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Día del Docente: Doña Petra, Alejandro y otros profesores que dejan huella

La ministra de Educación, Pilar Alegría, recuerda a Doña Petra, la maestra de su escuela rural de La Zaida, que les enseñó que podían llegar a ser lo que quisieran. Ana Iris Simón todavía está buscando a su profesor de Filosofía, Alejandro, que le ayudó a reflexionar sobre lo que creía desde otro punto de vista. Y a ti, ¿qué profesor te marcó?
RedacciónJueves, 5 de octubre de 2023
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© CREATION ART

Pilar Alegría, ministra de Educación y Formación Profesional

Siempre recuerdo a Petra, que fue mi primera profesora en el colegio rural de mi pueblo, La Zaida.  Los profesores son la pieza clave del sistema educativo. Y nos dejan huella para siempre. Todo guardamos el recuerdo de un profesor o profesora. El que nos hizo amar la lectura o la que hizo que nos gustaran las matemáticas. Los primeros años, además, de colegio son muy especiales. En un pueblo, donde además íbamos a clase alumnos de distintos cursos, siempre recuerdo el cariño de Doña Petra, pero también su disponibilidad a que aprendiéramos, a que nos abrieramos a un mundo de conocimiento, a que supiéramos desde pequeños que no había límites, que desde La Zaida podíamos llegar a ser lo que quisiéramos.

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Los profesores son la pieza clave del sistema educativo. Y nos dejan huella para siempre. Todos guardamos el recuerdo de un profesor o profesora

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Ana Iris Simón, periodista y escritora

Tuve un profe de Filosofía, Alejandro, que era muy atípico, nos trataba como adultos, a adolescentes que estamos acostumbrados a tratar como niños, y de forma muchas veces cruda. Y tenía muy integrado que cada chaval tenía que buscar un poco su camino. Como vio que yo estaba muy interesada por el socialismo y el comunismo me mandó leer Utopía, de Tomás Moro; Walden Dos, de Skinner, y cosas que me sirvieron para reflexionar sobre lo que yo estaba creyendo, desde otro punto de vista. Y lo estoy buscando todavía, porque se le perdió la pista, tiene una historia personal bastante dura, y a ver si lo encuentro, porque la primera historia que a mí se me ocurrió escribir, que quiero escribir y sé que escribiré en algún momento, es la historia de Alejandro, mi relación con él, y la de muchos compañeros, que era superbonita. Él nos daba en 4º de ESO, que veo brutal que ya no haya Ética en ese curso y el acorralamiento que se hace de las Humanidades.

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La primera historia que a mí se me ocurrió escribir, que quiero escribir y sé que escribiré en algún momento, es la historia de Alejandro, mi relación con él, y la de muchos compañeros

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Carlos Magro, experto en innovación educativa y presidente de la Asociación Educación Abierta

No tengo buena memoria, aunque sí guardo recuerdo de unos cuantos profesores y profesoras que marcaron mi adolescencia y en algunos casos algo más de vida. Entre todos ellos, creo que quien más me marcó fue mi profesor de Historia y de Historia del Arte,
Fernando Fullea, tristemente fallecido en 2008. Tanto me marcó que con 20 años, estudiando la carrera de Ciencias Físicas, decidí matricularme al mismo tiempo en la licenciatura de Geografía e Historia.

En aquella época yo nunca supe que aquel profesor treintañero (que a mí me parecía entonces un señor muy mayor) y que supo transmitirme el amor a la historia y el amor por el aprendizaje de la historia era en realidad un referente en didáctica de Museos y en Historia del Arte, un experto en innovación y en experimentación didáctica, y el autor de numerosos libros y monografías. A esto solo llegué años después, cuando después de dar muchas vueltas, el destino me acercó al mundo de la educación, que tanto amó el propio Fernando. Así que hoy, en el Día Mundial del Docente, he querido dedicar mi recuerdo al profesor que supo resolver en mí una de las paradojas intrínsecas a la educación escolar: responder a los intereses del alumnado, sin abandonar la pretensión de interesarle.

Fernando Aramburu, novelista

No soy propenso a la nostalgia. Me acuerdo, eso sí, con gusto de la niñez y en general también de la escuela. Particularmente agradecido estoy a un profesor, don Pedro Manchola, del colegio «Larramendi» de San Sebastián, que me acompañó en mis primeros pasos de escritor, me prestaba libros y me enseñó a poner las tildes. Aunque yo no merezca el Nobel ni nada por el estilo, este antiguo profesor, ya fallecido, sí merecería una carta de gratitud por mi parte. Cada vez que se ofrece la ocasión, lo menciono en público.

