba siendo inútil. De hecho, los especialistas están realmente preocupados porque los principales antibióticos están empezando a no servir de nada frente a infecciones muy comunes que se están convirtiendo en patologías difíciles de erradicar.

AUTOMEDICACIÓN
Un estudio reciente, realizado por la Agencia Catalana para la Evaluación de la Tecnología Médica (AATM), concluye que, en los centros de Atención Primaria de Cataluña, sólo el 56% de las prescripciones de antibióticos son adecuadas. El 44% restante corresponde a tratamientos farmacológicos incorrectos. En la mayoría de las ocasiones (27,5%), se administran antibióticos aunque no son necesarios. En otros casos, simplemente no se prescribe el indicado (12,4%) o, erróneamente, no se receta ningún fármaco de este tipo (3,7%) cuando el tratamiento del paciente lo requiere.

En Europa, sólo Francia supera las 21 dosis extrahospitalarias de antibióticos al día por cada 1.000 personas de España. En países como Alemania o el Reino Unido, el consumo es aproximadamente la mitad. En opinión de los expertos, lo preocupante no es sólo el incremento de la demanda, sino la percepción de que buena parte de ella es innecesaria.

Para evitar este mal uso, los especialistas de Atención Primaria están convencidos de la necesidad de potenciar su papel formativo hacia el paciente, al que hay que explicar detalladamente para qué sirve el antimicrobiano que le prescribe. Asimismo, se han hecho numerosos llamamientos al control de la automedicación. Y es que, aunque en teoría un antibiótico no se puede adquirir en una farmacia sin receta, en la práctica no es demasiado difícil.

 

A TENER EN CUENTA
• Los antibióticos de amplio espectro aniquilan las bacterias patógenas causantes de la infección que se quiere tratar. Sin embargo, también acaban con otro tipo de bacterias beneficiosas que sirven para mantener el equilibrio de la flora intestinal, genital y bucal.
• Estos productos no pueden consumirse con alcohol porque su efecto queda anulado, por lo que es más sencillo que aparezcan resistencias.
• El tratamiento ha de cumplirse a rajatabla (en cuanto a dosis, horarios y días de terapia), incluso aunque los síntomas hayan desaparecido.
• Pueden causar alergias, sarpullidos, picores y una alteración denominada rash.
• El desequilibrio en la flora que causan estos productos puede traducirse en problemas gastrointestinales.

 

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