Educar en familia: cuando el número sí importa
Hoy en día el 30% de las familias tiene sólo un hijo, por el 7,2% de familias numerosas ¿Sirven las mismas estrategias para educar a un hijo o a varios? ¿Cómo debemos educar al hijo único sin caer en el sobreproteccionismo? Y, ¿cuáles son los principales errores que cometen los padres de familias numerosas a la hora de educarlos?
A éstas y otras cuestiones contestan varios expertos en este artículo. Tome buena nota.
Cuando hace treinta años se le preguntaba a una pareja cuántos hijos quería tener, las respuestas más habituales eran: “los que vengan”. Tres décadas después, la mayoría de los futuros padres considera que “con uno basta”, aunque también hay quien se atreve a ir por la parejita. Con el cambio de siglo, el hijo único se ha erigido en protagonista de más del 30% de los hogares españoles. Las estadísticas no engañan: según datos del informe Movimiento Natural de la Población e Indicadores demográficos básicos, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística en 2012, en España el indicador de número de hijos por mujer descendió de 1,38 a 1,35, lo cual da a entender que la tendencia se inclina hacia el hijo único. Esto se debe a la crisis y a la disminución de la red familiar. Otro dato significativo es que en los últimos treinta años las familias numerosas han pasado de estar presentes en el 29,1% al 7,3% de los hogares españoles.
Estos datos no hacen sino demostrar que poco tiene que ver la familia del siglo XXI española con la de hace cincuenta años. Y este cambio en la estructura familiar ha provocado a su vez un nuevo modelo de Educación de los hijos. “El primer cambio que hemos observado antropólogos y sociólogos es que desde hace años se ha producido un cambio de funciones tanto en la familia como en la escuela a lo largo de las diferentes etapas de la vida de los niños. Así, a los padres, debido sobre todo a la falta de tiempo por trabajar los dos progenitores, les resulta casi imposible realizar sus funciones de socialización, ocasionando que sean los profeso-res los que han asumido esta tarea. Y en cambio, cada vez más la escuela se ocupa de inculcar a los niños los valores que guiarán sus conductas, tarea que antes realizaban los padres. A la vez, la escuela también desplaza hacia las familias funciones que antes eran competencia de los profesores como son las tareas académicas. Hoy, es frecuente que cada vez más familias ocupen una buena parte del tiempo que dedican a sus hijos para apoyarles en los deberes”, señala María Isabel Jociles Rubio, doctora en Sociología y profesora del departamento de Antropología Social de la Universidad Complutense de Madrid.
Lo cierto es que estos cambios de roles tanto en la familia como en la escuela han provocado que se tambaleen los principios sobre los que se basaba la Educación de los hijos. Llegados a este punto cabe plantearse: ¿existen diferencias a la hora de educar a un solo hijo o a tres? Izar Mendía, psicóloga y psicoterapeuta familiar de ISEP Clinic Vitoria-Gasteiz considera que “el número de hijos no es un factor indicativo a la hora de educarlos. Pero, es evidente que a más hijos, menos recursos, menos tiempo personalizado y menos organización en la casa. Además, los hijos de familias numerosas se adaptan a las necesidades que marcan los padres (heredar ropa, libros y juguetes, compartir habitación), en cambio los hijos únicos no saben lo que es compartir hasta que bajan al parque o van a la guardería”. Elisa Chuliá, Profesora de Sociología de la Familia de la UNED va un poco más allá: “El hecho de no tener que competir por los recursos de tiempo y dinero de que disponen los padres, no tener que negociar ni compartir con hermanos prácticamente todo dentro del hogar, seguramente marca el carácter. No me atrevería a afirmar que lo haga en un sentido negativo, ya que también influyen otras variables: como el carácter del niño y de los padres. Pero, en principio, sí cabe suponer que los hijos únicos son más propicios a desarrollar una serie de actitudes y comportamientos más egocéntricos”. Algo parecido señala Aránzazu Ortiz Villalobos, psiquiatra de niños y adolescentes de El Hospital Universitario La Paz de Madrid: “Siempre hay diferencias a la hora de educar a un hijo por las diferentes características de cada hijo y el diferente momento en que llega a esa familia. Además, por mucho que se intenten hacer las cosas igual con dos hijos, es imposible”.
exceso de protección
Los hijos únicos conviven con el sambenito de ser mimados, consentido y egoístas, pero no tiene por qué ser cierto. Lo que sí es verdad es que una infancia en solitario marca e imprime un determinado carácter. “Hay muchos tópicos y prejuicios en torno a los hijos únicos que hay que romper. Su desarrollo depende de la formación de los padres a la hora de transmitir los valores y de facilitarles la socialización”, cuenta Izar Mendía, psicóloga y psicoterapeuta familiar de ISEP Clinic Vitoria-Gasteiz. Y, ¿cómo son los hijos únicos? “Suelen ser niños seguros, con buena autoestima e inteligentes, ya que el trato con adultos favorece el desarrollo verbal y cognitivo. Además, son creativos, porque el hecho de jugar solos, sin hermanos, les potencia la imaginación y la fantasía y acostumbrados a ser el centro de atención, es habitual que sean los líderes del grupo”, afirma Izar Mendía, psicóloga de ISEP Clinic Vitoria-Gasteiz. Sin embargo, a los hijos únicos les cuesta compartir, son impacientes, porque están acostumbrados a obtener lo que quieren de de forma inmediata y les cuesta relacionarse en grupos grandes. Pero hay más. La baja tolerancia a la frustración de los hijos únicos debido a la sobreprotección de los padres es otro de sus rasgos característicos. “Una excesiva protección de los padres hacia el hijo, bien por el sentimiento de culpabilidad por no ampliar la familia bien por el miedo exagerado a que le suceda algo malo, puede provocar que el hijo no sepa medir sus propios límites o tomar decisiones sin la aprobación continua de sus padres”, apunta Gabriel Dávalos, psicólogo y profesor de Psicología en la Universidad CEU de Madrid.
Es fácil caer en la tentación de mimar o proteger en exceso a los hijos, sean únicos o no. Por eso, conviene tener en cuenta una serie de recomendaciones que ayudan a que su integración en la sociedad sea lo más natural posible y que la sobreprotección no suponga un problema, sino una ayuda que les reporte seguridad. Ahora bien, ningún consejo supera al de aplicar el sentido común en todas las situaciones. Además, la relación con otros niños es primordial. Los niños deben compartir tiempo y juegos con otros niños para que se divierta, compita, se pelee y discuta.
En definitiva, “lo más importante es que los padres queramos y aceptemos a los hijos tal y como son. No hay nada peor que pretender que los hijos sean como nosotros los hemos idealizado. Debemos intentar que desarrollen sus propias capacidades, que los permita su adaptación al entorno de manera flexible, buscando su autonomía e independencia de cara a su vida adulta”, concluye Aránzazu Ortiz Villalobos, psiquiatra de Niños y Adolescentes de El Hospital Universitario La Paz de Madrid.