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22 consejos para criar hijos espabilados

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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La vida nos ha enseñado que hay que estar alerta, que hay mucho indeseable y todavía más personas que van, como se dice, a lo suyo y sin contar los heridos.

Por Javier Peris

Más numerosas aún son las situaciones en las que no hay buenos ni malos pero que en las que nos sentimos engañados, decepcionados, aturdidos. Desearíamos que nuestros hijos no pasaran por esos trances pero eso es imposible, además de nada recomendable. La vida es así, y no está hecha para los blanditos.

1. CADA HIJO ES COMO ES. Los padres aprenden pronto esta frase pero aun así es bueno recordarla. De un hijo sensible y cariñoso no lograremos hacer un tipo despegado y seco. De uno inquieto e impaciente no esperemos, por mucho que nos esforcemos, que de adulto sea un ejemplo de circunspección. Pero unos y otros pueden y deben, ayudados por sus padres, limar los excesos del carácter y aprender hábitos que los compensen.

2. LA CONFIANZA. La confianza se otorga bien de una manera gratuita (eres mi padre o eres mi hijo, y se acabó), bien porque se merece. Decimos que alguien es confiado cuando se fía de quien no ha dado muestras de confianza. Tendemos a trasladar a nuestros hijos pequeños –pensamos que así son más felices– la idea de que todo el mundo es bueno o de que ser desconfiado es malo. Y no es eso. ‘Yo no fío ni de mi padre… solo que por mi padre me dejo engañar’. De eso se trata, sí.

3. BUENOS Y MALOS. Un momento, ¿de verdad vamos a decir a nuestros hijos que hay gente mala y gente buena? Buena pregunta, pero son los padres quienes deben responderla. No nos equivocaremos si explicamos que hay personas que actúan mal, mientras otras exhiben habitualmente un buen comportamiento. Sí, niños y adultos debemos tener mucho cuidado con juzgar a las personas. Como escribieron, casi con las mismas palabras, san Agustín y Oscar Wilde, y que ha repetido el papa Francisco: “Todo santo tiene un pasado. Todo pecador tiene un futuro”.

4. ELMIEDO, CLARO QUE SÍ. El miedo, o el temor si se prefiere, forma parte del aprendizaje. ¡Hacemos tantas cosas buenas (y dejamos de hacer malas) solo para evitar las consecuencias! No hace falta elaborar historias muy complicadas o acudir a recuerdos muy lejanos para hacer ver a los chavales que la vida está llena de trampas y de tramposos.

5. SE BUSCA CULPABLE. Muchas veces no hace falta el concurso de ningún malvado: la propia dinámica de circunstancias que no son negativas acaban en un enorme fracaso, en un doliente malentendido. Resulta muy desagradable la gente que, en estas situaciones, se apresura a señalar un culpable, o a varios. Se trata de un mecanismo de defensa muy cutre pero también efectivo, al menos a corto plazo. Y también muy primitivo porque los niños lo aprenden enseguida.

6. A LA FUERZA AHORCAN. Quieres evitar un disgusto al niño. Es comprensible. ¿Por qué obligarle a ir a diario a comprar el pan si sabes que se ruboriza, tartamudea…? ¿Por qué obligarle a relacionarse con la familia extensa, o con los hijos de los vecinos, si el chico es feliz con sus pantallitas y además pone la mesa con una sonrisa? Porque así le educas mejor que cualquier colegio de campanillas. Y además gratis. Con el tiempo, aprenderá a luchar por su turno en la panadería.

7. ¡PERO BUENO, ESTE CHICO ESTÁ NEGOCIANDO! Sí, has leído y escuchado muchas veces que hay que saber negociar con los pequeños, pero cuando la iniciativa parte del hijo nos sentimos incómodos. La verdad es que es estupendo que los hijos nos pongan en situaciones difíciles apelando a argumentos y a ejemplos que no sabemos responder. No hay que rehuir la disputa y tampoco ponérselo fácil; mejor ceder en cuestiones no esenciales y sacarle, a cambio, otros compromisos. Hay pedagogos que incluso fomentan escribir estos pactos.

8. ME HA MENTIDO ¡QUÉ ESCANDALO! Es todo un golpe para la madre y el padre primerizos. Hemos pillado al niño en una mentira, y no podemos quitarnos de la cabeza la expresión de santidad con que lo ha hecho. Bien, desgraciadamente forma parte de la madurez, porque según nos hacemos mayores, el número de mentiras ¡diarias! crece y crece…

9. NO PUEDES PROTEGERLES… NI DEBES. Hay cosas que los jóvenes tienen que experimentar: la decepción, la vergüenza tras el engaño… Ser espabilado no consiste en no meter la pata y evitar situaciones de riesgo, sino en la capacidad de aprender de esos errores. Esas derrotas son imprescindibles y constituyen la mejor ocasión para que pequeños y jóvenes saquen enseñanzas en positivo, sin rencores ni miedos excesivos. De lo contrario pueden optar bien por la pasividad, bien por desear el mismo mal para los otros.

10. LA PASTA. Cuando tienen edad para compartir los primeros refrescos con amigos y amigas, el joven feliz (y con dinero suficiente) se apresura a invitar a la segunda ronda. Sí, son chicas y chicos que disfrutan con la compañía de las amistades y ¿qué menos que darles un poquito de felicidad en forma de burbujas? Te ha salido un hijo generoso. No es mala cosa ser espléndido si te lo puedes permitir, pero si no sabes administrar esos momentos pronto descubrirás con horror que hay amigos que te pondrán mala cara cuando no eches mano al bolsillo.