Nando López, novelista y dramaturgo

Las profesoras que más me han marcado y a las que, a fecha de hoy, sigo considerando ejemplo y referente, son dos: Sonsoles, que supo descubrir y alentar mi pasión por la poesía en 5ºEGB -el día en que me regaló un cuaderno para llenarlo de versos lo recuerdo como uno de los más luminosos de esos años-y Carmina, una excelente profesora de literatura que me abrió las puertas del teatro en un 2ºBUP donde descubriría que quería que la escritura fuese mi oficio. Sé que el autor que soy ahora le debe mucho al cariño y la profesionalidad con que ambas supieron animar al niño tímido y al adolescente inseguro que fui, ayudándome a encontrar mi voz y dándome herramientas para que se oyera con fuerza.

Juan G. Fernández, profesor y escritor

Paco Briones e Isabel Galeán. El primero no paraba de preguntarnos en clase, y tenía una revista de Investigación y Ciencia siempre a mano. Te animaba a pensar que pensar como un científico era algo a lo que aspirar. La segunda porque preparaba materiales que te ayudaban a entender, era ordenada y sistemática. Contagiaba entusiasmo y conocimiento a partes iguales.

Pablo Beltrán-Pellicer, profesor universitario
El primero que me ha venido a la mente es Paco. Venía cuando tocaba hacer alguna sustitución y a veces hacíamos papiroflexia. A partir de ahí, conseguí algunos libros. Puedo decir que la papiroflexia es algo que me ha acompañado siempre y que fue él el que puso la semillita.
Luis J. Rodríguez, profesor universitario

Ufff, muchos, la verdad. Quizá por salirme de las matemáticas diría que una profesora que tuve en Literatura en Segundo de BUP, doña María Antonia (los profes, entonces, eran todos don y doña) , cuya preocupación era que aprendiéramos literatura, que disfrutásemos con ella y, sobre todo, hacernos pensar. Si eso suponía, por ejemplo, estar  dos semanas leyendo a Rosalía De Castro, pues se leía en profundidad sin agobiarse por el temario. Y siempre preguntaba: ¿y usted qué piensa sobre lo que acabamos de leer?

Gregorio Luri, filósofo y pedagogo

El médico de mi pueblo. Un día se presentó en casa y le soltó a mi madre: “Este ‘muete’ sirve para los estudios”. No sé cómo lo descubrió, pero me daba libros y yo tenía que ir a contarle lo que había leído a su consulta, sin hacer cola.

Carlos Javier González Serrano, profesor de Filosofía

Mi profesor de Filosofía, Antonio, impregnó mis últimos años de colegio y ha marcado mi formación personal como profesional y hoy como docente. No importaba tanto lo que enseñaba como la manera en que lo hacía: su manera de transmitirnos el valor de la libertad y la responsabilidad, de hacernos cargo de las consecuencias de nuestras acciones, de no permanecer en una permanente minoría de edad intelectual autoinfligida y, sobre todo, la transmisión de una forma de habitar el mundo, apasionada y comprometida.

Josefa Ros Velasco, profesora universitaria, investigadora

A lo largo de mi vida como estudiante me han marcado fuertemente un profesor y una profesora; el primero para bien, la segunda para mal. Empezando por la última, jamás he conseguido borrar de mi memoria cómo mi profesora de Filosofía de 2º de Bachillerato, de cuyo nombre no quiero acordarme, trató de eliminar de mi mente juvenil la idea de estudiar la carrera de Filosofía, alegando en reiteradas ocasiones que esta disciplina y yo no éramos compatibles, que interpretaba demasiado a los grandes pensadores y que, en definitiva, debía decantarme por otro rumbo académico. Es evidente que no le hice ningún caso. Gracias a ello, casi a punto de terminar la licenciatura en Filosofía, conocí a un profesor que no solo me insufló fuerzas para embarcarme en la carrera investigadora, sino que se convirtió en compañero, amigo y fuente de inspiración y apoyo constante: Antonio Rivera García (Catedrático de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid). A él le debo gran parte de lo que soy.

Carmen Fernández Morante, profesora universitaria

En mi experiencia escolar me marcó Marisa Valle Lupión, profesora de Filosofía que impartió en el proceso de reforma educativa de la LOGSE las materias asociadas a la educación para la convivencia y emprendimiento. Me impactó primero por su alta cualificación, por la flexibilidad para desarrollar nuestra educación a través de materias del currículum novedosas y con un impacto claramente aplicado. Así creamos nuestra propia empresa o conocimos las implicaciones y bases de la Constitución española. Recuerdo su forma amable de enseñar, pero rigurosa, la atención personalizada de todos los estudiantes y su “ estar en el mundo”. Nos educaba e instruía en habilidades básicas que habitualmente no se trabajaban en el currículum. Me impactó en mi trayectoria académica y sigo recordándola.

