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El aburrimiento también educa

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Los niños y los adolescentes viven en un mundo lleno de estímulos donde no parece tener cabida el aburrimiento. Sin embargo, los expertos alertan de la importancia de experimentar tiempos libres en que no sepan qué hacer como valor imprescindible para su desarrollo y Educación.

Por Terry Gragera

“Nuestra sociedad nos transmite constantemente que el aburrimiento es una experiencia negativa. Hay que tener en cuenta que cuando uno se aburre, no está haciendo nada aparentemente productivo. Sin embargo, experimentar el aburrimiento adquiere un valor educativo esencial”, destaca Alberto Sánchez Rojo, doctor en Pedagogía y profesor en la Universidad Pontificia de Comillas. De la misma opinión es Antonio Ortuño, psicólogo clínico infantojuvenil y director del Centro de Psicología Familias Inteligentes, de Madrid: “Parece un fracaso que el hijo se aburra. Cuando un niño dice ‘me aburro’, parece que el problema es del adulto, que es el que piensa, reflexiona, elabora y construye alternativas para evitar que su hijo se aburra. Si hacemos esto, lo normal es que nos encontremos con un rechazo infantil a cualquier propuesta. Porque lo que nos quieren decir es: ‘Me aburro y ayúdame a salir por mí mismo de esta situación’ en lugar de ‘Me aburro, dime lo que tengo que hacer’”, reflexiona.

Beneficios de aburrirse

El aburrimiento durante la infancia tiene muchos y decisivos beneficios que conviene conocer:

Creatividad e imaginación.“El aburrimiento dispara la imaginación. Los niños deben tener la oportunidad de aburrirse de vez en cuando para encontrar vías de aprendizaje para poder canalizar su ilusión e imaginación”, explica Antonio Ortuño.

Responsabilidad y autonomía. “El aburrimiento es un conflicto. Si hay conflictos, si hay aburrimiento, se toman decisiones, se produce el aprendizaje de la responsabilidad y la autonomía”, apunta el psicólogo.

Pensamiento crítico.“Si mantenemos constantemente entretenido al niño, nunca se descubrirá a sí mismo y difícilmente desarrollará un espíritu autónomo y crítico”, afirma Alberto Sánchez Rojas. “Tanta ocupación no permite al niño conocerse a sí mismo, construirse su propia identidad, de manera que crecerá inseguro, siempre dependiendo de la aprobación de los demás, incapaz de tomar decisiones por sí mismo porque nunca se le ha dado la oportunidad de experimentar su propia libertad”, concluye.

Necesaria desconexión. “Todos tenemos derecho a no hacer nada, también los niños. Esos momentos son la semilla de la creatividad, un trampolín para la futura acción”, destaca el psicólogo. “Nuestros hijos crecen rodeados de exigencias, de obligaciones que les llevan a asimilar multitud de estímulos que deben compaginar con los de su vida privada y personal, con unos medios de comunicación y unas redes sociales que no dejan de reclamar de manera invasiva su atención”, advierte el profesor Sánchez Rojo. “Los niños que saben aburrirse, saben descansar, desconectar, no se saturan y, por tanto, no explotan”, subraya.

¿Estructurar su ocio?

A las 5, piano; a las 7, piscina; el domingo, patinaje… ¿Dejamos tiempo libre a los niños? Así lo percibe el profesor Alberto Sánchez Rojo: “Las rutinas son positivas y no está mal que exista cierta programación. Pero los niños son personas, no máquinas de aprender, al igual que los adultos no somos máquinas de trabajar. Es inadmisible cargar el tiempo libre de los niños de ocupaciones, es decir, de actividades que ni les gustan ni les llenan, pero a las que ‘por su bien’ o ‘por su futuro’ les obligamos a ir. El tiempo para no hacer nada es pedagógicamente esencial y se está perdiendo. No es algo que produzca resultados inmediatos, pero a largo plazo es educativamente fundamental. Niños eternamente ocupados que no se aburren, nunca llegan a concebirse como seres independientes del mundo que les rodea, de manera que dan lugar a adolescentes indiferentes”.

Es inadmisible cargar el tiempo libre de los niños de ocupaciones, es decir, de actividades que ni les gustan ni les llenan, pero a las que ‘por su bien’ o ‘por su futuro’ les obligamos a ir.

Para determinar cómo programar el tiempo libre de los hijos, el psicólogo Antonio Ortuño habla en su libro Familias inteligentes: claves prácticas para educar, de la herramienta del semáforo: “Hay decisiones del tiempo libre que deben estar bajo el control del adulto (semáforo rojo), otras se deben compartir y negociar con los hijos (semáforo amarillo) , y en el semáforo verde son decisiones que ya pueden tomar nuestros hijos”.

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Cuándo es negativo

El aburrimiento educa, pero no siempre es positivo. “Es negativo cuando termina encerrándonos en nosotros mismos, impidiéndonos interactuar con el mundo que nos rodea y con los demás. Su vivencia debe ser temporal, pues si lo prolongamos en el tiempo puede llevarnos a un ensimismamiento extremo y es ahí cuando se convierte en negativo”, destaca el Profesor Sánchez Rojo. La opinión de Antonio Ortuño es que “si no se encuentran alternativas al aburrimiento, si al final nos bloqueamos y nuestros recursos se agotan, si nos alejan de nuestra realidad o facilita la evitación de realidades que tenemos que afrontar, ya es menos inteligente y menos saludable”.

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