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Cultivar el buen gusto

José Mª de Moya
Director de Magisterio
27 de octubre de 2021
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Esa es la cuestión, cultivar el buen o el mal gusto. Cada día encontramos oportunidades para ambas cosas y no solo referido a cultivar el gusto de los demás –afición ciertamente hipócrita– sino sobre todo a cultivar nuestra propia capacidad para distinguir entre lo bello y lo feo. Pondré algunos ejemplos recientes de buen o mal gusto, aunque me detendré menos este último, no merece.

Una oportunidad –aprovechada por más de 130 millones de personas en todo el mundo– de cultivar el mal gusto es haber visto El juego del calamar. Aquí el debate sutil no es si la serie es recomendable o no para menores, etc. etc. Parece obvio que no es recomendable: fin del debate. A quien acusa este fenómeno social no es a los adolescentes que la han visto sino a los adultescentes que se la han tragado de cabo a rabo. Lo que es interesante es si la serie es recomendable para mayores, si después de verla hemos crecido o menguado, si salimos mejores o peores, con mejor o peor sabor de boca… Y no me refiero a si nos ha entretenido, ni siquiera si la hemos disfrutado porque obviamente, si la han visto tantos millones, algo tendrá… Pero sabemos por experiencia que algo feo, aún horrible, también puede resultar entretenido, es cuestión de tener el gusto suficientemente estragado, haber perdido la más mínima sensibilidad para presenciar una escena de tortura comiendo palomitas.

Ahora quiero terminar en todo lo alto. Un ejemplo de buen gusto y máximo disfrute es visitar Puy du Fou, que ha sido considerado mejor parque del mundo dos años consecutivos. He tenido la oportunidad de acudir con la familia este fin de semana y se han superado mis expectativas que ya eran muy altas. Vimos cuatro espectáculos diurnos: Allende la mar océana que te sumerge en la travesía de Colón; A pluma y espada que te lleva al siglo de Oro de la mano de Lope; Cetrería de reyes que te transporta al califato de Córdoba en medio aves rapaces sobrevolando sobre tu cabeza; y El último cantar que logra emocionarte cabalgando junto al Cid a través de siete escenarios que rotan 360 grados. El parque cierra con el espectáculo nocturno El Sueño de Toledo, un poético recorrido por la historia de España con casi doscientos actores y unos impresionantes efectos especiales. Doy fe de que engancha a cualquier visitante, tenga la edad que tenga. Yo fuí con un hijo de Secundaria, otro de Bachillerato y dos universitarias y todos salimos entusiasmados de unos espectáculos que emocionan, enseñan… y cultivan el buen gusto.

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