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Fernando M. Reimers: “No creo que sea posible hacer obligatoria la asistencia mientras conlleva un riesgo”

El director de la Iniciativa Global de Innovación en Educación de la Universidad de Harvard es coautor, junto a Andreas Schleicher, de la guía de la OCDE para responder a la pandemia desde el terreno educativo.
Saray MarquésMartes, 12 de mayo de 2020
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Fernando Reimers, experto en innovación y política educativa de la Universidad de Harvard.

Fernando M. Reimers trata de dar respuesta a algunas incógnitas que se ciernen hoy sobre los centros educativos (y no solo).

Más de 1.500 millones de estudiantes de todo el mundo han estado este tiempo en sus casas, como consecuencia del Covid-19, ¿cómo será su regreso a las aulas?
—No sé cómo será la reapertura de las aulas. Depende de cómo evolucione la pandemia y se organice la logística del proceso. Sin duda existe una gran presión por reabrir la economía, para paliar el enorme impacto que está teniendo en la productividad, el consumo y el empleo. Habrá tensiones entre las autoridades sanitarias y los líderes políticos y empresariales hasta que no exista una vacuna y tratamientos farmacológicos para disminuir la velocidad de expansión del Covid-19. Nuestra mejor esperanza está en que los equipos que están trabajando en centros de investigación en busca de esta vacuna encuentren una pronto y en que encontremos formas de producción masiva y de distribución efectiva a la mayor parte del mundo. Ambos son desafíos mayores y lo más prudente es pensar que faltan al menos otros 10 meses hasta lograrlo. Ojalá se pueda lograr antes.

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Lo más prudente es pensar que faltan al menos otros 10 meses hasta lograr una vacuna

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Entretanto, la principal alternativa para mitigar su velocidad de expansión son medidas de distanciamiento físico, las que han implementado, en diversos grados, muchos países las últimas semanas. Reducir las restricciones de movilidad requiere poder hacer diagnósticos efectivos, rápidos y masivos para identificar el surgimiento de brotes de infección. También, mapeo de los contactos de las personas infectadas. Esto es costoso y conlleva desafíos logísticos y de invasión a la privacidad.

Si uno pudiese hacer diagnósticos periódicos, digamos en la mitad de la población de una universidad, podría aislar a las personas infectadas y evaluar rápidamente a todas con las que han tenido contacto. Uno podría entonces organizar el funcionamiento de las instituciones educativas tratando de disminuir la densidad en el uso de los espacios. Por ejemplo, aunque no sea deseable en muchos sentidos, se podrían cambiar horarios, crear turnos, distribuir las clases de manera que grupos de estudiantes alternasen el uso de los espacios o combinar enseñanza presencial con estudio independiente o Educación en línea y otras modalidades remotas como televisión, radio o materiales impresos. Y habría que crear condiciones para que hubiese mucha más higiene en los espacios físicos.

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Se podrían cambiar horarios, crear turnos, alternar el uso de espacios o combinar enseñanza presencial con estudio independiente

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Organizar esto es costoso y complejo. Si se pudiese organizar bien, y si se pudiesen asumir los costes, probablemente sería más efectivo que continuar con la instrucción remota. Me temo que, ante la imposibilidad de asumir los costos, en especial de la evaluación frecuente de la población para identificar infección antes de que sea sintomática, algunas instituciones tratarán de encontrar una forma menos costosa de regreso a clases, con lo cual aumentan los riesgos de infección. Imagino que las instituciones educativas pedirán a las personas que acudan a los centros en estas condiciones asumir el riesgo y les harán firmar declaraciones en las que se comprometan a no demandar a la institución si se contagian, o a que sus familias no lo hagan si pierden la vida. Esto colocará a los estudiantes y a sus familias ante un gran dilema, sobre cuánto riesgo están dispuestos a correr por poder estudiar. No es nada sencillo el panorama. Por eso, la mejor esperanza descansa en el descubrimiento de una vacuna o tratamientos que disminuyan la tasa de mortalidad de las personas infectadas.

¿Ve bien una Educación mitad presencial y mitad online? 
—La opción de que parte de la instrucción sea en los centros y parte en casa es una de las que existen para descongestionar los centros. Dar a algunos alumnos la opción de seguir toda la instrucción desde casa seguramente sea una necesidad legal si se va a exigir que quienes acudan a los centros lo hagan asumiendo los riesgos sobre su salud y sobre su vida que ello conlleva. Será necesario que haya una opción. Poder organizar una forma de instrucción donde algunos estudiantes acuden a la escuela, al menos parte del tiempo, y otros no, será logísticamente más complicado que el resto de los arreglos que hemos planteado, ya de por sí bastante complicados.

