Liderazgo y propósito en la educación del futuro
¿Qué propósito y qué educación para qué liderazgo? Los modelos educativos están evolucionando para adaptarse a los designios de un mundo empresarial cada vez más competitivo, pero también comprometido con la construcción de un futuro más equitativo, inclusivo y sostenible. El sistema educativo está redefiniendo sus metodologías de aprendizaje para formar a futuros profesionales más resilientes, preparados con las competencias técnicas que demanda el mercado, pero también con la capacidad para reflexionar y tener un espíritu crítico.
Se trata de formar a futuros profesionales más resilientes, preparados con las competencias técnicas que demanda el mercado, pero también con la capacidad para reflexionar y tener un espíritu crítico
Formar a los nuevos líderes del futuro implica integrar el “propósito” en la educación, entendido este como una vocación ética para afrontar los desafíos del siglo XXI con un enfoque más responsable, inclusivo y sostenible. El informe de la UNESCO Reimaginar juntos nuestros futuros. Un nuevo contrato global para la educación confirma esta necesidad destacando la importancia de avanzar hacia modelos educativos que prioricen el aprendizaje colaborativo y promuevan valores como la equidad, la diversidad y la sostenibilidad para el conjunto de la sociedad.
La misión de la educación adquiere así una nueva dimensión, que es la de formar profesionales con capacidad de liderazgo e impacto, habilitados para sobresalir en la esfera laboral por su conocimiento especializado, pero también por hacerlo para el bienestar social. Estas nuevas generaciones de profesionales creativas, innovadoras, con capacidad de adaptación y conciencia comunitaria deben tener el potencial de impulsar la competitividad de sus negocios, de planificar e implementar estrategias prometedoras y de éxito, al mismo tiempo que construyen comunidades diversas e inclusivas, promoviendo el cambio social y convirtiendo el conocimiento adquirido en acción e inspiración.
Las instituciones educativas deben trabajar para convertirse en motor de esta transformación garantizando que el bien común permanece inmutable. En este contexto, la universidad está progresando en esta dirección, apostando por una formación de calidad que aúne el aprendizaje en valores con un aprendizaje experiencial. Estos modelos fomentan el trabajo de los alumnos en equipos interdisciplinares, a partir de la experiencia en casos reales con empresas, que les ofrecen la oportunidad de replicar la actividad del mundo profesional con una visión holística y, más importante aún, con un enfoque responsable.
En esta nueva senda de aprendizaje cobran especial relevancia otros factores adicionales. Por un lado, la nueva concepción del aula como un entorno de aprendizaje reflejo de una sociedad igualitaria, en la que se asienten valores como el respeto, la diversidad y la inclusión. Hablamos de espacios de colaboración, flexibles, abiertos a la investigación, la creación, el intercambio y el diálogo con herramientas que promuevan el aprendizaje igualitario de todos los alumnos.
Otros de los elementos clave serían favorecer el aprendizaje a lo largo de la vida (lifelong learning), así como potenciar el pensamiento crítico y las habilidades comunicativas, que se han convertido en un complemento poderoso de las habilidades técnicas. Así lo corroboran organismos como el World Economic Forum, que ponen de relieve que el pensamiento analítico sigue siendo la habilidad básica más buscada entre los empleadores, y 7 de cada 10 empresas la consideran esencial en 2025.
El pensamiento analítico sigue siendo la habilidad básica más buscada entre los empleadores, y 7 de cada 10 empresas la consideran esencial en 2025
Esta evolución de la educación que pone el “propósito” en el centro ayuda a que los futuros líderes profesionales se preparen para aplicar su expertise con esta visión y calidad humana en todos los campos de la industria, desde el transporte, la economía y finanzas, la arquitectura, la salud, y, cómo no, la tecnología, un instrumento de gran potencial que está impulsando la innovación en todos los modelos de negocio, y que igualmente debemos aprender a aplicar para conseguir un impacto positivo en la sociedad.
El objetivo final, en definitiva, es formar y preparar a las próximas generaciones no solo para ser capaces de interiorizar el conocimiento teórico y su manejo práctico, sino de ofrecer soluciones a desafíos complejos, de interactuar con solidez, de adaptarse y de anticiparse a las tendencias, y saber aplicar su especialización con responsabilidad. En este camino se encuentra la educación del futuro, que es también la de nuestro presente, la que ofrezca una enseñanza con una visión holística que trascienda las fronteras del aula y contribuya a crear una sociedad más justa, igualitaria e inclusiva.
- Fernando Martínez López, Coordinador de Innovación de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Alfonso X el Sabio (UAX)