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Héctor Escamilla: "Si con la IA pueden aprender más rápido, ¿los grados deberían durar cuatro años?"

Héctor Escamilla es licenciado por el Tecnológico de Monterrey, máster por la Universidad de Michigan y doctor por la Universidad de Texas A&M. Escamilla ha sido rector de la Universidad Tecmilenio de 2009 a 2020 y vicepresidente del Tecnológico de Monterrey entre 2020 y 2022, uno de los referentes a nivel mundial en innovación educativa, educación comparada, análisis de datos... En MAGISTERIO teníamos verdadero interés en  charlar con él sobre los últimos resultados PISA, el móvil en las aulas... Nos atiende amablemente en el nuevo Campus de Castellana de la Universidad Camilo José Cela (UCJC).
José Mª de MoyaMartes, 20 de febrero de 2024
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Héctor Escamilla, rector de la Universidad Camilo José Cela (UCJC).

Como es más difícil desintegrar un átomo que un prejuicio (cita real o apócrifa de Einstein), mucho nos temíamos que los evangelizadores de las metodologías activas y el uso intensivo de la tecnología en las aulas no se apearían fácilmente a pesar del severo correctivo de PISA. Uno de ellos, el Tecnológico de Monterrey, lleva años abanderando este tsunami transformador de la escuela. El nuevo rector de la UCJC viene de allí, a ver qué nos cuenta.

Debido a los malos resultados obtenidos en PISA, se está cuestionando la apuesta por las nuevas metodologías activas, el enfoque competencial, la digitalización… ¿?

–Es cierto que es muy valioso tener las herramientas de medición de esta naturaleza, porque además se hacen en un contexto global. Sin embargo, al comparar naciones entre si, hay que tener en mente una serie de particularidades.

Por ejemplo, en México hay otra naturaleza de problemas que hacen que no salga bien. Hay que entender quién forma a los docentes, quién especifica la formación, a quién le dan la licencia para que se siente en un aula para desarrollar este nivel de competencias, etc. Si no existe este rigor –como existe en otros países– entonces, aunque puedan existir oportunidades y apoyos, difícilmente se podrán alcanzar buenos resultados.

¿No se atreve entonces a relacionar malos resultados con el cambio metodológico que se introdujo hace un par de décadas?

–No, no los relacionaría. A mí me encanta la innovación y las nuevas formas de aprender: lo he vivido, lo he estudiado y creo que, simplemente, son herramientas.

PISA puede ayudar mucho, pero no es una herramienta útil para medir el rendimiento de una determinada metodología, como el Aprendizaje basado en proyectos, por ejemplo.

¿Ha habido mucho marketing y poca evidencia a la hora de presentar estas nuevas metodologías?

–Yo creo que tenemos que tener claras cuáles son las necesidades del mundo y qué tipo de personas necesita el mundo. Y al hablar del mundo hablamos que necesitamos de empresas, gobiernos y emprendedores; es decir, partir de las necesidades del mercado laboral.

Si partes de las necesidades de los públicos a los que sirves, te das la oportunidad de diseñar mejores programas, mejores técnicas y entonces puedes escoger dentro del menú de las diferentes tecnologías, metodologías y herramientas educativas que puedes implementar. El problema es que habitualmente no se aplican conforme a las necesidades del público. Yo creo que hay que fijarse más en esas necesidades del mundo para que los alumnos crezcan como seres humanos. Habría que analizar cómo es el modelo educativo para que el nuevo modelo no sea solo una versión mejorada de lo que hemos estudiado.

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PISA puede ayudar mucho, pero no es una herramienta útil para medir el rendimiento de una determinada metodología

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Habla de mirar al estudiante. ¿Los educadores nos hemos mirado demasiado a nosotros mismos?

–Creo que sí. En el mundo académico tradicional yo soy el profesor. Este estatus de “yo soy el jefe”, “yo soy el profesor”, “yo tengo una maestría” o “yo tengo un doctorado y sé más que tú” muchas veces es errónea, porque a veces un joven puede enseñarte a ti, aunque tengas un doctorado.

Lo que necesita el público es un acto de humildad en el que reconoces que el perfil que tienes como docente o investigador puedes utilizarlo para impulsar a las personas más valiosas que tienen los centros educativos, que son los estudiantes.

Hay que buscar esa cercanía entre el acompañamiento personal y la formación académica que van de la mano. En el mundo actual el conocimiento es gratuito y disponible. El reto al que nos enfrentamos los docentes y directivos se encuentra en pensar cuáles son las mejores herramientas con las que podamos desarrollar las competencias personales de los estudiantes enfocadas a sus necesidades.

