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Lorenzo Benussi: “Las escuelas italianas con mayor reflexión pedagógica han afrontado mejor la crisis”

Lorenzo Benussi piensa que el aprobado general en Italia muestra las limitaciones de la pedagogía tradicional, incapaz de motivar y evaluar desprovista de su arma predilecta: el examen.
Rodrigo SantodomingoMartes, 12 de mayo de 2020
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Benussi aborda en esta entrevista la emergencia escolar. MAGISTERIO

La opción de reabrir las escuelas italianas a mediados de mayo sigue encima de la mesa, pero pocos confían que sea viable, al menos de forma masiva. Quizá se vuelva a las aulas para que los alumnos realicen los exámenes de Maturitá [selectividad], la prueba que otorga el título de Bachillerato y permite acceder a la universidad. Aunque nadie está seguro de casi nada. Entre las pocas certezas, destaca la seguridad de que no se repetirá curso. Polémica medida que, a su vez, plantea un buen número de interrogantes.

Hablamos con Lorenzo Benussi, jefe de Innovación en la Fondazione per la Scuola. Una prestigiosa institución que, bajo el amparo de la Compagnia di San Paolo, impulsa en el país transalpino proyectos centrados en la inclusión y la renovación pedagógica.

Benussi participó el pasado 15 de abril en unas jornadas online organizadas por WISE –el mayor foro educativo global– para abordar la emergencia escolar.

Pregunta. ¿Cuál ha sido la reacción de la comunidad educativa ante el aprobado general?
—Ha habido un gran debate. La mayoría asume que es casi imposible poner notas. Pero mucha gente piensa que el aprobado general desmotiva, que los chavales lo ven como unas vacaciones anticipadas. Además, multiplica la carga de trabajo de cara al próximo septiembre.

¿Usted qué opina?
—Se puede evaluar, siempre y cuando se asignen tareas pertinentes desde un enfoque pedagógico adecuado. Proyectos para crear productos multimedia. O laboratorios científicos colaborativos en los que una clase investigue sobre la enfermedad. Lo que no tiene sentido es seguir empeñados en el examen.

¿Está mostrando el confinamiento las limitaciones de la Educación tradicional?
—Diría más: las está amplificando. La escuela clásica lleva tiempo en crisis, y el virus nos está enseñando una lección dramática e inolvidable. Cada vez disponemos de más y mejor tecnología, pero no ha habido una reflexión pedagógica profunda. Nuestra fundación ha detectado que los centros que mejor están lidiando con la crisis son aquellos que sí habían hecho esa reflexión. Pero la mayoría de escuelas italianas están haciendo lo mismo de siempre, aunque utilizando formatos online. Clases magistrales y deberes en soledad durante 6 horas es terrible para el alumno, además de poco efectivo.

Volviendo a la evaluación, ¿no resulta algo triste que el debate se esté reduciendo a una máxima tan simple: sin notas, no hay motivación?
—Confío en que, cuando vuelva la normalidad, la Educación pueda capitalizar esta experiencia para empezar a tomarse en serio la gran competencia del siglo XXI: aprender a aprender, y el consiguiente deseo de seguir aprendiendo toda la vida.

“Mucha gente piensa que el aprobado general desmotiva y multiplica la carga de trabajo de septiembre”

¿Cómo se está abordando allí el problema de los alumnos desconectados?
—Es terrible. Se calcula que el 15-20% del alumnado se ha quedado al margen con la crisis. No es solo un problema de conectividad, sino también de escasa cultura digital entre grandes capas de la población. Y de contextos familiares y necesidades socioemocionales entre los chavales de entornos deprimidos. Las autoridades han provisto fondos para atajar el problema, y muchas organizaciones, como la nuestra, han puesto en marcha diversas iniciativas. Luego está el reto de conseguir terminales, que es enorme por el desabastecimiento y los escollos logísticos que provoca la cuarentena.

