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22 consejos para educar en la igualdad de sexos

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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En los últimos tiempos la igualdad de sexos ha ampliado -y complicado- enormemente su campo de batalla. Por extensión y por intensidad se trata de uno de los principales valores que los jóvenes deben asumir, procesar y vivir en su día a día. Y como todos los fenómenos más o menos recientes, el esfuerzo de comprensión comienza en los propios padres.

 

Por Javier Peris

 

  1. Máximo respeto. Hay una percepción general de que algunos aspectos de la igualdad de género son delicados y hablar de ellos, incluso peligroso. A veces ni siquiera se discuten acaloradamente los conceptos sino la mera forma de expresarlos. En cualquier situación vale la máxima de respetar todas las opiniones y discursos… y pedir el mismo respeto para las propias. Los hijos deben notar esa actitud en los comentarios que hacen los padres en casa, porque de otra forma se desdibujan las metas que todos decimos compartir.
  2. Mejor no profundizar. En el reparto de roles domésticos y sociales siempre existe la duda de qué parte se debe a una decisión cultural y cuál tiene un cierto fundamento antropológico. Vamos a dejarlo a los expertos. Mucha prudencia a la hora de trasmitir a los hijos consideraciones y sentencias teóricas que pueden estar más o menos equivocadas, o que hoy nos parecen evidentes para mañana volverse trasnochadas.
  3. Mucho por hacer. Sí, vamos con pies de plomo, pero es que hace tiempo que en España y en el primer mundo las leyes sobrepasan de largo la mera igualdad de oportunidades y la no discriminación por razón de sexo. Ya no basta con eso. Los prejuicios y las inercias de tantos siglos (de todos los siglos) continúan pesando en actitudes y acciones personales y colectivas. No traslademos a nuestros hijos la sensación de que ya queda por poco por hacer y avanzar en la igualdad de género.
  4. La cruda realidad. El acoso moral o físico por razón de sexo lo ejercen principalmente los varones. Y está tan arraigado en la cultura que resulta muy difícil de arrancar. Los comentarios abiertamente sexistas, actitudes más sutiles como la condescendencia y hasta contactos para los que antes había mucha tolerancia, continúan produciéndose todos los días. Y todos los días hay mujeres -quizá entre ellas estén tus hijas- que dudan antes de pasar el mal trago de elevar la voz… o presentar una denuncia. Hay que prevenirlas, hay que creerlas, hay que apoyarlas.
  5. Bazofia digital. Habíamos quedado en no profundizar, así que no entramos en los motivos por los que muchos padres y madres participan en grupos de WhatsApp en los que una minoría de contactos comparten contenidos sexistas con muy poca gracia (si la tiene puede ser otro cantar). Si no tenemos la sensibilidad y valentía necesarias para advertir al grupo o directamente para abandonarlo, difícilmente vamos a dar importancia a lo que nuestros hijos escuchen o digan, con broma o sin ella, sobre la relación entre hombres y mujeres.
  6. Hablemos. Mujeres y varones son diferentes… pero no tanto. En la inmensa mayoría de los casos estas diferencias son irrelevantes, pero no siempre es fácil adoptar ante el otro sexo una actitud adecuada. Micromachismos, sexismo, feminismo ‘excesivo’… Si los adultos nos perdemos con frecuencia discutiendo sobre estos temas, difícilmente aprenderán los hijos a descubrir el grano entre la paja. Pues bien, pensemos juntos, discutamos juntos. Solo si hacemos el esfuerzo de profundizar lograremos hacer propios estos valores.
  7. Mucho más que sexo. Quizá exista una cierta inflación informativa sobre el asunto. Los hijos -y los padres- deben esforzarse por ver personas, no a un varón o a una mujer, porque antes de tener en consideración el sexo del otro hay un mundo de obligaciones propias y ajenas. Dentro de cada persona hay una riqueza psicológica irrepetible, una mochila de experiencias, saberes y sensaciones que menospreciamos cada vez que ponemos su sexualidad en primer plano.
