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Cuenta atrás para que los niños puedan salir

El 26 de abril podrán pisar la calle, con determinadas restricciones. Los expertos aplauden esta flexibilización y alertan del impacto de un confinamiento tan estricto.
Saray MarquésMartes, 21 de abril de 2020
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Las salidas deberán cumplir unas condiciones de tiempo, duración, higiene y distanciamiento social. Es imprescindible informar a los niños y niñas de esas condiciones y responder a sus dudas y preguntas. © JUAN AUNIÓN

Cuando en Bélgica se tomaron medidas para frenar la pandemia de coronavirus Covid-19, entre ellas el cierre de centros educativos, el pasado 12 de marzo, al día siguiente había menos coches pero se veían más niños en bicicleta, recuerda Irene Cabré, profesora en la escuela europea  de Berkendael. Allí se ha mantenido la recomendación de permanecer en el domicilio y, al salir, respetar las normas sanitarias, lo que supone que un policía puede recordar a un grupo de adolescentes en una plaza la necesidad de mantener la distancia mínima, pero no pedirles explicaciones por estar en la calle. Los niños no tienen prohibido salir, pero se recomienda prudencia a las familias.

En un vistazo a otros países del entorno, como Portugal, Francia o Alemania, Bélgica es la norma y España, que optó el 14 de marzo por un confinamiento radical en el caso de los menores, la excepción. En Italia, en cuanto comenzaron a flexibilizarse las medidas, el primer colectivo en el que se pensó fue el de los niños, niñas y adolescentes.

Ahora España sigue los pasos de Italia y, tal y como anunció el presidente Pedro Sánchez, a partir del 26 de abril los niños podrán volver a pisar la calle, en salidas limitadas y sujetas a condiciones. Por ejemplo, en Portugal, los niños pueden salir con un máximo de dos personas a dar un paseo dentro de su concejo o distrito.

Los niños primero

Hasta ese momento, desde el Gobierno se había insistido en la virulencia de la pandemia en España para justificar que los niños no hayan podido salir, como sí los adultos con causa justificada, en estos 45 días. Ni siquiera a las zonas comunes de sus edificios, en el caso de que las haya.

Distintas iniciativas han surgido para reclamar una flexibilización, como la carta abierta al Gobierno y al Ministerio de Sanidad promovida por Heike Freire, con más de 300 firmas de profesionales vinculados a la infancia. Para Freire, que el real decreto del estado de alarma no mencione ni una sola vez a la infancia y cite hasta tres veces las necesidades de los perros es una señal. «Un niño o niña, para un desarrollo saludable, necesita tres o cuatro horas de juego espontáneo al aire libre. La OMS habla en caso de pandemia de al menos una hora al día para que se desarrollen bien». El pasado sábado celebraba la noticia de que los niños podrán salir: «Ya era hora. Esperemos que el 27 se haga realidad y se aborde como un derecho, no como un capricho o una cesión a la presión de padres «que no soportan a sus hijos más en casa».

El sociólogo y ex Alto Comisionado  para la Lucha contra la Pobreza Infantil Pau Marí Klose reconoce que una de las mayores preocupaciones son los posibles efectos psicológicos. Hace unas semanas, una revisión en la revista The Lancet hablaba de una probabilidad cuatro veces superior de estrés postraumático en niños que en adultos. «De hecho, Francia en su decreto explicitaba que se debía respetar la salida de los niños a airearse para garantizar su equilibrio mental y psicológico, como lo hacían las órdenes de distintos lander en Alemania. Mientras, Dinamarca, lo primero que hizo antes de extender por completo su actividad empresarial fue abrir las escuelas infantiles, en reconocimiento de que los niños son especialmente vulnerables, tienen un límite que conviene no traspasar», relata.

Pau Marí Klose: "

Lo primero que hizo Dinamarca, antes de extender por completo su actividad empresarial, fue abrir las escuelas infantiles

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¿Dónde está este límite? Amaya Prado es psicóloga educativa del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Firma el comunicado del Consejo General de la Psicología de España en relación a las necesidades de la infancia y adolescencia en esta situación. Asegura que es muy importante que se haya anunciado esta salida gradual. «En la mayor parte de los trastornos psicológicos y psiquiátricos se necesita una media de seis meses para considerarlos como tal. No estamos hablando de trastornos, pero sí de sintomatología de estrés postraumático, como miedo a salir y a contagiarse, que con una salida gradual en parte puede paliarse, evitando que dificultades que ahora son leves o moderadas se agraven».

