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El duende matemático nos enseña los números

Numerolandia trae la diversión a las clases de Matemáticas de los más pequeños que aprenderán a identificar los números a la vez que conocen la divertida historia de Valentina el duende Saltarín.
Miércoles, 19 de junio de 2002
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Tres compañeras de Educación Infantil quisimos intentar acabar con la monotonía y la poca significatividad que se suele utilizar en la presentación de los números en el aula. Para ello hemos utilizado como eje motivador un cuento, ya que una acertada presentación es la clave para un aprendizaje efectivo, porque la enseñanza atractiva es el único medio para fijar la atención, naturalmente inquieta de los niños.

Objetivos

Entre los objetivos que esta iniciativa busca están:
—Reconocer e identificar los números a través del cuento.
—Relacionar cantidad y grafía en objetos concretos y en situaciones vivenciales.
—Implicar a todo el grupo de alumnos en las distintas situaciones del cuento, haciéndoles partícipes del mismo.
—Utilizar una serie numérica para contar elementos de la realidad.

El cuento

El cuento que hemos inventado empieza así:

“Había una vez una niña que se llamaba Valentina, y vivía con sus tíos, porque sus padres murieron muy pronto. Sus tíos no la trataban muy bien; la tenían de criada. Lo que más le gustaba a Valentina era ir a la escuela a aprender, pero sus malvados tíos no se lo permitían. Los niños de la escuela se reían y cantaban: “Vamos al colegio, vamos a leer y la pobre Valentina no podrá aprender…”. Valentina lloraba y lloraba y sus tíos la ignoraban. Pero una noche Valentina se marchó en busca de ayuda, y caminando por un bosque frondoso, ¿sabéis lo que ocurrió? Pues que de entre unas ramas un duende salió.
DUENDE: ¡Hola!, ¿quién eres?
VALENTINA: ¿Y quién eres tú?
DUENDE: Yo te lo he preguntado primero.
VALENTINA: Me llamo Valentina, ¿y tú?
DUENDE: Me llaman Saltarín. Pero, ¿qué haces sola por aquí?
VALENTINA: Me he marchado de casa porque mis tíos son malos, y lo peor de todo es que no me dejan ir al colegio.
DUENDE: Y, ¿qué es lo primero que te gustaría aprender?
VALENTINA: A contar.
DUENDE: ¡Ah! ¡Qué bien! Tengo una idea: te llevaré a Numerolandia, el país de los números. ¿Quieres?
VALENTINA: ¡Claro que sí!
De esta forma, Valentina y el duende Saltarín, cogidos de la mano y con los ojos cerrados, dieron tres vueltas hacia la derecha y tres hacia la izquierda y cuando abrieron los ojos se encontraron en Numerolandia. Allí, los números hacían vida normal como nosotros; desayunaban, comían, dormían y hasta organizaban fiestas.
El duende Saltarín convocó a todos los números y les pidió que le ayudaran a enseñar a Valentina a contar. Y así se presentaron los números a Valentina:
—Hola, yo soy el 1, soy un soldado y me utilizan para nombrar una sola cosa.
—Yo soy el número 2 y sirvo para contar dos cosas. Ah, yo formo las dos manos, dos piernas, dos ojitos, dos orejas…
Valentina estaba asombrada de todos los habitantes de ese país, y mirando entre las ramas de los árboles gritó:
VALENTINA: ¡Saltarín, Saltarín! Allí hay una serpiente.
DUENDE: ¿Una serpiente? ¡No digas bobadas, Valentina! En este país no hay serpientes; es el número 3, ¿lo ves?, tiene forma de serpiente, pero no tengas miedo porque no hace nada.
Se hacía de noche y Valentina debía regresar a casa de sus tíos; pero Saltarín le hizo una proposición:
DUENDE: Valentina, ¿por qué no te quedas en casa conmigo, papá y mamá, y así seremos cuatro?
VALENTINA: Cuatro, cuatro… ¿ese no es otro número de este país?
DUENDE: Sí, muy bien, muy bien, pequeña. ¿Lo ves?, aquí aprendes más que en tu país. No sé por qué tienes tanta prisa en regresar.
De camino a casa, Saltarín le estuvo contando que existía otro habitante que venía después del cuatro y que se llamaba Cinco.
DUENDE: Bueno, Valentina, ya está bien por hoy. Es hora de entrar en casa y descansar, mañana será otro día y conocerás a otros habitantes.
Valentina descansó en la habitación número Seis que tenía todo en forma de espiral: la lámpara era una espiral, los cuadros tenían forma de caracol, la puerta era una especie de pera redonda y con rabito… Valentina se quedó asombrada observando todo lo que le rodeaba, hasta que se quedó completamente dormida.
A la mañana siguiente, Papá Duende estaba preparando el desayuno. Papá Duende era un señor con gorra y bastón. Saltarín se lo presentó a Valentina:
DUENDE: Mira, fíjate bien; este señor con gorra y con bastón es el número Siete. Bueno, y ahora nos sentaremos todos en la mesa para empezar a desayunar.
Y antes de empezar le dijo a Valentina:
DUENDE: Mira bien lo que vamos a desayunar porque tiene la forma de otro habitante de este país.
VALENTINA: ¿No serán estas rosquillas, Saltarín?
DUENDE: ¡Uy! Caliente, caliente, pero no se llaman rosquillas; se llaman Ochos.
VALENTINA: Bueno, ahora que estamos todos reunidos os tengo que dar una noticia. Esta tarde tendré que marcharme a mi país porque creo que ya he aprendido lo suficiente.
Entonces todos juntos prepararon una fiesta de despedida para Valentina, mostrándole a otro nuevo habitante y así aprovecharía aprendiendo hasta el último momento.
Decoraron toda la casa de globos atados a cuerdas y consiguieron que Valentina aprendiera el número Nueve.
Y colorín colorado, esta historia numérica concluyó y Valentina los números aprendió”.

Mª Isabel COBOS
Mª Asunción VILLENA
Pilar RAMOS
CP “Virgen del Carmen”
Torrevieja (Alicante)
Tel.: 96 670 63 53 

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