  8. La edad difícil. Los adolescentes lo tienen, en principio, más difícil para razonar con distancia sobre diferencias e igualdad. El sexo del otro o la otra se impone de manera casi inevitable a otras consideraciones. Con todo, es precisamente en esta etapa en la que deben aprender a evitar las actitudes y pensamientos de ascendencia y dependencia, asunción de roles sexistas o mimetismos injustificados.
  9. Todo es sexo. La hipersexualidad que rodea a los jóvenes actuales contribuye a enturbiar la percepción de la diferencia sexual. La conocida ‘cosificación’ del otro o la otra sólo es un aspecto de este problema. Hay manifestaciones más peligrosas, como la pornografía, ante la que hay que actuar de manera serena pero también clara. La buena noticia es que los padres encuentran casi a diario muchísimas excusas y ocasiones para comentar en familia estos excesos. No te calles, no evites estos temas.
  10. Desde pequeñitos. La educación en la igualdad comienza desde la más tierna infancia, porque los niños detectan la diferencia antes de lo que pensamos. Es entonces cuando les decimos, por ejemplo, ‘hay que respetar a las chicas’, y hasta sugerimos que se puede pegar a los chicos pero nunca a las chicas. Quizá sí haya sexismo -un machismo rancio aunque también sea elegante- en esta manera de hablar a los pequeños, y es mejor evitar comentarios que sugieran una cierta ascendencia o proteccionismo hacia el sexo nada débil.
  11. En la escuela. El debate sobre la igualdad ya es bastante intenso y omnipresente como para dejar que precisamente en la escuela no se traten estos temas o que no lo hagan con mínimo de sensatez. Primero, hay que conocer los programas y contenidos relacionados con la igualdad, quién los diseña, quién los imparte y en qué consisten. Después, trabajar con los centros y docentes para mejorar esas actividades, evaluarlas y, si es el caso, intentar cambiar su orientación.
  12. Performances. Proliferan los profesionales de la igualdad, muchas veces llamados ‘agentes’. También en las escuelas. Su objetivo es encomiable pero, como reza el dicho, quien tiene un martillo solo ve clavos. Algunas de las actividades que proponen no están acreditadas por la Psicología; buscan sobre todo el efectismo, ‘golpear las conciencias’ y mantener siempre vivos y en primer plano estos contenidos. Desgraciadamente, como bien sabemos por otros temas, la Educación no consiste en la mera ‘inmersión’ de buenas ideas y valores. Ojalá fuera tan sencillo.
  13. Vigilancia propia. La igualdad real y efectiva de sexos requiere de una actitud permanente de vigilancia… de uno mismo. Porque los prejuicios y la consiguiente discriminación son tentaciones muy humanas. Unas veces desplazamos a un trabajador por ser mujer o varón; otras, por su raza, o por el acento, o porque es creyente o ateo, o porque es feo o fea… o porque es de Albacete. Necesitamos muy poco para crearnos prejuicios y por eso siempre los habrá, entre ellos el sexista.
  14. ¿Discriminamos? ¿Cómo explicar a los jóvenes la discriminación positiva… si los padres no lo tienen muy claro? La verdad es que es un concepto discutible y su aplicación, en algunos casos, todavía más. Los adultos debemos profundizar en este asunto enriqueciendo el debate: discriminar para aumentar la visibilidad de la mujer en un entorno concreto parece una idea sensata; discriminar para favorecer el acceso de mujeres a puestos de trabajo en un entorno legal igualitario puede ser más discutible. Pues eso, pensemos y debatamos.
  15. Corporativismo. ‘Las mujeres pensamos que…’, ‘los hombres nos sentimos así…’. Quizá una de las enseñanzas más importantes que podemos trasladar a los hijos e hijas es prevenirles contra los bandos. Precisamente porque somos igualitarios hay que ser muy restrictivo con las generalizaciones. A veces están justificadas, pero otras se utilizan de forma que solo generan hostilidad y debates tan encendidos como estériles.
  16. ¿Victimismo? Hay personas que lo han tenido más difícil por ser mujeres, y personas que han sufrido lo mismo o más por llevar a sus hijos a un colegio determinado o militar en un partido político concreto. Generalmente sólo nos enteramos del primer caso. Quizá porque en el fondo pensamos que las demás discriminaciones son más… normales. O tolerables. La denuncia de la desigualdad nunca es victimismo; hacer distinción entre ellas, sí.
