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Laura G. De Rivera: “No daría un ordenador ni un móvil a un niño que no redacte con buen estilo y buena ortografía”

Hablando del libro 'Esclavos del algoritmo', Laura G. De Rivera propone condicionar el uso del ordenador o de los móviles a saber redactar "con buen estilo y ortografía".
Santiago MataViernes, 17 de enero de 2025
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Tras más de tres décadas como periodista científica, Laura G. De Rivera aborda la epidemia de pantallismo (abuso del ordenador o de los móviles) en Esclavos del algoritmo. Manual de resistencia en la era de la inteligencia artificial (Debate, 2025, 328 páginas, 20,90 euros). Su análisis del efecto que el abuso de la tecnología de la información causa en los escolares puede resumirse en lo que su hijo de tres años le dijo al empezar a ir a las aulas: «El colegio no me gusta, porque no me dejan pensar».

La autora de este libro, que se presenta el martes 21 de enero a las 19:00 en la Librería Antonio Machado (P. Salesas, 11) de Madrid, nos da al final de la entrevista una pauta de actuación, al asegurar que “no le dejaría tener un ordenador ni un móvil a ningún niño hasta que no demostrara que es capaz de escribir una redacción con buen estilo y con buena ortografía”.

Nos hemos acostumbrado a hablar de inteligencia artificial como de un ser vivo o inteligente. Usted insiste en la necesidad de preguntarnos por las personas y corporaciones que la fabrican y se benefician de ella…
–Sí, porque no es un ente, sino simplemente programas de ordenador, software. Es importante tenerlo en mente cuando usamos cualquier aplicación, ya sean redes sociales, un buscador, un navegador o Google Maps o las que se usan en el sistema educativo. Es importante preguntarse por qué lo tenemos, por qué supuestamente es gratis y a quién le interesa. Nadie se toma la molestia de crear un programa de ordenador para nada. ¿Se han hecho para facilitarme la vida? No. Son negocios y su fin es maximizar el beneficio. Y no el beneficio mío, sino el del fabricante. Si las redes sociales fueran gratis, ¿cómo es que los dueños de esas compañías son los más ricos del mundo.

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Es importante preguntarse por qué lo tenemos, por qué supuestamente es gratis y a quién le interesa

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En el capítulo titulado “Tu libertad te la tienes que ganar” habla de que “estamos en una competición desbocada con la inteligencia artificial” y el subtítulo del libro lo denomina “Manual de resistencia”. ¿Estamos poco menos que en guerra?
–No, yo no creo que sea una guerra. En una guerra las dos partes tienen que estar intentando conseguir algo de la otra parte, luchando por un territorio o por algo, pero aquí una de las dos partes, los usuarios, no estamos enfrentándonos a la inteligencia artificial, sino que somos como la mano de obra que produce los datos que alimentan a la inteligencia artificial. Si es caso los humanos deberíamos competir, cada uno, por conocerse a sí mismo, reflexionando, estando tiempo a solas, teniendo un pensamiento crítico. Eso requiere privacidad, mucho tiempo para estar a solas con tus pensamientos. No puedes conocerte a ti mismo si cada segundo que tienes de tiempo libre, hasta cuando estás en el baño, estás mirando las redes sociales, el WhatsApp o las noticias. Si todo tu tiempo está ocupado por las pantallas, es muy difícil que puedas conocerte a ti mismo y reflexionar sobre cómo eres, cómo te gustaría ser, qué te gusta y no de ti. Esto hay que hacerlo en la privacidad.

En el polo opuesto están las redes sociales, pues con cada paso que damos en internet estamos dando montones de información sobre nosotros de forma inconsciente y sin saber lo que esa información significa. Esa información la interpreta el algoritmo y, como ha demostrado M. Kosinski, solo con los “me gusta” que una persona pulsa en Facebook está dando una gran cantidad de información que puede volverse en su contra.