¿Las metodologías, entonces, son irrelevantes?

–No, a ver. Lo que creo es que hay que tener claro cuál es el objetivo final. Si el objetivo es contribuir al florecimiento del ser humano se debe pensar qué herramientas debemos usar para que así esas personas florezcan como seres humanos.

¿Qué significa que florezcan?

–Que sean su mejor versión como seres humanos, que profesionalmente sean competentes, que sean responsables socialmente y con el medio ambiente… Eso es lo que necesita el mundo, desarrollar las competencias de cada personas.

¿De cada persona?

–En efecto, creo que habría que profundicar en la búsqueda de un aprendizaje más personalizado –en esto, por cierto, con la inteligencia artificial se nos abre una oportunidad– porque algunos somos visuales, otros somos auditivos y otros somos cuantitativos. Hay que buscar herramientas que te permitan aprender y desarrollar competencias en el menor tiempo posible.

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Hay que buscar herramientas que te permitan aprender y desarrollar competencias en el menor tiempo posible

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¿No le parece que somos reduccionistas con el concepto de competencia?

–Otros tal vez, pero en nuestra universidad puedes ver que nuestra visión no es nada reduccionista en el set de competencias del siglo XXI que deben ser abordadas.

Más que en competencias técnicas o profesionales, creemos en las “competencias del propósito de vida”. Estas se fundamentan en entender por qué estás en este mundo y creo que son una oportunidad de reflexión para cada persona que se acerca a una institución educativa.

Para la Camilo José Cela es esencial ayudar a sus alumnos a descubrir para qué están en este mundo y cómo van a contribuir para que este mundo sea mejor.

¿No se trata de formar masa productiva?

 –Yo creo que no tiene nada de malo, pero se le puede añadir la parte humana que te permite desarrollar un balance de competencias muy rico.

Existe una corriente de universidades anglosajonas –Harvard, Chicago…– que desarrollan un core curriculum, una serie de créditos en humanidades que todos los alumnos, sean de Tecnológicas o de Salud deben cursar. ¿Qué le parece?

–Yo considero que es ahí donde cada universidad va a tener la oportunidad de poner su propio sello. Ahí entran la ética, la responsabilidad, de salud mental… Por ejemplo, Harvard tiene un curso de Happiness en el que se trata sobre la  felicidad y el propósito de vida. Es más importante que sepas para qué estás en este mundo que muchos conocimientos, porque cualquier conocimiento que no tengas lo puedes adquirir en pocos minutos.

Hay que ofrecer herramientas –tales como el pensamiento crítico– sobre qué hacer con todos esos conocimientos y que ahora, con la infodemia, son cada vez más importantes.

¿Los problemas de salud mental de los jóvenes tienen que ver con esa falta de propósito? 

–Yo sería muy cuidadoso ahí, porque esos “jóvenes” tienen padres y maestros. Tte invito a hacer una pregunta a diez de tus amigos o compañeros de trabajo sobre quién te puede compartir su propósito de vida. Te sorprendería que muchos adultos no tienen claro su propósito en la vida, entonces, ¿por qué los jóvenes deberían tenerlo?

¿Y qué se puede hacer desde la universidad para ayudar a encontrar este propósito?
–Te sorprendería la madurez que tiene una persona de 18 años cuando sabes preguntarle, cuando generas el espacio adecuado –fundamentado en el respeto y en el que no lo tratas como un alumno o un “jovencito” sino de persona a persona– para que él o ella se expandan y hablen sobre lo que realmente es importante para ellos.

Es a partir de ese trato cuando comienzan a florecer las preguntas y respuestas profundas, donde nos sorprende su madurez. Lo que nos hace falta es desarrollar esos espacios donde ellos puedan expresarse.

Me ha gustado esa comparación esa comparación entre la madurez de los estudiantes con de sus padres…

–Por eso encuentro interesante este mundo en el que el aprendizaje es para toda la vida.

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Más que en competencias técnicas o profesionales, creemos en las “competencias del propósito de vida”

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Aterricemos. ¿Cómo vais a gestionar el tema de la IA?

–Estamos en esa reflexión. Nos encontramos en esa etapa de entender estas nuevas herramientas y cómo pueden potenciar el aprendizaje. Ese es el reto, cómo utilizar esas herramientas para acelerar el desarrollo de competencias.