  17. Resistencia. En casa las chicas ya no recogen la mesa después de comer por el hecho de ser las chicas. Pero hay trampas más sutiles, como evitarles tareas que -creemos- son más propias de los chicos, o encargarles otras que -creemos- son más propias de las chicas. Los estereotipos sexistas van cayendo uno tras otro y, sin embargo, a los padres les cuesta a veces asumir que sus hijos elijan caminos que no cuadran con lo que uno desea para ellos y ellas. Trabajos, aficiones, formas de relacionarse, ambientes que seguimos asociando a un sexo predominante.
  18. Los mayores. La igualdad de hombres y mujeres es un fenómeno reciente, en España y fuera de ella. Los mayores de la casa han vivido cambios muy profundos en este sentido y es lógico que se resistan a aceptar algunas de las expresiones actuales de esa igualdad. Por eso los jóvenes deben ser respetuosos con ellos y hacer un esfuerzo de empatía. También hay que ser prudente a la hora de juzgar la Historia desde el prisma igualitario.
  19. Pasárselo bien. La igualdad es una fuente inagotable de entretenidas discusiones en familia: ¿diríamos lo mismo si fuera una mujer… o un hombre? ¿esta publicidad es sexista solo por mostrar un cuerpo hermoso o por algo más? ¿determinada actitud o comentario constituye un micromachismo? ¿dónde poner los límites del lenguaje no sexista? Afortunadamente no son temas tan graves para impedirnos pasar un buen rato y, de paso, aprender de las opiniones de los otros.
  20. La violencia es otra cosa. Hay un exceso muy extendido y es relacionar todo tipo de desigualdad, incluso la más nimia o discutible, con la violencia machista. Hasta el hecho de que haya más ingenieros que ingenieras se vincula de alguna forma al riesgo de violencia. Y eso hace muy difícil el diálogo y, sobre todo, centrarse en objetivos viables y concretos. Esta confusión se encuentra sobre todo en los mensajes dirigidos a los jóvenes. Entre tanto ruido, nos toca ayudar a los jóvenes a separar, distinguir y matizar sin menoscabo de los principios fundamentales.
  21. Mirar afuera. En este país, como en muchos otros, el debate público sobre la igualdad se libra en el terreno de su aplicación real pero también en el de los matices y las estadísticas. Y a veces hilamos muy fino. Por eso conviene echar un vistazo a otras partes del mundo y las enormes desigualdades, discriminaciones y hasta represión que sufren las mujeres por el hecho de serlo. O hacer un esfuerzo de memoria -los más mayores- para recordar que hace apenas 50 años, en España, las mujeres casadas necesitaban la firma del marido para abrir una cuenta bancaria.
  22. Varones agraviados. No te conviertas en un padre amargado que tuerce la boca cada vez que escucha determinadas ideas sobre la maldad masculina. La inmensa mayoría de las personas piensan de manera más equilibrada, aunque no sean noticia. Entender bien y vivir la igualdad de sexos debe ser un reto positivo e ilusionante para toda la familia. Y si en algún momento no puedes evitar el exabrupto que no te escuchen los hijos.

 


 

 

TRES FICCIONES PARA PENSAR

 

Los Simpson

El episodio ‘Las chicas solo quieren sumar’, de la brillante 17ª temporada de los Simpson, proporciona en apenas 20 minutos suficiente material para debatir en la escuela y en casa durante todo un año. Con buen humor y un estudiado equilibrio, se cuestionan desde las habilidades presuntamente típicas de uno y otro sexo hasta las dificultades para el diálogo que encarna el pobre director Skinner.

Quiero ser como Beckham

Mientras unos discuten agriamente sobre el lenguaje sexista, en otros países las mujeres deben entregar a su marido todos los beneficios económicos que consigan trabajando y la educación de los niños se prioriza sobre la de las niñas. Como en buena parte de la India. Por eso una chica de 18 años debe ocultar a su familia que se ha apuntado a un equipo de fútbol femenino.

Million dollar baby

Clint Eastwood dirige esta oscarizada película sobre Maggie, una camarera que sueña con ser boxeadora, muy bien interpretada por Hillary Swank. Una transgresión en toda regla del ideal femenino y que se suma a la larga lista de estereotipos que han ido cayendo en el deporte femenino. El desenlace, que nada tiene que ver con ser varón o mujer, es polémico y discutible. Más a su favor.

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