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Cristina Groeger: “La expansión educativa no siempre permite reducir la desigualdad”

La autora estadounidense cuestiona en su obra 'The education trap' el mito de la Educación como vía preferente –casi única– hacia una sociedad más igualitaria.
Rodrigo SantodomingoMartes, 8 de junio de 2021
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Groeger ha investigado en profundidad la relación entre trabajo y Educación. C.G.

Tras analizar las dinámicas laborales y educativas del Boston de principios del siglo XX, Cristina Groeger concluye que un mayor acceso a la Educación no implica necesariamente una distribución de la riqueza más justa.

Pregunta. No es tanto que la Educación no pueda reducir las desigualdades, sino que no debemos asumir que siempre lo hace.
Respuesta. —Sobre todo en períodos de expansión educativa, que es cuando suponemos que más contribuirá a que la desigualdad sea menor. A principios del siglo XX, la universalización de la Secundaria cobró un gran impulso en EEUU. En la actualidad, cada vez más gente accede a estudios universitarios. Pero en ninguno de los dos casos se observa una relación entre más Educación y una menor concentración de la riqueza.

Sostiene que las élites siempre se las arreglan para introducir mecanismos –más o menos sutiles– en el sistema educativo que perpetúan su acceso preferente a los empleos mejor pagados.
—Ahora se da por hecho que este tipo de empleos requieren una titulación universitaria. Pero a principios del pasado siglo no era así. Incluso en profesiones de prestigio como la abogacía, los nuevos abogados no iban a una facultad de Derecho, sino que aprendían la profesión en un despacho. Esto cambia en las primeras décadas del siglo XX. Es en esa época cuando se diseñan distintos caminos académicos que permiten a esas élites mantener el control de los empleos mejor pagados.

Y estos mecanismos se renuevan para adaptarse al momento.
—Es un constante que desafía el paradigma del capital humano –muy habitual para explicar fenómenos económicos– según el cual, si das cada vez más formación a grandes capas de la población, la tendencia será hacia la igualdad. Pero las élites siempre encuentran nuevos modos de prestigio que les reservan los mejores empleos. Antes era un grado universitario. Ahora es un máster. También atienden a otros criterios que dan información sobre el entorno social del que procede el candidato a un empleo. En el Boston de principios del siglo XX, era habitual que las empresas preguntaran a las universidades sobre hobbies, origen familiar, raza, religión… De forma que el proceso de selección dejaba de estar basado en el mérito académico.

Las élites siempre encuentran nuevos modos de prestigio que les reservan los mejores empleos

¿Se siguen utilizando este tipo de criterios discriminatorios?
—La socióloga Lauren Rivera lo refleja muy bien en su obra Pedigree: how elite students get elite jobs (Pedigrí: cómo los estudiantes de élite consiguen los empleos de élite). Analiza lo que ocurre en las grandes consultoras o en los grandes despachos de Derecho corporativo. No son, claro, criterios explícitos, pero que sí pretenden, en teoría, que el candidato encaje en la cultura de empresa. Que pueda socializar hablando de sus extravagantes vacaciones, este tipo de cosas.

En EEUU, las diferencias en la Pública son enormes. El sistema de financiación, en gran parte local, hace que el Estado y los recursos de colegios e institutos varíe enormemente entre zonas pobres y ricas. Resulta difícil pensar en la igualdad de oportunidades, siquiera como ideal, cuando se da más al que ya tiene más, y menos al que empieza con menos.
—Con un sistema tan descentralizado, las escuelas y high schools al final reflejan la realidad, el nivel de riqueza de las comunidades para las que operan. Centralizar la financiación y la toma de decisiones permitiría funcionar con una visión de conjunto más basada en la equidad.

¿Y en la Educación Superior, ¿qué tendría que cambiar?
—Fortalecer las instituciones públicas, que en mi país están en clara desventaja respecto a las universidades privadas, muy al contrario de lo que ocurre en la mayoría de países europeos. Y permitir un acceso gratuito o al menos con tasas asequibles para los estudiantes de entornos desfavorecidos, que se ven obligados a endeudarse tremendamente si quieren obtener un título universitario.

El foco en la Educación oscurece importantes preguntas sobre el mercado laboral

¿Se habla de este tipo de asuntos en la política mainstream? Uno puede tener la impresión de que estas propuestas van a ser, sin más, tildadas de comunistas en EEUU.
—No, no, son grandes temas que están sobre la mesa. Aunque la gran crítica de la izquierda educativa estadounidense está dirigida al férreo sistema de rendición de cuentas que se está implantando, la obsesión del teach for the test (enseñar para el examen), y el consiguiente empeoramiento de las condiciones de trabajo de profesores.

Usted argumenta, en cualquier caso, que la mayor o menor desigualdad tiene más que ver con otras cuestiones –sobre todo laborales– que las puramente educativas.
—Es a lo que me refiero por trampa educativa. Muchos autores han intentado explicar el aumento o descenso de la desigualdad desde el prisma de la Educación. Por ejemplo, la mayor distribución de la riqueza en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, que se vincula con frecuencia a la enorme expansión educativa que se vivió en esa época. Es una explicación fácil y con la que los más poderosos se sienten cómodos. Sobre todo porque oscurece preguntas importantes como por qué se pagan salarios bajos, ya que la culpa, si cobra poco, pasa a ser del trabajador por no tener suficiente formación.

¿Así que el mito de la Educación como garantía de ascenso social permite que no se hable de otros temas que podrían tener un mayor impacto hacia una sociedad más igualitaria?
—No debemos olvidar que, a mediados del siglo XX en EEUU, convergen el nivel de desigualdad históricamente más bajo con el pico de la lucha sindical, en especial en las fábricas. También fue un momento de impuestos progresivos y en el que el salario mínimo, ajustado al nivel de vida, era mucho más alto que ahora. A nivel individual, tiene sentido que cada uno aspire a alcanzar el mayor nivel educativo que pueda. Pero a nivel colectivo deberíamos hablar más de otro tipo de soluciones.

En EEUU deberíamos fortalecer las universidades públicas, en clara desventaja respecto a las privadas

Currículum Vitae

  • Formación. Cristina Groeger se formó en universidades anglosajonas de prestigio. Posee un grado en Estudios Sociales por Harvard, donde también cursó su doctorado en Historia. Hizo un máster sobre Pensamiento Político en Cambridge.
  • Profesora. Desde 2018 es profesora de Historia en el Lake Forest College (Illinois).
  • Libro. Tras publicar numerosos artículos –con un interés especial en la clase trabajadora– el pasado marzo vio la luz su primer libro: ‘The education trap’, publicado por Harvard University Press.
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