En una primera etapa será para hacer más eficiente el trabajo diario, pero luego –que es lo más interesante– va a llegar otra etapa en la que buscaremos como usar esas herramientas para conseguir que los estudiantes aprendan y desarrollen sus competencias en mayor profundidad y en el menor tiempo posible.

Esto nos va a acelerar y nos suscitará unas preguntas. Por ejemplo, si pueden aprender más rápido, ¿deberían los grados durar cuatro años? Si pueden aprender algo en tres años, ¿cuánto debería durar un grado? Habrá alumnos que con inteligencia artificial podrá desarrollar competencias mucho más rápido. Habrá que ir experimentando y midiendo.

Pero, por el momento, estamos en una fase de exploración junto con los propios estudiantes para comprender cómo ellos mismos están utilizando la inteligencia artificial. Pero siempre para potenciar el aprendizaje.

Claro, porque también podría hacer un mal uso…

–Perdóname, pero yo creo que la conversación debería ir dirigida a buscar lo positivo; no asumir que van a copiar con Chat GPT. Esa no es la conversación. Más bien debería ser cómo me puedo preparar yo para asegurar que mis estudiantes van a aprender más y van a aprovechar estas herramientas para ser mejores personas.

Para empezar, uno mismo debe estar actualizándose porque, en efecto, pueden ser peligrosísimas. Podrás tener las mejores herramientas del mundo, pero si no tienes pensamiento crítico no sabrás hacer preguntas adecuadas, ni profundas.

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Podrás tener las mejores herramientas del mundo, pero si no tienes pensamiento crítico no sabrás hacer preguntas adecuadas, ni profundas

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¿Hay que prohibir el móvil en las aulas? 

–En Norteamérica es una práctica común. Seguramente es un distractor y yo creo en la atención plena. Cuando estamos tú y yo en esta entrevista no estoy pensando en lo que tengo que hacer después. Lo mismo aplica para la Educación.

Puede haber momentos concretos donde un móvil pueda ser una herramienta para aprender y también habría que pensar en como se puede usar esta herramienta para mejorar el estado de ánimo y bienestar porque hay aplicaciones donde puedes registrar cómo te sientes… Pero, de manera genérica, celebro que se esté prohibiendo.

¿Y en el ámbito universitario, al menos limitar su uso?

–Yo creo que la conversación debe girar sobre si lo que estoy recibiendo dentro del aula es tan atractivo que no puedo permitirme el lujo de distraerme. Si el valor de lo que me estás exponiendo es pobre, la distracción puede venir sin celular. Me desconecto y me pongo a pensar en otra cosa. Al menos, si tengo el celular, me distraigo más contento.

Cuando tienes una cátedra de alto valor debes pensar en como exponerla de forma que se evite al alumno la tentación de distraerse, que es algo humano. Un móvil puede contribuir, pero prohibirlo no lo veo adecuado. Creo que es mejor que usemos la energía a crear en lugar de a prohibir.

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Si el valor de lo que me estás exponiendo en clase es pobre, la distracción puede venir sin celular. Me desconecto y me pongo a pensar en otra cosa. Al menos, si tengo el celular, me distraigo más contento

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¿Cómo vislumbra la universidad del futuro? 

–Ya estamos ahí. Por ejemplo, yo creo que desde 2005 –al menos en el contexto global– se ha hecho pública la visión de contratar a las personas en relación con sus valores y a sus competencias y no por el título que tienen. Hay empresas que ya están contratando sin requerir necesariamente de un grado universitario.

¿El fin de la titulitis?

–Un director de Recursos Humanos me comentó que quería contratar a un ingeniero industrial para que realizase determinadas funciones. Le pregunté si contrataría a una persona que, sin tener el título, fuese capaz de hacer eso. Su respuesta fue afirmativa.

La realidad es que lo que necesitamos en las organizaciones son personas que sepan resolver problemas, que sean capaces de liderar proyectos… y un grado no necesariamente garantiza eso. Es cierto que hay ciertos empleos donde si considero que sería conveniente un grado y otros donde, de forma innegociable, es necesario que la persona lo tenga. Por ejemplo, yo no me vería con un médico que no tuviese formación reglada.

¿Y de las universidades?

–En absoluto, seguirán existiendo las universidades. Lo más importante es comprender que durante toda nuestra vida debemos ser «aprendedores» y que hay conocimientos que adquirimos hace cinco años que se pueden haber actualizado, de modo que hay que actualizarse continuamente.

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