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Ledicia Costas: "Las pantallas van a seguir aquí, jugando con ventaja. Hay que hacer que los libros tengan un espacio"

La autora gallega deja por un momento su lectura estival para responder a este cuestionario que le hacemos llegar desde Magisterio. Y nos habla de cómo llegó a ser la superlectora y superescritora que hoy es, pero también de pantallas, de inteligencia artificial o del gallego en la escuela.
Saray MarquésViernes, 18 de agosto de 2023
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© PLUMERIA

Ledicia Costas es una de las autoras más traducidas y reconocidas de la literatura gallega, con libros en idiomas como el coreano, el persa, el búlgaro o el checo. Es la primera autora que ha conseguido en tres ocasiones el Premio Lazarillo de creación literaria (en 2022 por La liebre mecánica, en 2017 por La balada de los unicornios y en 2015 por Verne y la vida secreta de las mujeres planta). Antes había sido distinguida con el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil y el Premio Merlín de literatura infantil por Escarlatina, la cocinera cadáver (2015), incluida en la prestigiosa Lista de Honor del International Board on Books for Young People (IBBY). Además, ha publicado otros libros en la editorial Xerais (en gallego) y Anaya (en castellano), como los protagonizados por La señorita Bubble, la novela realista El corazón de Júpiter, Las peripecias de Extravaganzza Pérez y El niño de fuego, con el que volvió a recibir el Premio Merlín por segunda vez en 2021.

Su primera novela publicada fue Unha estrela no vento (Edicións Xerais 2000), que escribió siendo adolescente. Tras estudiar estudiar Derecho y ejercer dos años como abogada, decide dedicarse profesionalmente a la literatura.

También ha escrito novelas para adultos como Infamia (2019) –convertido en el curso 2019-20 en el libro más leído en los clubes de lectura de la ESO en Galicia– y Golpes de luz, en Xerais y Destino.

¿Cómo se convirtió en la gran lectora y escritora que hoy es?
–Siempre me ha gustado leer, desde pequeña. Si soy escritora es porque los libros siempre han estado muy presentes en mi vida. Empecé a mostrar inquietudes literarias en la escuela y exprimí ese interés más y más hasta llegar hasta aquí.

¿Cuál era su autor/a favorito en su infancia? ¿Algún libro que empezara a leer a escondidas?
–Me encantaba María Gripe. Ella fue una de las autoras importantes de mi infancia. También Gloria Fuertes y Angela Sommer-Bodenburg. Conservo la colección de El Libro secreto de los Gnomos, que me dio muchísimas horas de placer lector. Recuerdo que leía a escondidas los libros que mi madre me decía que todavía no estaba preparada para leer. Leí varios de Stephen King con la cabeza debajo del edredón, con una lamparita.

Si no fuera escritora sería… ¿abogada? ¿Se ha perdido una gran abogada?
–Creo que si no fuese escritora habría explorado otra profesión creativa. Estoy casi convencida de que no habría seguido en el ámbito jurídico. No echo de menos los años dedicados al Derecho. A veces me parecen un sueño o que forman parte de otra vida. Es muy curioso.

¿Cómo acoge las noticias catastrofistas que nos hablan de la caída de la comprensión lectora entre los escolares?
–Con prudencia. Yo misma visito docenas de escuelas cada curso. A veces los encuentros son extraordinarios porque me encuentro niñas y niños súper lectores, con una competencia sorprendente, y otras veces sucede al revés. Pero esta es una observación que hago teniendo en cuenta que son encuentros de 50 minutos.

¿Qué debe tener un buen libro de literatura infantil y juvenil para que las pantallas pasen a un segundo plano?
–Creo que es importante no demonizar las pantallas porque lo han invadido todo. Van a seguir aquí y van a jugar siempre con ventaja. Hay que conseguir que los libros tengan un espacio y haya una convivencia de ambos formatos. Y eso se consigue con acompañamiento, ofreciendo buenos libros, dotando a las bibliotecas escolares de fondos que estén actualizados… Para mí, literatura infantil y juvenil, transgresión, exageración, emoción y humor van ligados.

¿Sigue prefiriendo el papel para leer?
–Sin duda. En ese sentido soy una lectora clásica. No he conseguido adaptarme al libro electrónico. Me gusta pasar páginas, no sé. Hay algo en el papel que me atrae.

¿Cuál es su personaje favorito de sus obras para niños y jóvenes?
–La señorita Bubble. Me ha dado momentos de escritura muy emocionantes. Es una colección que va creciendo poco a poco y está llena de posibilidades. Me permite desde convertir a Papá Noel en un villano llamado Papá Cruel que explota elfos, hasta convertir a Isabel II en un personaje de una obra infantil.

¿Cómo vive sus encuentros con estudiantes en colegios e institutos? ¿Cree que aún tiene mucha validez y vigencia esta fórmula?
–El criterio para poner una lectura en aula tiene que ser independiente de que exista una visita del autor o autora del libro. Considero que un libro tiene que ser escogido por su calidad, porque es emocionante, porque en su interior habitan la emoción, la maravilla, la sorpresa… La visita de la autora o del autor de ese libro es algo extraordinario, no puede convertirse en el criterio principal para elegir una lectura. Lamentablemente, en muchas ocasiones una cosa va ligada a la otra. Las visitas a escuelas deben ser tratadas como algo especial, como un premio, no como un mero trámite. Y para ello tiene que existir un trabajo previo de motivación al alumnado. Cuando esto sucede, los encuentros merecen de verdad la pena.

