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Nuccio Ordine, el humanista que aconsejaba "perder el tiempo"

El escritor y filósofo italiano Nuccio Ordine ha fallecido este sábado a los 64 años. En mayo fue galardonado con el Premio Princesa de Asturias "por su defensa de las humanidades y su compromiso con la educación".
Rubén VillalbaLunes, 12 de junio de 2023
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Nuccio Ordine recibió en mayo el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades

El filósofo y escritor Nuccio Ordine ha fallecido este sábado a los 64 años en Cosenza, en la región italiana de Calabria, donde ejercía de profesor. El intelectual y humanista era hospitalizado de urgencia tras sufrir hace unos días un derrame cerebral que finalmente ha acabado con su vida. «Ha sido una de las figuras más cultas de la historia reciente de Calabria y de todo el país», expresaba el alcalde de Cosenza tras conocerse el fallecimiento.

Ordine tenía previsto recoger en octubre el Premio Princesa de Asturias de la Comunicación y Humanidades que le fue concedido hace un mes, en palabras del jurado, «por su defensa de las humanidades, por su compromiso con la educación y por transmitir a los más jóvenes que la importancia del saber se encuentra en el proceso mismo del aprendizaje».

Recibió el galardón con especial ilusión porque, como él mismo explicó, «antes que yo lo obtuvieron dos grandes de la cultura europea y dos buenos amigos a los que debo mucho: Umberto Eco y George Steiner». También expresó entonces que «desde hace una década considero a España e Hispanoamérica como mi segunda patria, aquí he encontrado muchos hermanos en la batalla que libro para defender la escuela y la universidad de la deriva mercantilista».

Férreo defensor de las humanidades

Nuccio Ordine nació en 1958 en la localidad italiana de Diamante. En 1982 se licenció en Literatura Moderna por la Universidad de Calabria y en 1987 se doctoró en Ciencias Literarias. Como periodista, alcanzó renombre por sus investigaciones sobre el llamado «clan Muto», una de las familias pertenecientes a la peligrosa mafia calabresa de la Ndrangheta. En su faceta literaria, se convirtió en uno de los mayores expertos en literatura renacentista, en especial, del humanista napolitano Giordano Bruno.

Fue profesor invitado en universidades de reconocido prestigio, como Harvard, Yale y Nueva York. Ocupó varios cargos en importantes instituciones, como el Instituto de Filosofía de la Academia Rusa de las Ciencias, la Real Academia de Bélgica o el Instituto Italiano de Estudios Filosóficos. Colaboraba habitualmente en el periódico Corriere della Sera y fue nombrado doctor honoris causa por las universidades de Río Grande del Sur, Caixas del Sur, Porto Alegre, Valparaíso, Lovaina y Pontificia Comillas de España.

En esta última, pronunció un discurso de agradecimiento en el que reflejó su férrea defensa de las humanidades como pieza clave para la formación cívica y cultural de la persona. Alertó, en este sentido, de «las consecuencias negativas que pueden derivarse de una enseñanza modelada a partir de las reglas del mercado» y se mostró muy crítico con que «el objetivo de la educación no sea formar ciudadanos cultos, sino adiestrar profesionales preparados para adaptarse a las exigencias de la producción global».

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Perder tiempo para consagrarse a los afectos, para reflexionar, para escuchar música, para admirar un cuadro, para perseguir una mariposa, para gozar de las maravillas de la naturaleza significa ganar tiempo para sí y para los demás

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En la misma línea, defendió que «lo primero debería ser siempre desarrollar la capacidad general para el pensamiento y el juicio independientes, y no la adquisición de conocimientos especializados». Así, recordó que «no se estudia para conseguir un título, para ejercer una profesión o para ganar dinero». Por eso, lamentó, «inducir a los jóvenes a que deben elegir sus estudios no para seguir lo que aman sino solo para buscar trabajo es una manera de envilecer la importante función de la enseñanza».

También recalcó, en referencia al boom de la educación digital, «el papel insustituible de los profesores»: «Solo los buenos profesores y no los ordenadores pueden cambiar la vida del estudiante». Y censuró «la dictadura de la rapidez y de la urgencia»: «El verdadero bien de lujo, en una sociedad en la que lo virtual está absorbiendo todos los aspectos de nuestra existencia, coincidirá cada vez más con la dedicación a las relaciones humanas». Sostuvo por eso que «perder tiempo para consagrarse a los afectos, para reflexionar, para escuchar música, para admirar un cuadro, para perseguir una mariposa o para gozar de las maravillas de la naturaleza significa ganar tiempo para sí y para los demás, contribuyendo a hacer la humanidad más humana”.

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