Prado habla de una especie de escalada en cuanto a las dificultades emocionales de los niños en este tiempo, incluso en familias sin problemas previos: «Al principio hubo una adaptabilidad bastante buena, los niños entendieron muy bien el mensaje de Quédate en casa, vieron que había un objetivo muy claro, y los padres, equilibrando muchas cosas, han intentado hacerlo lo mejor posible. Lo vivieron como una novedad. Pero poco a poco han ido surgiendo alteraciones en los más pequeños». La psicóloga explica cómo han observado más dificultades en el sueño, con pesadillas, miedos justo a la hora de acostarse o durante la noche, y problemas también en la expresión y regulación de las emociones, con rabietas inesperadas e irritabilidad. «Vemos niños que se saltan continuamente los límites con alteraciones conductuales, no como forma desafiante sino como una manera de reaccionar ante algo que no saben cómo gestionar», prosigue. Y se empieza a apreciar también apatía e hipoactividad: «Hay niños que si el papá o la mamá les invitan a acompañarles a la calle, aunque solo sea bajar a tirar la basura, ya no quieren salir».

Derechos no confinados

Clara Martínez es directora de la Cátedra Santander de Derechos del Niño de Comillas Icade. Junto con el actual director de Derechos de la Infancia y de la Adolescencia, Gabriel González-Bueno, y con Carlos Becedóniz e Isabel Lázaro, elaboró una guía en 2015 para detectar el impacto en la infancia y la adolescencia de las disposiciones normativas. Reconoce que en esta crisis el enfoque de infancia ha estado ausente. «Las medidas del estado de alarma afectan a los derechos de toda la población, pero, una vez más, evidencian que en la cabeza de los gobernantes no están los niños, que son personas con los mismos derechos, no se piensa en analizar el impacto en los derechos de los niños, los más claramente afectados esta vez en cuanto a su derecho a la libre circulación», comienza.

«Los efectos físicos, psicológicos y emocionales del confinamiento sobre los niños son mucho más graves que sobre los adultos por sus características y el momento evolutivo en que se encuentran. Pero, además, ¿se ha pensado en derechos en relación a determinados colectivos como los 2,4 millones de niños en riesgo de pobreza y exclusión o los 17.000 niños que viven dentro del sistema de protección? ¿Cómo se está garantizando su derecho a no sufrir violencia en el caso de aquellos que la sufren en casa? ¿Se ha recordado que el 80% de los casos de abuso sexual en menores se dan en el ámbito intrafamiliar y que conviviendo 24 horas con el abusador hay una multiplicación del riesgo exponencial, al tiempo que se invisibiliza más?», abunda.

En este sentido, recomienda dar un vistazo a las 100 medidas para la infancia elaboradas por la Plataforma de Infancia, con 67 organizaciones que trabajan en este ámbito. El Comité de Derechos del Niño de Naciones Unidas y el Consejo de Europa cuentan también con documentos específicos. «No es algo que digan solo las ONG. Distintos organismos recalcan que es el colectivo que más riesgo tiene de ver desatendidos determinados derechos. Sí, es una pandemia y en España se ha tomado la decisión de declarar un estado de excepción, pero conviene tener presente que si ahora se modifica la norma no es para aliviar la vida de las familias. Este enfoque es limitado. Como subrayó la secretaria general del Consejo de Europa, Marija Pejcinovic Buric, «los niños pueden estar confinados, pero sus derechos no». Martínez insiste en que esta crisis ha constatado que otros países nos llevan bastante ventaja en la incorporación de un enfoque de infancia a sus políticas, programas y legislación.

Aunque tarde, la pelota está ahora en el tejado de las familias y es el momento de mostrar la misma ejemplaridad en el cumplimiento de medidas que hasta ahora para no poner en riesgo todo lo avanzado.