Las autoridades mantienen la opción de volver a la escuela a partir del 14 de mayo. ¿Resulta factible?
—No estoy seguro, pero esa posible vuelta plantea una cuestión muy interesante. Mantener la distancia de seguridad en las escuelas parece imposible, así que habría que utilizar otros espacios como bibliotecas o museos, incluso parques. Es decir, implicaría abrir realmente el aula al exterior, romper los muros de la escuela para buscar el aprendizaje en otros lugares. Una previsión habitual cuando imaginamos la escuela del futuro que llegaría de golpe.

Un verdadero desafío organizativo.
—En realidad, lo más probable es que, si los centros abren, se focalicen en los alumnos que tienen que pasar la Maturitá u otras pruebas nacionales.

“Es terrible. Se calcula que el 15-20% del alumnado se ha quedado al margen”

Y si no abren, la Maturitá se haría oral y online. Quizá sea posible en asignaturas como Historia, pero ¿cómo se hace un examen de Matemáticas oral?
—Nadie lo sabe. Es muy complicado, no hay precedentes. Hasta el punto de que el Ministerio está buceando en una ley que se aprobó justo al final de la Segunda Guerra Mundial tratando de encontrar inspiración e ideas para situaciones excepcionales.

Para el resto de alumnos, el aprendizaje continúa, con o sin aprobado general. ¿Hay directrices claras de las autoridades? ¿Cada centro o profesor lo está haciendo un poco a su manera?
—Existe bastante margen de maniobra sobre qué y cómo enseñar. Es una postura inteligente, teniendo en cuenta la enorme disparidad de situaciones. Pero plantea dudas en términos de igualdad, ya que no está claro qué se está haciendo con los alumnos que se están quedando atrás.

“Esta situación quizá sirva para replantearnos un modelo en el que se trata igual a todos los alumnos”

Parece que el Covid-19 ha destapado –o ha hecho más evidentes– las grandes desigualdades sociales y cómo estas afectan al aprendizaje.
—Quizá sirva para replantearnos un modelo en el que se trata igual a todos los alumnos, y tender hacia otro basado en la personalización y en las diferentes necesidades. Por cierto, los alumnos que se están quedando atrás no provienen solo de entornos desfavorecidos. Hay cantidad de hijos de familias ricas que se pasan el día en Tik-Tok, YouTube o jugando a la Play.

Volvemos al asunto de la desmotivación y la falta de implicación del alumno, sobre todo cuando quitamos el factor notas.
—Pienso que es una cuestión crucial: implicar al alumno con medios y contenidos que puedan interesarle, y a partir de ahí, activar el proceso de aprendizaje. Nuestra fundación lleva años diciendo que ese es el camino. Ahora el virus lo ha dejado tristemente claro.

Filantropía desde 1563

  • La Compagnia di San Paolo, con sede en la ciudad italiana de Turín, fue fundada en 1563 con el objetivo de socorrer a las capas más desfavorecidas de la sociedad. Tras siglos de avatares, en 1990 se convierte en fundación bancaria, una figura típicamente italiana. La Compagnia posee actualmente acciones en bancos y otras empresas, y destina íntegramente sus dividendos a proyectos sociales.
  • La Fondazione per la Scuola es una de las principales instituciones de la Compagnia. Constituida en 2001 para agrupar todas sus acciones educativas, en la actualidad se centra en promover la inclusión, el cambio pedagógico y la autonomía escolar. Uno de sus programas estrella es ‘Riconnessioni’, que ayuda a los centros a acometer mejoras tecnológicas, arquitectónicas y organizativas que hagan posible la innovación pedagógica.
  • La Compagnia también se muestra muy activa en la promoción del arte y la defensa del patrimonio (Fondazione 1563) y en la atención de necesidades básicas entre las capas más vulnerables (Ufficio Pio). Otros campos de intervención de esta entidad tuinesa incluyen la experimentación cultural y la investigación en áreas como la economía, las nuevas tecnologías, el medio ambiente y la medicina, entre otras.
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