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Dar a algunos alumnos la opción de seguir toda la instrucción desde casa seguramente sea una necesidad legal si se va a exigir que quienes acudan a los centros lo hagan asumiendo los riesgos sobre su salud

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¿La asistencia sería optativa? 
—No creo que sea posible hacer obligatoria la asistencia mientras conlleva un riesgo conocido de infección con consecuencias potencialmente letales para los estudiantes o sus familias.

¿Qué ha de tener un buen plan de reapertura?
—Los mejores incluyen planes de contingencia en la eventualidad de que la pandemia vuelva a dispararse una vez que las personas abandonen el distanciamiento físico y aumenten los contagios. Es fundamental hacer previsiones ante la posibilidad de tener que cerrar todos los colegios. Hay una probabilidad no trivial de que sea necesario si la curva de infecciones vuelve a crecer aceleradamente una vez que se levanten las restricciones de movilidad.

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Es fundamental hacer previsiones ante la posibilidad de tener que cerrar todos los colegios

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¿Cuáles son los momentos más complicados de la jornada escolar?
—Los cambios de hora, las transiciones entre asignaturas. Uno de los ajustes que ayudarían al regreso a las clases sería programar el horario de manera que requiera menos movilidad de los alumnos dentro de la escuela. Esto es indeseable desde el punto de vista de la salud de los estudiantes y de lo que sabemos sobre las condiciones que facilitan el funcionamiento cognitivo y la atención, pero probablemente sea el menor de los males, comparado con las consecuencias de los contagios por un mayor contacto y proximidad física entre personas en la escuela.

El mantenimiento de la distancia social en los espacios comunes como el comedor, los baños y el patio es también un desafío cuya solución requiere gran disciplina y autocontrol de los estudiantes. No será sencillo.

¿Ayudará una mayor colaboración entre escuelas?
—La mayor colaboración entre escuelas es esencial para compartir soluciones y formación a los profesores y a los padres. Tiene sentido que las escuelas busquen economías de escala. Lo mismo con intercambiar soluciones ante un desafío nuevo para el que no existen recetas probadas. Ya está ocurriendo. En aquellos lugares en que hay centros educativos con infraestructura educativa infrautilizada, poder utilizarla por parte de otros centros que la necesitan sería una forma de permitir el distanciamiento físico. Puede ser una opción en los países con crecimiento demográfico negativo, como muchos en Europa.

¿Qué nos enseña esta pandemia?
—Nos hace replantearnos qué tiene sentido y qué es posible enseñar dadas las circunstancias. Las condiciones de vida de los estudiantes han cambiado. En algunos casos, sus familias han sido directamente afectadas por la pandemia, en otros el impacto ha sido indirecto, la pérdida del empleo, por ejemplo. En todos, la pandemia ha generado cierto desasosiego. En este contexto, es importante que la escuela trate de ofrecer a los estudiantes, y en lo posible a las familias, una cierta tranquilidad, estabilidad. Crear rutinas contribuye a ello. También, crear formas de enseñar y de aprender que no se apoyen excesivamente en los padres, pues estos tienen demandas propias que atender.

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La escuela debe tratar de crear formas de enseñar y aprender que no se apoyen excesivamente en los padres, pues estos tienen demandas propias que atender

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En este tiempo hemos aprendido lo poderosa que es la institución educativa como centro organizador de las actividades de aprendizaje y lo difícil que es continuar con el aprendizaje cuando está debilitada en su capacidad de operación. También, lo poco preparados que están muchos estudiantes para aprender de forma autónoma. Y la importancia de tener equipos con capacidad de responder a desafíos. Algunos centros y redes escolares han demostrado tener equipos colegiados capaces, con buena comunicación, gran compromiso con los estudiantes y un buen liderazgo. Pero también se ha hecho visible la débil capacidad institucional y los malos liderazgos (y los costes para los estudiantes y la sociedad). Es posible que esto derive en una mayor profesionalización de la enseñanza, una mejor valoración de la escuela y los profesores y un mayor rechazo social a la utilización de esta como coto para intereses particulares.

Me temo que una de las consecuencias de esta pandemia son periodos largos de recesión económica que obligarán a las sociedades, a los padres y maestros, a preguntarse qué es realmente importante en la Educación y tal vez esto contribuya a replantearse el funcionamiento de las instituciones educativas para que sirvan principalmente para preparar a los estudiantes para hacerse cargo de sus propias vidas y contribuir a mejorar las comunidades de las que forman parte.

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Comentarios

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