Toni Solano, profesor y autor de 'Aula o jaula'

En la Formación Profesional tuve un profesor de Lengua que nos introdujo en el mundo del cine y el cómic. En sus clases analizábamos cómics que hoy son clásicos del género: Cimoc, 1984… y también la narrativa fílmica de películas como Tiburón o Tron. Creo que eso me animó años más tarde a introducir ese tipo de enfoques multimedia en mis clases de Lengua.

Julio Rodríguez Taboada, matemático y presidente de la FESPM

En mi caso, ninguno de los profesores que más me marcaron en mi infancia y adolescencia eran de Matemáticas. El primero, en EGB, fue mi padre, que me dio clase de Lengua y Literatura tres cursos. De él aprendí la importancia de la cercanía al alumno, de escucharlo y de que se sienta acompañado por el docente. El segundo fue mi profesor de Filosofía del instituto, Xoán Currais. Recuerdo su pasión por lo que enseñaba, su capacidad para crear debates apasionantes en el aula. Creo que fue la primera vez que sentí que un docente nos trataba como a adultos con capacidad para pensar, opinar y argumentar.

Ildefonso Méndez, profesor universitario, creador del proyecto 'Educar para Ser'
Mi tutor de los últimos cursos de Primaria se convirtió en mi molde, en un ejemplo de cómo me gustaría ser de mayor por su permanente amabilidad e inteligencia. Además, tenía la suerte de tenerle en casa, al ser mi padre. Me enseñó el camino.
Carlos Fernández Liria, profesor y filósofo

Me marcaron profundamente algunos profesores del Bachillerato, alguno de Matemáticas, uno de Física y otro de Lengua, cuando, de pronto, descubrí que ellos mismos estaban máximamente interesados en aquello en lo que me intentaban interesar a mí. Fue cuando comprendí que el conocimiento era algo que se podía perseguir por sí mismo, algo que no necesitaba venir apoyado de muletas pedagógicas o de incentivos lúdicos o psicológicos. Al ver que algunos profesores amaban el saber, por el mero hecho de saber, comprendí el sentido de la palabra filo-sofía, «amor al saber». Eso cambió toda mi vida.

Mireia Portero, maestra

Adela, una maestra excepcional que dejó una huella profunda en mi vida durante los años que compartimos en tercero y cuarto grado. Su influencia no solo se limitó a lo académico, sino que abarcó valores y una educación emocional que, incluso hoy, siento que me enriquece. Lo que más me marcó de Adela fue su compasión y su habilidad para conectarse con cada uno de sus estudiantes. No éramos solo alumnos en su clase, éramos individuos únicos con nuestras propias historias y emociones. Ella comprendía la importancia de la educación emocional y nos enseñaba a manejar nuestros sentimientos, a ser empáticos y a resolver conflictos de manera constructiva. Nos enseñó a expresar nuestras emociones y a entender que está bien sentir y compartir lo que sentimos.

Uno de los recuerdos más significativos que tengo de Adela es el momento en el que nos permitió hacer la transición de usar lápices a bolígrafos. Puede parecer un detalle pequeño, pero en realidad, simboliza mucho más. Fue un gesto de confianza en nuestra capacidad para cuidar nuestras pertenencias, una señal de que estábamos madurando y asumiendo más responsabilidad. Ese cambio de herramienta de escritura fue un rito de paso que nos hizo sentir mayores y más independientes.

Adela nos enseñó a ser curiosos, a buscar respuestas por nosotros mismos, y a valorar la importancia del aprendizaje constante. Su enfoque no solo estaba en llenar nuestras mentes con conocimiento, sino en cultivar nuestro carácter y valores. Con su apoyo y guía, crecí no solo como estudiante, sino como persona. Su influencia sigue siendo una parte fundamental de mi vida, recordándome constantemente la importancia de la empatía, la inteligencia emocional y el amor por el aprendizaje. Adela fue más que una maestra, fue una mentora y una fuente de inspiración, y le estoy eternamente agradecida por las lecciones que me impartió y por haberme ayudado a convertirme en la persona que soy hoy.