Condiciones para una salida segura

  • Dentro de los menores, Pedro Sánchez anunció que los niños de 0 a 12 años tendrán prioridad, tomando como referencia, dijo, la Ley de Salud Pública.
  • En el informe elaborado por los expertos pediátricos con el que trabaja el Ministerio de Sanidad se habla de salidas de media hora con un adulto responsable, con mascarilla también en el caso de los niños, sin la posibilidad de usar columpios ni mobiliario urbano y manteniendo la distancia de seguridad. El doctor Luis Sancho Pérez, jefe de Pediatría del Hospital Quirónsalud Sur, recuerda que mientras que el distanciamiento social seguro es de dos metros, lo es en interior o exterior sin viento. «Si hay viento hay que aumentarlo a cuatro, cinco o 10 metros, según su intensidad», señala.
  • Save the Children ha elaborado sus recomendaciones. Habla de una salida diaria de una hora en un radio de un kilómetro del domicilio, incluidos espacios verdes y manteniendo los parques infantiles cerrados. En caso de que se  establezcan horarios, pide al menos dos posibles turnos de salida para facilitar el teletrabajo y la conciliación. Si la salida es gradual, aconseja que comience por los niños de 0 a 6 años.

Los más vulnerables entre los vulnerables

«Somos conscientes de la realidad que viven muchos niños y niñas, en hogares de 40 o 50 metros cuadrados y de su necesidad de salir a la calle a oxigenarse», aseveró Pedro Sánchez el sábado. El porcentaje de menores de 18 años en situación de hacinamiento, según la Encuesta de Condiciones de Vida (cuando no se cumple alguno de los siguientes requisitos: una habitación para la socialización, una por cada pareja, otra para cada soltero de dieciocho y más años, una por cada par de solteros del mismo sexo entre los doce y diecisiete años, una por cada soltero entre los doce y diecisiete años no incluidos en la categoría anterior y una habitación por cada par de niños menores de doce años), es un 6,4%; un 14,1% en hogares bajo el umbral de la pobreza. Además, un 17,4% vive en viviendas poco adecuadas (goteras, humedades, suelo, techo o ventanas en malas condiciones), un 25,3% si están en situación de pobreza.

Desde la Dirección de Derechos de la Infancia y de la Adolescencia también se ha aportado a Sanidad un documento de propuestas para la salida, «empezando por los más pequeños y por aquellos en los que su situación personal o social sea más complicada (niños y niñas en el sistema de protección, con discapacidad…)».

«A más largo plazo hay que seguir atentos a las consecuencias para la salud física y mental y el bienestar de los niños y niñas que está teniendo la epidemia en muchos aspectos, desde los más personales (como la perdida de seres queridos o la exposición a la violencia en el hogar) hasta los más generales (previsible incremento de la pobreza infantil o el abandono escolar)», apunta su director, Gabriel González-Bueno, mencionando la importancia de la continuidad de las medidas urgentes para proteger los hogares vulnerables con un Ingreso Mínimo Vital «que tenga muy en cuenta la presencia de niños y niñas en los hogares».

Infancia Confinada, un proyecto para dar voz a los menores

Infancia confinada es un proyecto puesto en marcha por los sociólogos Marta Martínez Muñoz, de Enclave de Evaluación, e Iván Rodríguez Pascual, de la Universidad de Huelva, para analizar las vivencias, inquietudes y preocupaciones de los niños ante esta situación, en base a un cuestionario online, con una muestra de 425 niños sobre todo de la Comunidad de Madrid, la Comunidad Valenciana, Cataluña y Andalucía, la mayoría de 10 a 14 años.

«Constituyen el 17% de la población. Queríamos darles el protagonismo. Estábamos viendo que surgían un montón de tips para tenerlos entretenidos en casa pero que la infancia solo estaba presente desde un relato adulto», arranca Martínez, que expone que como investigadora ha constatado con esta crisis «lo difusa, compleja y elástica que puede ser la aplicación del interés superior del menor».

«Con sus respuestas hemos comprobado cómo  sus preocupaciones son muy similares a las de las personas adultas (que pueda morir un familiar, la soledad de sus abuelos, que puedan perder el trabajo sus padres, que pueda estar infectado, que dure mucho). Mientras la sociedad insiste en usar el concepto infantil como insulto ellos muestran una sensatez enorme al percibir esta situación», explica Martínez.

«El discurso adulto ha sido muy duro, se les ha llamado vectores de transmisión o focos de infección para justificar su confinamiento estricto, pero la inmensa mayoría de los encuestados lo aceptan y aunque les parece extraño que su padre pueda bajar a comprar o que ese señor baje cuatro veces con el perro y ellos no puedan salir, entienden que es por un bien colectivo», añade Iván Rodríguez que considera que esta crisis ha puesto de relieve que somos «una sociedad invisibilizadora de los niños y niñas y de sus derechos».

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