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Universidades empobrecidas

Manuel Carmona
Profesor universitario
3 de noviembre de 2020
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Nos hace llegar el compañero Rúas la irrealidad en la que viven ciertos gestores universitarios respecto al trabajo de los docentes en las universidades públicas. Su hijo, Abel Martín, a quien pusieron ese nombre su esposa Marta y él en homenaje a Antonio Machado y a Leonor Izquierdo, trabaja como profesor en una universidad de lo que otrora se llamaba Castilla la Vieja.

El joven Abel tiene 35 años, es Dr. en Biología molecular, y se encuentra como el resto del profesorado de su centro educativo luchando ahora porque los créditos que se les reconocen dirigiendo Trabajos de Fin de Grado (TFG) sean reales, y no los que pretenden los cargos ejecutivos. Éstos no están dispuestos a dar más de 4 créditos europeos por TFG dirigido a un estudiante.

Rúas, que ha preparado al fogón del hogar para dar ambiente a la tertulia con su hijo, se sienta en el sillón de orejas de cuero marrón que está junto a la lumbre y le pregunta a su vástago al que tiene enfrente sentado en el otro sillón gemelo que suele ocupar Marta:

–¿Cuánto tiempo dedica cualquier profesor a un alumno por dirigirle su TFG?

A lo que Abel responde: -no menos de 8 horas, la horquilla se mueve entre las 8 y 10 horas por TFG y discente.

–¿Cómo es el proceso de dirección del TFG?, le cuestiona Rúas.

–Una vez que acuerdas con el estudiante que le diriges su trabajo de investigación con el que completará su Grado (sin éste no tiene el título), y dedicas unos 5 minutos a inscribirlo en la Plataforma de TFG, comienzas a buscarle Bibliografía específica sobre el tema a investigar. Y no solo eso, sino que para darle enjundia a la indagación, le proporcionas contactos de expertos profesionales sobre la materia investigada para que los entrevisten y que tenga más consistencia el mismo, –le contesta Abel–.

–¿Y eso cuánto tiempo supone de trabajo?, le indica Rúas.

–Una hora larga, –responde Abel–.

–¿Y cuál es el proceso a partir de ese momento?, –le interpela Rúas queriendo profundizar en el tema–.

–Ya depende de la destreza y de la capacidad de trabajo que cada universitario sea capaz de desarrollar. Desde el principio, le explico la Estructura básica del TFG: su Portada; su Índice de contenidos; la Introducción exponiendo el tema elegido y la metodología que se va a aplicar durante la investigación; el Estado de la cuestión y las hipótesis que se van a tratar de demostrar o de refutar; el Caso o los Casos prácticos a analizar; la Bibliografía y los Anexos si los hubiera. Todo eso supone una hora de trabajo más en una nueva tutoría –matiza Abel–.

–¿Y cómo son las entregas a partir de ese momento? –le cuestiona Rúas–.

Nos hace llegar el compañero Rúas la irrealidad en la que viven ciertos gestores universitarios respecto al trabajo de los docentes en las universidades públicas

-Eso depende de cada universitario, de su constancia en el trabajo diario, si está o no trabajando o haciendo las prácticas, de su seguridad haciendo el TFG. Lo normal, –apunta Abel–, es que no haya menos de 4 ó 5 entregas antes de la definitiva. Y cada una de ellas supone de media una hora de trabajo por cada una de aquéllas, –precisa, Abel–.

-¿Qué nivel de dificultad tiene la corrección de cada entrega? –le interpela Rúas, buscando que su hijo sea más preciso.

-A lo que éste responde: –Eso depende de tres circunstancias básicas: Una, de la base formativa y profesional que el estudiante haya desarrollado durante los cuatro o cinco años de su Grado. Dos, del entusiasmo que muestre por el tema elegido. Tres, de su capacidad de escucha para los aciertos que haya hecho en cada entrega los consolide a lo largo del TFG. Y que los errores en cuestiones cotidianas como la forma de editar según las normas de la APA; cumplir con los criterios de edición y redacción de un TFG; no se reiteren a lo largo del mismo y de cada entrega. Eso puede suponer entre dedicarle una o dos horas más de trabajo tanto estudiante como docente.

–Por tanto, Abel, si mis cuentas no me fallan, eso supone un cómputo global de unas 9 horas de dedicación por parte de cada profesor.

–En efecto, Rúas, –le argumenta, Abel–. A las que hay que sumar otra hora para una tutoría para preparar la defensa en caso de que consideres que el TFG es de Sobresaliente y que habrá de defenderlo ante un Tribunal de dos profesores de la universidad donde el joven se gradúa y un profesor de otra universidad lo evaluará

–Estamos hablando de alrededor de 10 horas por estudiante y TFG.

–Así es Rúas. Sería interesante que centrales sindicales, docentes, alumnado, e incluso familias de éstos se unieran para acabar con este abuso, con esta irrealidad, y gratificar al profesorado por lo que hace y cómo lo hace. Un país que no cuida a sus universidades, es un país que no se cuida a sí mismo –sentencia, Rúas–.

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