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Dossier Espacio para el análisis y la reflexión

Que no sólo nos importen sus notas, sino cómo se sienten y cuáles son sus ideas

La escucha activa necesita un proceso, un tiempo; no vale sentarse media hora con un chaval y esperar que se abra y que nos cuente. Expresar sentimientos, sensaciones e inquietudes –y por qué no, penas–, requiere un desarrollo.
Gema Luengo / Laura OrellanaMiércoles, 21 de diciembre de 2022
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La escucha activa nos lleva a una toma de decisiones más democrática y pensada en los intereses de un grupo | ©Ivan

«Hoy por hoy muchos de nosotros no tenemos muchas propuestas, puesto que estamos acostumbrados a que, de pequeños, no se nos tenga demasiado en cuenta”. Esta cita, entre desconcertante y descorazonadora, pronunciada por un alumno de 1ª de Bachillerato, ilustra a la perfección cómo chicos y chicas se relacionan actualmente con su entorno. Una relación marcada por su autopercepción de sujetos sin capacidad de decisión, cuyas voces carecen apenas de importancia. La frase, recogida en los resultados del Test de la Escucha, realizado por la organización Educo en centros educativos de diferentes territorios de España, deja patente el papel de la infancia ante cualquier toma de decisiones. O al menos, su propia percepción ante las dificultades que se encuentran para ser escuchados y tenidos en cuenta.

Sin embargo, a pesar de estas dificultades para la participación, cuando preguntamos a chicos y chicas de manera concreta y cercana sobre las problemáticas que afectan a la convivencia en los centros educativos, cuando nos interesamos por conocer cómo de escuchados se sienten, y profundizamos en sus propias ideas, la realidad nos muestra no solo que tienen mucho que decir, sino que sus propuestas son más que dignas. Son importantes y transformadoras.

Cuando en 2017 una investigación de la ONG Educo preguntó a chicos y a chicas por qué pensaban que se ejerce violencia contra ellos, la respuesta fue clara: las personas adultas oyen, pero no escuchan. “No es lo mismo oír que escuchar”, argumentaban. A partir de aquí, era importante recoger el guante e incidir de manera clara y definitoria sobre la importancia de la escucha activa tanto en el entorno más personal, la familia, como en el colectivo, sus escuelas. Esta escucha pausada y persistente, en definitiva, este acompañamiento, ofrece resultados reveladores como que casi el 80% del alumnado ha aprendido a valorar a otros/as compañeros/as escuchando sus ideas al trabajar en equipo. Algo de lo que debemos tomar nota las personas adultas: si ellos y ellas pueden ¿por qué nosotros no?

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La 'pedagogía de la escucha' es un término utilizado en las escuelas de Reggio Emilia (Italia)

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Pero la escucha activa necesita un proceso, un tiempo: no vale sentarse media hora con un chaval y esperar que se abra y que nos cuente. Expresar sentimientos, sensaciones e inquietudes –y por qué no, penas–, requiere un desarrollo de largo aliento. La confianza exige su tiempo y hay que cultivarla. Chicos y chicas se refieren a la necesidad de promover la cooperación y el trabajo en conjunto como una herramienta para generar confianza entre ellos y ellas. “La educación no es solo saber: es convivencia, igualdad y diversidad”, argumentan.

De ahí que el trabajo en equipo y la metodología participativa sean clave para lograr mejores relaciones entre las personas. Y la escucha activa es una de las herramientas fundamentales para promoverlos entre el alumnado. Esto no es algo novedoso. La pedagogía de la escucha es un término utilizado en las escuelas de Reggio Emilia (Italia), promovidas por maestros como Loris Malaguzzi, a mediados del siglo XX. Esta propuesta nos invita a considerar que las propias ideas y reflexiones se enriquecen y modifican a través de la escucha a los otros. Sucede por comparación, intercambio y reformulación de ideas. Y sucede, incluso, con el alumnado y desde edades muy tempranas.

La escucha activa nos lleva a una toma de decisiones más democrática y pensada en los intereses de un grupo. Su práctica es la base de una educación para la ciudadanía y el trabajo desde un enfoque de derechos, tratando al alumnado como ciudadanos y ciudadanas de presente, atendiendo a sus opiniones para que se tengan en cuenta. Y no así porque nos lo digan ellos y ellas –que también– sino porque forma parte de sus derechos, tal y como se expresa en el artículo 12 de la Convención de los Derechos del Niño (1989).

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La escucha activa nos lleva a una toma de decisiones más democrática y pensada en los intereses de un grupo

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Desde las mismas aulas, conocer lo que tienen que decir los alumnos y alumnas ha de ser una cuestión ética, puesto que es necesario el deseo de escucharlos, pero también es necesario un ejercicio de deconstrucción, esa palabra tan en boga actualmente. Porque hay que realizar un análisis para la interpretación de las cosas que dicen, pero también abrirse a la incertidumbre, a abandonar creencias, antiguos conocimientos, clichés y tradiciones culturales. Estas arraigadas creencias no están tan lejos de nuestra vida cotidiana como solemos pensar. Como hemos visto en nuestros estudios, tanto el profesorado como las personas adultas de las familias creen tener la razón y piensan que sus opiniones y su experiencia les permite intentar trasladar su criterio a los niños y niñas.

La escucha activa es un pilar para el aprendizaje porque en el intercambio de dialogo hay nuevo conocimiento y nuevas habilidades, y también porque es la base para resolver desde la raíz muchos de los problemas de convivencia que se dan en la escuela y en las familias. Una vez promovida y ejercitada la escucha activa con sinceridad, la implicación del alumnado para elaborar propuestas y contribuir a la transformación positiva de su comunidad y de su entorno cercano, vendrán de la mano.

  • Gema Luengo y Laura Orellana son técnicas de Participación Infantil en Educo

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