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22 consejos educar en la curiosidad

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Una de las innumerables situaciones en que los hijos nos obligan a salir de la zona de confort es cuando nos obligan a satisfacer su curiosidad. Y seguramente son las que más valen la pena. La curiosidad es un estado de la mente que no tiene una correspondencia directa con el rendimiento académico y sí, en cambio, con la felicidad.

Por Javier Peris

  1. ¿Soy curioso? Si el papá y la mamá no son curiosos, mal asunto. Aunque nunca se sabe. Vamos a hacer, una vez más, como si de verdad influyéramos decisivamente en la formación del carácter de nuestros hijos y hagamos el esfuerzo de interesarnos por todo lo que nos rodea, de saber más, de sorprendernos ante las novedades y descubrir enseñanzas insospechadas del pasado. Y disimular, al mismo tiempo, el hastío que a estas alturas nos producen algunas o muchas cosas.

 

  1. Yo también dudo. Para Aristóteles el asombro es el estado previo de la filosofía. Haz visible tu asombro, tu sorpresa ante lo que no conoces o comprendes. Transmite a los hijos tus propias dudas, perplejidades, preguntas. La actitud de los padres constituye, también en este asunto, el principal recurso educativo de los hijos. Para bien o mal, durante los primeros años los pequeños aprenden casi todo de papá y mamá.

 

  1. Etapa preguntona. Es la primera prueba de la buena disposición de los padres para fomentar la curiosidad de los pequeños. Empiezan a preguntar por todo. Podemos limitarnos a responder lo justito antes de que cambien de tema, o bien ir un poco más allá; incluso más allá de lo que sean capaces de comprender a esa edad. Si, por ejemplo, les explicamos cómo funciona la televisión con una sencilla metáfora de enanitos verdes, agostaremos su curiosidad tecnológica.

 

  1. No hay temas tabú. No evitar ninguna cuestión que les interese, desde el origen de la familia hasta cómo funciona la televisión. No debe haber temas tabú en la conversación con los hijos, y si nos acostumbramos a ello desde el principio después no nos sentiremos incómodos por tonterías. Y tan importante como lo que se dice es la disposición con que se dice. Si perciben que sus padres siempre responden -aunque no tengan respuesta- nunca dejarán de contar con ellos.

 

  1. Ahí fuera. La visita al zoo puede limitarse a buscar a Simba, Pumba y Timón, o bien convertirse en una fuente de intereses sobre la naturaleza. Lo mismo una visita al veterinario con la mascota para iniciarse en la anatomía animal. O en una iglesia, para escuchar por primera vez los conceptos e historias que levantaron tantos templos como ese. Los objetos de la curiosidad están, sobre todo, ahí fuera y no tanto -aunque también sirven- en los formatos audiovisuales.

 

  1. Los otros. Las personas son otra fuente de curiosidad, y más vale que los niños aprendan pronto que la vida no se acaba en el propio hogar, en la propia familia. Hablar a los pequeños sobre terceros es delicado, porque tendemos a juzgarlos. Hablarles bien de la gente -con motivo- es tremendamente educativo porque les ofrece otros modelos positivos además del parental. Por desgracia es más frecuente que caigamos en la tentación de querer reforzar los vínculos familiares a base de criticar a los de fuera.

 

  1. Curiosidad vital y curiosidad intelectual. La curiosidad no es completa -y hasta puede resultar insana- si no se dirige a unos cuantos temas variados. No es malo que se interesen por los videojuegos, por ejemplo, siempre que además les motive la naturaleza o la pintura. O que la música les obsesione pero al mismo tiempo que la literatura o los comics. Hay que estar prevenidos contra las obsesiones excluyentes que hacen despreciar todo lo demás.