11. MÁS PASTA. El dinero forma parte de esa bendita y deslumbrante libertad que van descubriendo los jóvenes. La experiencia dice que no es buena política la de llevar muy cortos de dinero a los jóvenes. Lo normal es que, pese a nuestros esfuerzos, cuando crezcan gastarán todo el dinero disponible y hasta el no disponible. Como los adultos. Y, como los adultos, meterán la pata. Mejor que empiecen cuanto antes; cuando corre menos riesgo la economía familiar y todavía aceptan algunos consejos de los padres.

12. ABRIR LAS VENTANAS. Todavía quedan padres que han aprendido poco de la vida, que intentan que sus hijos limiten sus relaciones a un ambiente o círculo social determinado. Por supuesto, lo hacen con la mejor intención, y tampoco son tan ingenuos para pensar que se trata de un ambiente perfecto. Pero es un error. Conocer y frecuentar entornos tan distantes como diferentes enriquece el desarrollo del joven, fomenta el diálogo con los padres, hace que se pregunten (y que les respondamos) por las formas y el fondo, por lo sustancial y por lo accesorio y pasajero.

13 ¿SABRÁN HACERLO? Recaudar fondos para un viaje escolar; ayudar al tío; servir en un comedor social; preparar un cumpleaños sorpresa; hacer de canguro… ¡Lo que sea! Y cuanto antes, mejor. Que sientan el peso de la responsabilidad en tareas que requieran cumplir plazos, alcanzar objetivos concretos, tratar con personas que no conocían, descubrir mundos nuevos de proveedores, clientes, profesiones e intereses. ¿Sabrán hacerlo? Si no lo intentan nunca lo sabremos ni nunca aprenderán.

14. EN EL AMOR. En las relaciones sentimentales hay poco margen para el consejo o el acompañamiento paterno. Mandan la biología, el carácter y el azar. Sin embargo, siempre se puede hacer algo para evitar que las emociones se desborden más de lo conveniente o durante más tiempo del deseable y evitar, así, dependencias y obsesiones que castran la autonomía personal. La hiperemotividad reinante no ayuda, por eso es tan importante el contrapeso de los padres.

15. EXCESO DE EMPATÍA. Casi siempre el acreedor es el que acaba pasándolo mal cada vez que reclama su deuda. Somos así, y no es fácil evitarlo. Esta mezcla de empatía y vergüenza comienza en la infancia y, si no se corrige, se pasarán muchos malos tragos injustificados. Hay que decir lo que hay que decir y en el momento; hay que hacer lo que hay hacer y en el momento. Hay refranes que ayudan: más vale ponerse colorado una vez que ciento amarillo.

16. LO CORTÉS Y LO VALIENTE. Para ser claros y directos, para reclamar un derecho, para cantar las cuarenta… no hace falta ser maleducado ni enojarse para hacerlo más sencillo. Se puede y se debe ser educado y hasta comprensivo y, al mismo tiempo, sincero y recto.

17. SE VEÍA VENIR. Ojalá pudiera ver venir el batacazo, pero es joven. Los padres se hacen cruces e intentan disuadirle, pero es inútil. Bien, seamos positivos y ayudémosle a aprender del estropicio. Evidentemente la enseñanza no será ‘la próxima vez haz caso a los papás’ o ‘es mejor que no vuelvas a intentarlo’. Es más eficaz averiguar con él el porqué del fracaso, o por qué ciertas personas se han comportado así. Y animarle a seguir probando, a seguir luchando.

18. EN PÚBLICO, COMO EN CASA. Las actividades de debates en las escuelas son frecuentes en otros países y más raras en España, y es una pena. Con la facilidad de hablar en público no se logra tanto impresionar a los jefes o saber dar una conferencia como comportarse con naturalidad ante personas desconocidas o ante un púbico nutrido. Porque en estas situaciones ‘actuamos’ (un poco más que en la vida diaria) y se trata de que los respetos, vergüenzas y reparos no impidan la buena comunicación y, en su caso, la consecución de unos objetivos.

19. ¿TIMIDEZ? Hay muy pocos casos de timidez patológica. La inmensa mayoría de los tímidos dejan de serlo a base de pasar vergüenza una y otra vez… hasta que se cansan de ponerse colorados. Para los padres, es verdad, resulta muy doloroso ver a los niños y jóvenes sufrir estas situaciones porque, casi con seguridad, ellos también pasaron por eso. Hay que ser fuertes… y cariñosos. Desgraciadamente sólo pueden superarlo solos, pero siempre se agradece una palmadita.

20. ¿DESOBEDIENTES O CURIOSOS? ¿Por qué pagaríamos una buena cantidad de dinero: porque nuestros hijos fueran obedientes o… curiosos? Menos mal que la opción no es real porque, frente a la comodidad de tener unos hijos obedientes, la opción de que sean curiosos, inquietos, con ganas de saber –y de cuestionar–es una tentación muy atractiva. La curiosidad nos hace superar la timidez y la pereza y hollar una gran variedad de terrenos y de personas.

21. VA A SER QUE NO. ‘No se esfuerce, mi hijo es un muermo que va a recibir de todos lados el resto de su vida, y solo espero estar a su lado el mayor tiempo posible’. Quizá, pero no se rinda tan pronto. El carácter nada tiene que ver con ser o no espabilado, despierto. Seguro que hemos topado con personas así: aparentemente paradas e incluso torpes que nos sorprenden cuando las tratamos estrechamente, que nos llevan por donde ellos quieren.

22. TODOS SOMOS CUÑADOS. Es un fenómeno similar al de los cuñados: todos lo somos pero nadie se reconoce en el tópico. Sin darnos cuenta pasamos por la vida mirando más por lo propio que por lo ajeno; y nos servimos, muchas veces sin advertirlo, de mentiras, medias verdades, abusos, disimulos y fingimientos que acaban causando un daño objetivo, material o moral.

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