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Maria Carme Boqué: “En la cabeza de las personas está el enfoque punitivo, pero en el corazón no”

Para Boqué, es positivo que cada vez se hable más de convivencia, pero cree que se debería dar un paso más y evolucionar de la justicia retributiva, del ‘quien la hace la paga’, a la restaurativa.
Saray MarquésMiércoles, 25 de noviembre de 2020
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Mª Carme Boqué acaba de publicar ‘Prácticas restaurativas para la prevención y gestión de conflictos’. M. C. B.

Maria Carme Boqué i Torremorell es maestra, doctora en Pedagogía y profesora de la Universitat Ramon Llull de Barcelona. Charlamos con ella al hilo de su último libro, Prácticas restaurativas para la prevención y gestión de conflictos, recientemente publicado por la editorial Narcea.

En tiempos de Covid-19, ¿es posible seguir trabajando la convivencia escolar?
—En una situación como la que estamos atravesando se ha demostrado que la convivencia es un valor de primera necesidad y que da calidad y calidez a las actividades del centro educativo. En formatos telemáticos o híbridos esta debe ser una convivencia contactless, que no es lo mismo que dejar de interactuar y relacionarse.

En una investigación preguntamos a un grupo de niños y niñas si preferían participar en actividades virtuales o reunirse y no tenían dudas: querían reunirse. Lo necesitan. Por eso, en las clases online también debemos usar miles de pequeñas dinámicas relacionales, como presentarnos explicando quiénes somos o nuestros gustos. Por ejemplo: “Hola, soy Maria Carme y me gusta caminar por la montaña”. Y el siguiente: “Ella es Maria Carme y le gusta la montaña, yo soy Toni y me gusta el chocolate…” A la primera vuelta ya ha cambiado el ambiente y se puede seguir jugando: “¿A quién era que le gustaba el chocolate, nos acordamos?”. Es una forma sencilla de unirse y reunirse. Otro ejemplo sería inventar una pequeña coreografía a la que se va añadiendo un paso cada día. Te ríes y trabajas mejor. Tener varias clases seguidas de 8.00 a 14.00 es extenuante, incluso para los universitarios… Al final te sale la pantalla por los ojos, y súmale por la tarde hacer las tareas de nuevo en el ordenador…

Hemos hablado mucho de las pérdidas de aprendizaje durante el cierre de centros, ¿deberíamos haber hablado más de otros déficits por la falta de relaciones interpersonales?
—Lo que pasa dentro de casa no se ve, y no somos conscientes de lo mal que lo han pasado algunos niños y niñas, pegados a adultos todo el rato, que han acabado hablando como adultos, u otros a los que les han surgido miedos, frustraciones, una sensación de desazón, de que no hay solución, o que han tenido que pasar el duelo solos… Tenemos a personas a las que habitualmente les cuesta relacionarse con los demás, y a las que ahora les cuesta todavía más, adolescentes en plena transformación… Un año, en estas edades, puede ser fundamental. Por eso es muy importante no descuidar esas dinámicas para contar con el otro, para interesarte por él, igual que en otros tiempos tendrías una charla no académica o un momento de distensión.

¿Hay comunidades autónomas que se han tomado más en serio la convivencia?
—Hubo comunidades que lo tomaron con mucha fuerza al principio, pero también hay muchos vaivenes políticos, comunidades que han parado… lo positivo es que hoy cada centro cuenta con su proyecto de convivencia. Preocupa mucho el acoso escolar, se tiene la sensación de hay que hacer algo, pero cuando la convivencia se protocolariza en verdad no ayuda. Últimamente se invierte más en prevenir. Hay comunidades que han realizado un mayor esfuerzo, como Canarias, con la mediación, o Navarra, con la Educación emocional. Yo soy partidaria de un trabajo “por infusión”, en que la convivencia positiva lo tiñe todo. Empezar las clases con una actividad de convivencia puede llevar unos segundos, pero puede suponer un gran cambio. Puede arrancar con una reverencia, chocando las cinco, dejando que los alumnos decidan cómo se saludan, gritando “¡Viva nuestro grupo!” Todas sirven para hacer llegar ese calor humano, para crear ese sustrato para el aprendizaje. Una muestra es que cuando a causa de la pandemia nos encerramos la primera vez en casa no nos mandábamos vídeos de matemáticas, sino bromas, retos, deporte, música…