 

  1. Sí que entienden. No hay que subestimar la capacidad de comprensión de los niños y jóvenes. A veces basta con trasmitir la complejidad del asunto, o situarlo en el contexto adecuado, o darle la importancia que tiene, ni más ni menos. O empatizar con la curiosidad del hijo y buscar juntos una respuesta. Y en todos los casos, no conformarse con encontrar una explicación adecuada a su edad: hay que ir -repetimos- siempre un poco más allá.

 

  1. Prejuicios para siempre. Mala cosa es evitar los temas por incómodos, pero aún es peor liquidarlos apresuradamente con juicios simplistas o maniqueos. El niño conservará ese prejuicio durante mucho tiempo, quizá para siempre. En la sociedad actual, tan ecléctica, tan poliforme, adentrarse en todos y cada uno de los temas que se debaten puede resultar agotador, pero no hay que menospreciar ninguno y de todos hay que sacar alguna idea o conclusión más o menos sensata.

 

  1. La discusión es muy productiva. Especialmente con adolescentes y jóvenes el esfuerzo por seguir la lógica (a veces tremendamente ilógica) de sus argumentos les proporciona puntos de vista que, terminada la discusión, formarán parte de sus debates interiores. Lo más probable es que no lo manifiesten en el momento (si te dicen ‘papá, me has hecho pensar’, preocúpate), pero es casi seguro que más tarde o más temprano tus palabras acudirán a su memoria.

 

  1. Un instrumento maravilloso. Aprovecha los medios de conocimientos actuales. Más allá de los datos, que no hay que despreciar, Internet nos ofrece interpretaciones para todos los gustos, incluidas las que nos gustan. Supera la pereza que nos impide hacer búsquedas sin prisas, discrimina las fuentes útiles de las superficiales o engañosas, y comparte con los hijos tus descubrimientos.

 

  1. Receta universal. Hay niños que nacen o se crían con esa predisposición a saber, a cuestionar. El esfuerzo se centrará entonces en dirigir esa permanente inquietud hacia intereses sanos, útiles o placenteros. Por el contrario, los hay que parece que no se interesan por nada. Es falso; sólo hay que esforzarse un poco en averiguar qué les motiva. Y si fracasamos, no importa, porque acabarán descubriéndolo por sí mismo.

 

  1. Curiosidad malsana. A veces la curiosidad del niño va en sentido contrario de lo que se le propone en la escuela o en la familia. Antes de juzgarla como una distracción inútil e intentar modificarla, considerar si vale la pena fomentar esos intereses, gustos o preferencias. Si aun así lo tienes claro, la solución fácil es hacer todo lo posible por desanimarle, no dejarle tiempo para seguir con su dudosa afición. La difícil, implicarte y compartirla para poder sacar de ella algo positivo o encaminarla por otros derroteros.

 

  1. Sin miedo a destacar. Por el contrario, es maravilloso cuando descubres que el niño siente curiosidad por los conceptos y contenidos que le proporciona el aprendizaje reglado, por lo que aprende en la escuela. No dejes que caiga en la tentación de no distinguirse de los compañeros; ayúdale a seguir profundizando y cuenta, si es posible, con la complicidad del profesor o del tutor.

 

  1. Padres bajo la lupa. Mamá, ¿cuál es tu historia? ¿En qué piensas, papá? Los padres constituyen una fuente de curiosidad natural que se puede manifestar más o menos, pero cuando se expresa nunca debe evitarse. La biografía de los padres enseña, mejor que cualquier libro de historia, que apenas hay algo nuevo bajo el sol, que las relaciones humanas son básicamente las mismas, y enseña a los jóvenes que sus miedos, ilusiones y problemas no son tan especiales.

 

  1. Jugar sin parar. Los juegos cada vez ocupan más espacio en la primera etapa de la Educación reglada pero aún está por desarrollar entre los mayores, para los que el deporte en equipo es el principal sucedáneo. Y es una pena porque jugar consigue, entre otras cosas, incentivar el conocimiento, disfrutar con la novedad, aspirar a mejorar. En el hogar los juegos no deben desaparecer tras la primera infancia, sólo deben cambiar.

