“Debemos liberar al alumno y no controlar su aprendizaje”
Con Elogio de la lentitud sorprendió a la sociedad al proponer una “desaceleración”. Ahora ofrece pautas prácticas en La lentitud como método (RBA) mientras da forma a la Slow Education.
“Hacer las cosas a la velocidad justa para hacerlas mejor” es lo que propuso en su Elogio de la lentitud (2005). ¿Ha cambiado algo desde entones?
Sí, sin ninguna duda, y sobre todo entre la gente rápida. A finales de agosto el primer ministro de Singapur, país que se considera madre de China, en su discurso del Día Nacional, alertó a los padres de que iban demasiado rápido y les instó a que los niños hicieran menos deberes, jugaran más… Creo que hemos perdido la brújula, y si no recuperamos las riendas haremos de los estudiantes máquinas de sacar buenas notas, pero no sabrán relacionarse, ni prensar creativamente.
¿Cómo surge esa Slow Education en el que trabaja ahora?
En octubre se puso en contacto conmigo el director del Colegio “Eton” de Inglaterra para decirme que querían promover la Slow Education. Eton es un prestigioso centro donde han estudiado David Cameron, 21 primeros ministros británicos, el director de la BBC, el alcalde de Londres… Es como una máquina de producir gente exitosa. Me dijo: “ ¡Esto es una locura! Los chicos no tienen tiempo para reflexionar, están quemados… Necesitan lentitud”. Entonces hicimos un evento que tuvo mucho revuelo en los medios de comunicación social, porque cuando Eton dice: “Estamos yendo demasiado rápido”, la gente reacciona. Se pueden ver algunas cosas en www.sloweducation.co.uk. También se está trabajando para abrir un instituto en la Universidad de Londres bajo el lema Slow Education.
¿Ese sistema consiste en que cada alumno aprenda a su ritmo?
No es tanto cuestión de ritmo como de que el alumno sea el protagonista de su aprendizaje. Que no sea un ser vacío que se llena de información y que cada mes se le hace una prueba de conocimientos. El tema no pasa solo por el tiempo y por cómo entregar la información, sino también por saber quién debe liderar la clase, ¿el profesor o el alumno? Hay que buscar el correcto equilibrio.
Todo el mundo está de acuerdo en que hay que parar un poco, pero el concepto de “lentitud” tiene demasiadas connotaciones negativas.
Esto es porque hemos creado una sociedad contagiada por el virus de la prisa, que glorifica la rapidez y desprecia la lentitud. Esto hace que sea difícil parar, aunque experimentemos en nuestros huesos la necesidad de pisar el freno. Pero por miedo, vergüenza, hábito o inercia seguimos yendo rápido. Pero la gente se está dando cuenta de que la lentitud es un valor positivo en el siglo XXI. Hay que recuperarlo como valor y destacar la paciencia como virtud.
¿Cómo incorporar la reflexión en el aula sin que los alumnos se aburran?
El gran miedo es el aburrimiento, pero es una mentira. Al principio un chico que está continuamente reaccionando a estímulos externos, le va a costar pararse a reflexionar pero, con un poco de disciplina y paciencia, supera esas fases de abstinencia y asoma su capacidad de pensar.
Pero los jóvenes están acostumbrados a tener estímulos constantes…
El tema es: ¿Qué hacemos para desarrollar el cerebro? Porque les estamos imponiendo el hábito de reaccionar y no el de reflexionar. En mi libro La lentitud como método éste es uno de los pilares: recuperar el arte de reflexionar. Así evitamos caer en el carrusel de las soluciones rápidas, cortoplacistas, que no nos llevan a pensar bien sino a pensar rápido.
¿La tecnología es una aliado o un enemigo para lograr ese objetivo?
Es un arma de doble filo. A mí me encanta la tecnología pero depende del uso. Estamos abusando de ella, la estamos usando mal y nos está haciendo daño. Estamos siempre enchufados, siempre distraídos, siempre estimulados… y eso hace que no logremos reflexionar. Llega un tweet, reacciono y lo veo; llega un whatsapp y lo miro… Es un carrusel de estímulo y reacción.
Nos hace estar demasiados dispersos.
Las tecnologías son ‘armas de distracción masiva’ pero podemos convertirlas en herramientas para ser más inteligentes porque nos dan acceso a una información increíble. También aumentan el poder del individuo al ofrecer la posibilidad de expresarnos de una manera impensable hace diez años.
Para introducir la reflexión en las aulas… ¿Habrá que empezar por la formación del profesor?
Tenemos que revolucionar su formación. Los profesores han crecido en un sistema orientado hacia la producción de buenas notas; hacia un controlar. Hay que liberar a los niños para que puedan aprender. Si siempre siguen ritmos impuestos por los demás la mente se les cierra. Así, si podemos abrir un poco el espacio y el tiempo para que puedan seguir su propia curiosidad, si se les da la oportunidad de entrar y tomar las riendas de su aprendizaje nos sorprenderán infinitamente.
Algunas comunidades autónomas quieren dar mayor importancia a los conocimientos que a la experiencia de los futuros maestros. ¿Qué opina de esto?
Creo que hay que dar una oportunidad de entrar a los jóvenes; que llegan con entusiasmo, nuevas ideas… Pero también me parece que los maestros experimentados deben seguir estudiando y renovando sus conocimientos.
¿Le parece necesaria una evaluación del profesorado?
En Reino Unido hay inspectores que evalúan las clases para poner notas a los colegios. Puede resultar peligroso ya que distorsiona mucho el sistema de enseñanza. Los inspectores llegan con criterios muy limitados, y los colegios se orientan por estos a la hora de enseñar. Esa obsesión por medir mina mucho la Educación. Sin embargo, en el sistema de enseñanza finlandés –de los más exitosos– a los profesores se les da una profunda, intensa y rica formación, y luego les dan mucha libertad. El Gobierno y la sociedad tienen mucha confianza en los docentes. En cambio, en sistemas como el de Reino Unido y España el punto de partida es una falta de confianza en el profesor.
Los políticos quieren cambios rápidos, también en Educación…
Cuando salió el Elogio de la lentitud se vio que, en general, el sector más reacio a de-sacelerar era el empresarial. Pero parece que están valorando la lentitud, y en Silicon Valley hay salas de relajación para los empleados… Ahora son los políticos los más cortoplacistas al pensar en soluciones. Son reacios a tomarse tiempo para buscar una solución duradera.
Los profesores son los profesionales que sufren más estrés. ¿Cómo relajarse? Una receta para bajar el estrés es pararse e identificar lo que no puedes evitar, y tienes que hacer, y lo que puedes minimizar o reducir. Siempre hay un margen de maniobra. Todas las clases no son igual y siempre hay espacios para gestionar o forjar un camino más humano.
¿Cree que la crisis ayudará o replantearnos una vida más calmada?
Los momentos de crisis pueden servir para replantearse muchas cosas, aunque no sé hasta qué punto se está haciendo. La burbuja inmobiliaria es fruto de una bombardeo de soluciones rápidas que, al final, llevó al borde del colapso económico. La cuestión ahora no es buscar una tirita porque este problema necesita una cura profunda, un replanteamiento de todo. ¿Qué España queremos para dentro de 20 años? ¿Qué España queremos dejar a nuestros hijos? Lo que España debería hacer es reunir a los actores sociales para hablar y reflexionar. Hay que ir primero a las necesidades básicas (vivienda, alimentación…) pero, al mismo tiempo, hay que tener un enfoque largoplacista.