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Cuando la convivencia se protocolariza en verdad no ayuda

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¿Por qué son importantes las prácticas restaurativas en el ámbito educativo?
—Se ha tenido tendencia a trabajar la convivencia mirando atrás, interviniendo solo si había habido un conflicto. En las prácticas restaurativas hay dos modalidades: los círculos de la palabra de conexión con otras personas (proactivas) y las conferencias restaurativas de reconexión para superar un conflicto (responsivas). Desde la perspectiva restaurativa se asume que tenemos derecho a aprender de sus los errores. La convivencia se estropea porque se causa daño a la comunidad, no por el simple hecho de incumplir la norma. Se protege a la persona y la comunidad se implica como receptora del daño y acompañante en la solución. Esto hace que se evolucione del concepto de responsabilidad pasiva a responsabilidad activa, en que eres tú quien rinde cuentas de tu conducta. Si esta es inapropiada no se te castiga, ya que una sanción no arregla nada, sino que se te da la oportunidad de enmendar el daño con el convencimiento de que eres capaz. De la justicia retributiva (quien la hace la paga, con una sanción o medida correctora) pasamos a otra restaurativa, con la idea de rehacer lo estropeado, de restaurar el daño, de enmendar.

¿Qué sucede si la familia defiende que quien la haga la pague?
—Una de las aportaciones de las prácticas restaurativas es que en ellas las familias cuentan. Si ha habido un conflicto, si dos niños se pelean o uno le quita el móvil a otro o le rompe el abrigo o le insulta, que a continuación venga una sanción resulta muy frustrante. Uno puede sentir que no se le compensa y el castigado, que en realidad el otro le provocó. En las conferencias restaurativas están también las familias, o un amigo, para que el niño se sienta cómodo, se crea una microcomunidad de personas que este conoce y que le ayudan a que mejore, con un facilitador que guía para encontrar soluciones prácticas, que siempre han de pasar por reparar los daños. Es muy importante abordar los sentimientos también, cómo se ha llegado hasta allí y no olvidarse ni de ofensores ni de ofendidos. En estos casos las familias se convierten en parte de la solución en lugar de agrandar el problema.

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En las prácticas restaurativas las familias se convierten en parte de la solución en lugar de agrandar el problema

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Estas prácticas son minoritarias en España todavía.
—Sí, donde más extendidas están es en el Reino Unido, Nueva Zelanda, Canadá… En Irlanda los niños y niñas tienen la capacidad de emplearlas de modo similar a los alumnos mediadores. Estas, además, son tenidas muy en cuenta por jueces y abogados en toda Europa, porque las directivas europeas recomiendan implantarlas en la justicia. Prácticas restaurativas equivale a ponerse en el lugar del otro, a aceptar que la manera más natural de resolver un conflicto es mediante el acuerdo. En la cabeza de las personas está el enfoque punitivo, pero en el corazón no. Si preguntamos qué hay que hacer con los políticos que roban, si quieren que devuelvan lo robado o que acaben en la cárcel, la mayoría quieren lo primero. En el corazón está la reparación y en la cabeza la sanción, quizá por el sobreaprendizaje de la violencia al que estamos sometidos. Hemos aprendido a ser violentos y creemos que ser pacíficos equivale a no hacer nada, pero nos equivocamos.

Currículum vitae

2000: Mención de honor en el Premio Rosa Sensat de Pedagogía por uno de los primeros programas de mediación escolar de España.

2007: Vocal experto del Observatorio de la Infancia de la Generalitat de Catalunya desde 2007 en adelante.

2010-2016: Jurado del Premio Internacional por la Paz de la Evens Foundation, con sede en Amberes (Bélgica).

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