 

  1. Hacen pensar. ¿Es bueno cuestionarlo todo? De entrada, sí, aunque algunas preguntas parezcan absurdas y otras, además, lo sean. Las que tienen difícil respuesta (¿por qué tengo que hacer caso a mis padres?) pertenecen a etapas poco duraderas y no hay que preocuparse en exceso. Otras son pertinentes aunque suenen a impertinentes. Con frecuencia los hijos nos obligan a dedicar un ratito a pensar por qué creemos en lo que creemos, por qué esto es bueno y aquello malo.

 

  1. Chicos y chicas. La curiosidad por el otro sexo no hace falta estimularla. Viene de fábrica. La tarea de orientarla de manera sana -realista- debe comenzar muy pronto y alargarse durante toda la crianza. Incluso cuando el joven o la joven parece saberlo todo y rechazan todo lo que viene de los padres, hay que arreglárselas para que escuchen buenos consejos y reflexiones sensatas, y que conozcan modelos atractivos de sexualidad equilibrada.

 

  1. Constancia, sudor. Saber se consigue con esfuerzo. Los libros de texto, en papel o en pantalla, no son un capricho de los educadores ni una treta de las editoriales. El estudio y el trabajo consiste en algo más que adquirir unas destrezas; cada actividad, cada campo de conocimiento contienen una sabiduría propia que se adquiere dedicándoles tiempo y esfuerzo.

 

  1. A cierta edad la curiosidad se vuelve más cercana. El joven empieza a leer y escuchar sobre impuestos, pensiones, sexo queer, ley Celaá, ¡franquismo!, cosas de las se habla poco o nada en la escuela y mucho menos entre los amigos. En fin, un auténtico reto para los padres, una vez más enfrentados a la ardua tarea de ser tan precisos como ecuánimes. Ya sabemos que sólo lo entenderán a medias… Pues eso que llevan adelantado.

 

  1. Cara a cara. Los buscadores de Internet se han cargado las discusiones sobre los datos, pero eso no significa que en Internet esté todo. Quien ha seguido durante los últimos 50 años los avatares de la familia real británica puede explicar mejor su historia que cualquier entrada de Wikipedia. Contextualizar, proporcionar y hasta juzgar son funciones más propias de la relaciones interpersonales, en la escuela y en la familia.

 

  1. Contra la apatía. A cualquier edad, desde los 7 años hasta los 107, el ser humano está expuesto al aburrimiento, el desinterés, la falta de motivos para luchar y crecer. Mantener viva la curiosidad contribuye a conjurar este peligroso estado de ánimo. Descubrir significa ampliar los puntos de vista, plantearse nuevas preguntas y, en definitiva, salir de uno mismo.

 

 

Y TRES PELÍCULAS

Educando a Rita (1983)

Basada en una obra de teatro con solo dos personajes, es la historia de una mujer que decide que su vida no puede ser solo trabajo y los viernes por la noche ir al karaoke. Un profesor borrachín y hastiado de la vida académica es la otra cara de la moneda. Hasta que no se cruza con la mujer no se da cuenta de la enorme riqueza que atesora y que está dilapidando.

Figuras ocultas (2016)

Para aquellas chicas, que aún quedan, que piensan que su sexo les obliga -o sugiere- ir por determinados caminos y evitar otros. Estas mujeres trabajaron nada menos que en la NASA de los Apolos, y además eran de raza negra. Podían haberse rendido, pero la pasión por su trabajo y la sed de descubrimientos les hizo superar los prejuicios de jefes y compañeros.

2001 Odisea en el espacio (1968)

El universo, la materia, el homo sapiens… ¿Hay misterios más apasionantes por los que interesarse? La obra maestra de Kubrick propone, junto a ordenadores a los que se les va la olla, un universo poblado por algo más que pedruscos: el tiempo, el espacio, las leyes -incompletas- de la física…

 

 

 

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