Olga Elwes, profesora universitaria
Han sido mucho/as, imposible citarles a todo/as. Pero hoy, especialmente, me quedo con dos. Una maestra de Jardín de Infancia (en mi época se llamaba así) cuyo nombre no recuerdo, aunque sí lo bien que me trataba, cuidaba, sonreía. Era entonces obligatorio dormir la siesta, a mí no me gustaba mucho y se quedaba a mi lado cantándome y contándome cosas. ¡Un beso y mi cariño sincero allá donde esté, quizá ya jubilada!
Por otro lado, ya de mayor en la universidad, el que fuera mi director de tesis (Francisco Javier del Prado Biezma): un hombre muy sabio, erudito, amable, afable y de trato exquisito. Con su ejemplo, me levanto y me dirijo al trabajo diariamente. Ojalá parecerme algún día algo a él. Está jubilado desde hace años, aunque nos seguimos en redes sociales y sigo aprendiendo muchísimo de él con sus posts. Además de catedrático y traductor, es poeta, y bien sabe lo mucho que le respeto y admiro. Ha sido mi verdadero maestro, sin serlo por formación, pero sí de vocación tanto docente como investigadora.
Jesús Manso, decano de la Facultad de Educación de la UAM

La profesora que más me ha marcado en mi vida ha sido la maestra Charo, mi tutora en primero de Primaria. Recuerdo que nos cuidaba muy bien, se preocupaba de que aprendiéramos todos, pero, sobre todo, fue quien me enseñó a leer y a escribir. Y, con ello, un nuevo mundo de posibilidades se abrió ante los ojos de aquel pequeño niño con inquietud de comprender más y mejor la vida.

Elena Martín, catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación de la UAM

A Teresa Nicolás, mi profesora de Biología de COU, debo algunas de las características que más valoro de mi forma de aprender, el compromiso con el conocimiento, la tenacidad y la capacidad de discernir lo relevante de lo que no lo es.  Con las gafas de lo que ahora sé sobre lo que implica enseñar, reconozco en ella ese mágico equilibrio entre el control y el afecto. Esta docente exigía más que cualquier otro profesor o profesora de los muchos que he tenido, pero sabías que era porque le importabas, porque quería que aprendieras lo más posible, y estaba siempre disponible para prestarte la ayuda que necesitaras.

Gema Zamarro, profesora universitaria

Cuando pienso en profesores que me marcaron la vida, la profesora que siempre me viene a la mente es mi profesora de Matemáticas del Bachiller, la profesora Martos. En su momento no le di importancia o no me di cuenta, pero cuando pasó el tiempo y a raíz de mi investigación en la brecha de genero en ciencias, me he dado cuenta de lo importante que fue para mí tener una mujer como profesora de Matemáticas durante mis años de instituto. Recuerdo que muchos días al acabar las clases se quedaba a charlar con un grupo de nosotras y nos preguntaba cómo nos iban las cosas. En una de esas charlas ya el ultimo año de Bachiller nos preguntó qué pensábamos estudiar en la universidad. Yo en ese momento todavía no lo tenía claro. Le dije que me gustaban las matemáticas, pero que también me gustaban carreras con un aspecto social. Ella me dijo que pensara en los estudios de Economía, que ella creía que me irían bien. También me habló de la Universidad Carlos III, una universidad nueva en Madrid en aquel momento. Fue gracias a esa conversación que al final decidí estudiar Economía en la Universidad Carlos III y de ahí entré en el mundo de la investigación y ahora aquí soy profesora de Políticas de Educación y Economía.

Lola Cabrillana, maestra y escritora
Me marcó mi profe de Lengua de 1º de Bachillerato, que enseñó cuánto me gustaba escribir… Nos hacía entregar una redacción a la semana con unos temas de lo más divertidos. Y a Antonio del Pozo le debo parte de lo que soy…
Jordi Adell, experto en innovación educativa

Me han marcado unos cuantos profesores, pero destacaré solo cuatro, uno de Primaria, dos de Secundaria y uno de universidad. En Primaria, hace mil años aproximadamente, don Juan, que era también el director del colegio (cole público, barrio obrero periférico, muchos migrantes nacionales) llamó a mis padres y les dijo “Este chico podría hacer el bachiller. El curso que viene matricúlenlo en el instituto”) Acertó. De la clase de 4º de Primaria pasamos solo dos a hacer el bachiller. Solo dos de más de 30, el resto hasta octavo y a trabajar. En Secundaria, en el instituto, me influyeron especialmente dos: Carmen (Filosofía) y Juli (Matemáticas).

En la universidad fueron varios, sobre todo en primero y segundo curso, pero uno fue especialmente relevante: Juan. Fue por él que quise ser profesor universitario. En primer curso le pregunté y me dijo que, de momento, sacara las mejores notas que pudiera. Le hice caso. Creo que he sido muy afortunado. Sin ellos, y otros que ahora recuerdo, mi vida hubiera sido muy diferente. Un profesor/a, los profesores/as te cambian la vida.

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Creo que he sido muy afortunado. Sin ellos, y otros que ahora recuerdo, mi vida hubiera sido muy diferente. Un profesor/a, los profesores/as te cambian la vida

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