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Equilibrio de poderes

Manuel Carmona
Profesor universitario
30 de noviembre de 2020
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En el reciente curso que he impartido a los estudiantes del Iscom París sobre la actualidad de La rebelión de las masas de Ortega, llegado un punto les hablé del necesario equilibrio de poderes en cada país, en Europa, en Occidente y en el mundo si queremos avanzar. Como en ese mismo ensayo comenta Ortega, los avances en la vida y en la historia de los pueblos nunca hay que darlos por descontados. Solamente hay que mirar a la Historia para ver cómo a épocas de esplendor le han sucedido periodos de empobrecimiento en todos los órdenes, y viceversa.

Por citar dos ejemplos recientes, a la barbarie de la Segunda Guerra Mundial le prosiguió, primero, un esplendor extraordinario a nivel social, económico, jurídico, sanitario o educativo en la mayor parte de Occidente. Pero, a continuación, a partir de mediados de los años ochenta del siglo pasado, esos logros han vivido en todo Occidente por no hablar de los países africanos y asiáticos, de décadas de claroscuros: Una corrupción generalizada a nivel internacional; los tres poderes clásicos sometidos a tensiones y cruce de intereses que han socavado a las democracias consolidadas y nacientes; la confusión y manipulación del espíritu democrático por la partitocracia. O la prejubilación masiva de millones de profesionales en su mejor etapa vital dejando huérfanas a las generaciones siguientes de ejemplos a los que recurrir en momentos decisivos y también otra consecuencia de aquello ha sido el empeoramiento internacional de las condiciones laborales, con lo que éstas afectan al resto de circunstancias diarias.

A lo largo de su fecunda vida, Ortega dedicó buena parte de sus esfuerzos a mostrar los errores de las dos corrientes del pensamiento que llevaban siglos pugnando entre sí para desgracia de todos. Idealistas y realistas se habían mostrado incompetentes para abordar y ofrecer alternativas sabias y prácticas a las cuestiones decisivas de la vida de cualquier persona de cualquier generación. Además de los tintes dogmáticos de unos y otros, se ufanaban en tratar de arreglar la vida de la gente, cuando el primer paso para ello era dejar a la persona a su libre albedrío para que decidiese qué quería hacer con su vida, a qué la quería dedicar, y cómo pretendía hacerlo. Después de esas tres preguntas capitales, vendrían otras.

En palabras de Ortega: Las gentes más ‘cultas’ de hoy padecen una ignorancia histórica increíble. Yo sostengo que hoy sabe el europeo dirigente menos historia que el hombre del siglo XVIII y aún del XVII. Aquel saber histórico de las minorías gobernantes –gobernantes sensu lato– hizo posible el avance prodigioso del siglo XIX. Su política está pensada –por el XVIII– precisamente para evitar los errores de todas las políticas antiguas, está ideada en vista de esos errores, y resume en su sustancia la más larga experiencia. Pero ya el siglo XIX comenzó a perder ‘cultura histórica’, a pesar de que en su transcurso los especialistas la hicieron avanzar muchísimo como ciencia. A este abandono se deben en buena parte sus peculiares errores, que hoy gravitan sobre nosotros. En su último tercio se inicióaún subterráneamente– la involución, el retroceso a la barriere; esto es, a la ingenuidad y primitivismo de quien no tiene u olvida su pasado.

Por eso son bolchevismo y fascismo, los dos intentos ‘nuevos’ de política que en Europa y sus aledaños se están haciendo, dos claros ejemplos de regresión sustancial.

Los nacionalismos en su versión demagógica están siendo combatidos y, a pesar de dirigentes oportunistas y que solo buscan su permanencia en el poder, antes o después pasarán al ostracismo

La primera aclaración es que cuando Ortega habla del concepto de hombre, se refiere a la persona (hombre o mujer). La segunda, los nacionalismos en su versión demagógica están siendo combatidos y, a pesar de dirigentes oportunistas y que solo buscan su permanencia en el poder, antes o después pasarán al ostracismo. Ni Europa ni Occidente se los puede permitir. Ya hemos visto cómo han actuado las cancillerías de Alemania, Francia o Bruselas a los intentos de determinados gobiernos en España, Hungría o Polonia de socavar los principios del Estado social y democrático en los últimos tiempos, en el caso de los segundos en los últimos años.

Para concluir que no rematar esta reflexión, siguiendo la senda que en este periódico lleva recorriendo con sumo gusto y acierto el equipo de decine21.com, animo al público lector a ver la película Larry Crowne, nunca es tarde. En ella se observa con claridad el mundo de intereses creados de unas minorías que sedujeron a otras mayorías –que acabaron siendo cómplices–, pero también de la capacidad de auto regenerarse que tienen la persona y las instituciones. Asimismo, en ese film se muestra cómo se pudo evitar la guerra contra los grupos yihadistas de origen talibán y no se hizo en su momento. Invertir en Educación con sapiencia, como apreciará el espectador de esa cinta, evita guerras, terrorismo internacional, y forma a personas libres, responsables, educadas y con la vida por delante. Recordemos por último las palabras del Padre Firas, franciscano, que con sus hermanos en Alepo y un grupo de profesores están tratando de colaborar en ese futuro de las nuevas generaciones sirias y de sus familias. Es hora de que las embajadas europeas e internacionales en la zona les brinden escucha y recursos básicos en pro de esa pedagogía educativa para los más jóvenes.

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