Presentación de Esclavos del algoritmo.
Presentación de ‘Esclavos del algoritmo’.
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No puedes conocerte a ti mismo si cada segundo que tienes de tiempo libre, hasta cuando estás en el baño, estás mirando las redes sociales, el WhatsApp o las noticias

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Afirma que la libertad es algo que debe ganarse y que eso requiere tiempo para conocerse a sí mismo. ¿Cómo educar en ese ejercicio de la templanza que, entre otras cosas, supone limitar el tiempo que dedicamos a las máquinas?
–Primero los adultos tenemos que dar ejemplo, porque hay muchos profesores que están con su smartphone o su ordenador portátil en clase. Por otra parte, los niños aprenden mejor cuando se les hace un relato que proyectando imágenes. Tenemos que plantearnos si cuando usamos las herramientas digitales estamos beneficiando a nuestros alumnos. Es más enriquecedor dar una clase hablando y gesticulando. Si un profesor prefiere poner a sus alumnos un pase de diapositivas, puede quedarse en su casa y dejar que los niños lo vean en Youtube. A veces se justifica la digitalización y el uso de plataformas de Google en los colegios para “que no se queden atrás” los niños. Pero los niños ya saben tocar teclados. En lo que se quedan atrás es en ortografía, en pensar por sí mismos, en escribir a mano con un bolígrafo.

Mi hijo, cuando empezó a ir al colegio con tres años, un día me dijo: “Mamá, el colegio no me gusta, porque no me dejan pensar”. Si queremos fomentar el autoconocimiento, no podemos tener a los niños en constante actividad. Para hacer reflexionar a los niños deben escribir su opinión sobre los temas, que haya momentos de silencio para descubrir la riqueza que los seres humanos tenemos en nuestro interior. Si para cualquier trabajo que mandan en clase los profesores vamos a Google a buscarlo o al Chat GPT para que nos haga el trabajo, no se manifiesta ni se cultiva nuestro interior.

¿Cómo enseñar a preservar la intimidad, que no siempre hay que clicar a “aceptar”?
–Hay que enseñarles que nada de lo que usamos es gratis y que con sus datos están pagando. Nuestros datos valen mucho, porque si no, las empresas tecnológicas dueñas de las plataformas digitales no serían las más ricas del mundo. Por un lado hay que enseñar a los chavales a no regalar sus datos y a que se den cuenta de que esos que nos conocen mejor que nosotros mismos gracias a esos datos, los van a utilizar para manipularnos, para vendernos cosas.

Según los datos de su libro, las empresas tecnológicas mienten acerca del impacto medioambiental de su actividad. Es decir, que tampoco es gratis desde el punto de vista ecológico.
–La inteligencia artificial, las unidades de proceso de datos, consumen muchísima energía. Parece que no contamina, pero nuestros datos no están flotando en el aire sino guardados en gigantescos ordenadores que necesitan alimentación, electricidad con la que funcionar y refrigeración, que es lo que más gasta. Sería muy interesante que los colegios hicieran una visita a un centro de datos para que los chavales se hicieran idea de dónde están sus datos.

¿Ayudaría a la formación en la solidaridad ser consciente de que ese lujo, como en la mención que hace de la película Metrópolis, se basa en la explotación y perjuicio a otras personas?
–Para construir los dispositivos con los que funciona la inteligencia artificial hacen falta minerales críticos difíciles de conseguir, cuya minería tiene un gran impacto medioambiental. Para frenar el consumismo desbocado estaría bien pararse a pensar si de verdad necesito tener una Alexa que me encienda las luces de casa, no solo por la minería que ha hecho falta para construirla, sino por la energía que gasta el centro de datos con el que Alexa se conecta en remoto continuamente para funcionar. Gasta muchísima más energía estar viendo música online, en streaming, que descargar las canciones que nos gustan, porque al hacer streaming hacemos funcionar nuestro dispositivo y el centro de datos que envía información. A veces hacemos videoconferencias innecesarias, que implican mucha transmisión de datos con impacto medioambiental.

¿Es posible que en el futuro se eduque a las personas en un uso responsable de la tecnología?
–Espero que sí. Europa ha dado un buen paso con la Ley de inteligencia artificial. Tiene muchos agujeros pero es un paso importantísimo al reconocer que hay riesgos y que hay que hacer algo. Creo que las personas irán ganando conciencia y espero que los jóvenes también se cansen de que les roben sus datos.

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Europa ha dado un buen paso con la Ley de inteligencia artificial. Tiene muchos agujeros pero es un paso importantísimo al reconocer que hay riesgos y que hay que hacer algo

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Si le hicieran ministra o consejera de Educación, ¿tomaría alguna medida concreta?
–Daría mucha prioridad a formar el pensamiento crítico de los niños y sus habilidades internas. Yo no le dejaría tener un ordenador ni un móvil a ningún niño hasta que no demostrara que es capaz de escribir una redacción con buen estilo y con buena ortografía.

Laura G. De Rivera: Esclavos del algoritmo (Debate).
Laura G. De Rivera: ‘Esclavos del algoritmo’ (Debate).
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