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Las visitas a escuelas deben ser tratadas como algo especial, como un premio, no como un mero trámite

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¿Considera fundamentales las bibliotecas escolares para la vida de un centro educativo? ¿Qué papel deben jugar?
–Absolutamente. En aquellos centros donde las bibliotecas escolares son ricas y están vivas, la comunicación fluye de otra manera. El alumnado de esos centros es entusiasta con todo lo que tiene que ver con el libro y la lectura. Las bibliotecas tienen que ser un lugar de celebración donde se motive, donde se enseñe a valorar los libros, donde sucedan cosas especiales. Donde los mayores acompañen a los más pequeños y cada uno tenga su espacio para aprender (también) a emocionarse con el acto de la lectura.

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En aquellos centros donde las bibliotecas escolares son ricas y están vivas, la comunicación fluye de otra manera

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¿Es difícil pasar de un registro a otro, de escritura para adultos a escritura para niños y adolescentes y viceversa?
–No siento que me cueste la transición. Son registros diferentes pero el acto es el mismo. Soy una persona inquieta. Me gusta experimentar y disfruto mucho buscando distintas formas de comunicación. Creo que lo más difícil es encontrar la voz particular para cada texto, sea para un público infantil o para un público adulto.

¿Cómo se enfrenta al folio en blanco?
–Me enfrento al folio en blanco con respeto y con libertad. Pienso «vamos a ver de lo que soy capaz». Me reto. Pienso mucho en lo que gustará al público, pero siempre supero esas dudas con una verdad que considero absoluta: es imposible satisfacer a todo el mundo. En ese momento me relajo y dejo que el cerebro y el corazón hagan su trabajo.

¿Por qué ha decidido compartir su proceso creativo en redes sociales?
–Escribir es un acto muy solitario. Son meses o años de dudas, de subidas y bajadas, de convivir con una historia y unos personajes que muchas veces me muero por presentar al mundo. Compartir en redes sociales el proceso creativo es también acercar la realidad de la escritura a otras personas, romper ese mito de la escritora dentro de su torre de cristal o en la casa del lago sin nada que la perturbe. Escribir una novela es tener delante un bloque de granito que tienes que moldear mientras peleas con la vida diaria que se filtra por todas las grietas. Para mí es enriquecedor hablar públicamente de esto. También es una forma de sentirme acompañada en ese camino.

¿Se considera una estajanovista de la escritura?
–Me considero una enamorada de la literatura que adora su profesión. Es verdad que a veces trabajo más de la cuenta y tengo que obligarme a parar. Hay momentos en los que pienso que eso no está bien, y otros en los que me digo a mí misma: «por qué no está bien, si es lo que más te gusta hacer en el mundo?»

¿Cuáles son sus mayores “ladrones de tiempo”?
–La burocracia, el teléfono móvil, los videojuegos, los libros y los amigos.

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Mis mayores ladrones de tiempo son la burocracia, el teléfono móvil, los videojuegos, los libros y los amigos

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¿Cómo fue su trabajo de campo en casas de apuestas para La libre mecánica?
–Fue sorprendente. Nunca había entrado en una casa de apuesta antes. Para mí fue una experiencia muy enriquecedora porque me sumergí en ese mundo como observadora al mismo tiempo que entraban mis personajes en la ficción. Entrar en una casa de apuestas con intención de documentarte te otorga una posición de privilegio. Es una de las caras más amargas y más extremas del capitalismo. Me preocupa mucho cómo los jóvenes acaban enredados en esa trampa que está diseñada para que les cueste mucho salir.

¿Ha pensado alguna vez en dejar Galicia e irse a Madrid? ¿O para usted sería como vivir en el exilio?
–Galicia es un bálsamo. Soy muy feliz viviendo aquí. No tengo la sensación de perderme nada especial por no estar en Madrid, que es una ciudad preciosa a la que voy con bastante frecuencia. Pero es cierto que soy una mujer muy conectada a mi tierra. Alejarme de Galicia me haría infeliz.

¿Qué modelo lingüístico para la escuela sería para usted el óptimo?
–Creo en un modelo de respeto por la diversidad. Me gustaría que en Galicia se blindase el gallego, que es un idioma que necesita especial protección. Es precioso trasmitir una lengua, si se rompe la cadena de transmisión, el idioma corre peligro. Cuando viajo a escuelas de fuera de Galicia percibo que hay un profundo desconocimiento del resto de idiomas que existen en el Estado además del castellano.

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Cuando viajo a escuelas de fuera de Galicia percibo que hay un profundo desconocimiento del resto de idiomas que existen en el Estado además del castellano

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¿Teme a la inteligencia artificial?
–Temo más a los humanos que la manejan.

Su verano ideal...

Mi verano ideal es un verano en el que pasar mucho tiempo con los amigos, dejar atrás el estrés, leer, escribir, pasear, disfrutar del aire libre, vivir… Todo eso estoy haciendo estas semanas. Es como si en verano el tiempo se multiplicase. He acabado de leer Bailaréis sobre mi tumba, de Alba Carballal, y La mala costumbre, de Alana S. Portero, y ahora tengo en mis manos Las primas, de Aurora Venturini, que me acompañará los próximos días.

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