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¡No te olvides de lavarte las manos!

Conseguir unos buenos hábitos alimenticios entre un alumnado mayoritariamente de raza gitana es el objetivo de la EI “El Rocío”. Mucha paciencia, esfuerzo y observación son los motores de una experiencia que trata de instaurar una dieta equilibrada desde la más tierna infancia.
Miércoles, 14 de mayo de 2003
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La madrileña EI “El Rocío” cuenta con un 99 por ciento de matrículas de etnia gitana. Los alumnos tienen muchas carencias y necesidades, entre ellas, el tema de la alimentación. Día tras día el equipo educativo se lanza a la aventura de dar respuesta, encontrar argucias y hacerles comprender a los padres la importancia de una buena y correcta alimentación desde los primeros meses y, de no ser así, los posibles problemas que se desencadenan (desnutrición, alergias, problemas digestivos, etc.).

El aula de bebés

Tras una primera entrevista con la madre, ya que el padre sólo aparece en alguna contada ocasión (“eso es cosa de mujeres”), se trata de conocer cómo es la alimentación de cada niño e informar de lo importante que es el destete para una adaptación paulatina al nuevo medio que le acoge.

Sus respuestas suelen tender al “engaño”, afirmando que sólo de vez en cuando les ofrecen el pecho, aunque en realidad la mamá es el chupete del niño, teniéndole colgado del pecho inclusive a la hora de dormir.

Así, el curso comienza con una pequeña lección sobre el destete: mantener la primera toma de la mañana del pecho, introducir en la siguiente el biberón e ir retirando el pecho… Y aunque las madres comprenden las explicaciones y afirman que lo harán, la realidad es bien distinta.

Por todo ello, este centro ha optado por una nueva metodología: permitir que las madres den en la escuela una toma de pecho cuando traen a su hijo por la mañana, y, en algunos casos, que se acerquen a la hora de la siesta para que el pecho les facilite conciliar el sueño, convirtiéndose así el aula de bebés en una soberana manifestación a favor de la lactancia materna.

Del dulce al salado

Poco a poco los bebés van creciendo y necesitando una nueva alimentación. Es hora de pasar del dulce al salado y de introducir los purés. Éste suele ser otro gran momento, pues, en vez de hacer la transición en casa, es la escuela quien enseña a madres e hijos cómo realizarlo.

La metodología propuesta para las madres es la que sigue: enviarlas al pediatra para que reciban la información necesaria. De allí regresan con una hoja sobre la introducción de alimentos y un montón de preguntas. Así, hay que pasar a enseñarles cómo hacer un puré, qué alimentos utilizar primero (patata, zanahoria…) y en qué momento introducir el pollo, la ternera y, por último, el pescado.

Por su parte, con los bebés hay que actuar poco a poco: el primer día se les ofrece una cucharada de puré y su biberón, y, según pasan los días, se va ampliando la cantidad de puré y reduciendo la de biberón. Son las propias madres las que vienen a la escuela a ofrecer por primera vez el puré a sus hijos, volviendo a aprender una nueva lección sobre la alimentación de los más pequeños.

Después del verano

A la vuelta del verano, a los antiguos bebés les toca incorporarse al aula de 1-2 años. Se vuelve a retomar el tema alimenticio, y hay madres que siguen dando el pecho a sus hijos. Se retoma, entonces, la metodología anterior (sólo en un período de adaptación) y se permite a las madres dar el pecho cuando llegan por las mañanas, para que el niño aguante el máximo tiempo posible sin echarlo de menos. Además, se recurre al chupete o al biberón de leche caliente para las siestas.

Tras el período de adaptación, la alimentación se va normalizando, siendo el puré y el yogur los alimentos principales en su dieta. Toca ahora trabajar otros aspectos de la alimentación de los que también carecen y que no son otros que esos hábitos básicos y normas sociales recogidos en el currículo.

Y es que algunas familias adolecen de los hábitos de higiene necesarios en el momento de la comida. De hecho, tampoco el lugar para comer (sillón, suelo, patio…) es considerado importante. Además, son extremistas en cuanto a la autonomía: o bien les dan el plato y la cuchara para que coman solos sin haberles enseñado previamente, o bien les impiden coger la cuchara y sólo la madre les da de comer (para que no se ensucien y terminen antes).

En la escuela adquieren el hábito de lavarse antes y después de comer, se les enseña a comer sentados en la silla con el plato en la mesa, se les ofrece una cuchara para que experimenten con ella y se la lleven a la boca, mientras se les va dando de comer con otra. De este modo, poco a poco el niño va consiguiendo comer solo, sin apenas mancharse y dominando cada vez mejor la coordinación mano- cuchara- boca.

Al final del primer trimestre muchos de estos objetivos están prácticamente conseguidos. Es el momento de aprender a masticar, de introducir el alimento sólido. El puré va a seguir siendo el alimento principal, ya que es un plato muy completo. Poco después del puré se les ofrece algo de pollo, pescado, tortilla…, siempre alimentos blanditos y muy troceados para evitar sustos. Cuando el niño se acostumbra a estas texturas y sabores y es capaz de “ masticarlas”, se le ofrece algunos trocitos de fruta no indigestas, manteniendo el yogur siempre como postre principal, debido a la importancia de los lácteos en esta edad.

Equipo educativo
EI “El Rocío” (Madrid) 

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