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El mejor libro, la experiencia

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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El aprendizaje basado en la vivencia personal es el más efectivo para los niños y sin embargo los sistemas educativos actuales, prácticamente lo ignoran. Este modelo no sólo mejora la retención de conocimientos  –el recuerdo de lo que se vive es hasta un 60% superior al recuerdo de lo que se oye o se ve– sino que incrementa la autonomía del estudiante, potencia la capacidad de asumir riesgos y fomenta la reflexión y capacidad crítica.

ESMERALDA MARDOMINGO
La persona sólo aprende el 20% de lo que oye, el 40% de lo que ve y oye de manera simultánea y el 80% de lo que descubre o experimenta por sí mismo. Sin embargo, los sistemas educativos de todo el mundo están enfocados a que los niños aprendan lo que oigan –y en menor medida lo que vean–, y prácticamente desprecian el aprendizaje de la experiencia. Un verdadero error para el pedagogo australiano Malcolm Pritchard, pues este tipo de aprendizaje basado en la vivencia personal no sólo es el más efectivo para el adulto, sino también para el niño, y además resulta perfectamente complementario al aprendizaje semántico tradicional.
Acción en el aprendizaje
Este profesor propone un cambio de enfoque en los métodos de enseñanza y en el rol que hasta ahora ha tenido el docente. En su opinión, la educación ha tenido como centro al profesor, más que al alumno, y este experto propone darle la vuelta a la situación, de modo que sea el estudiante el protagonista de su propio aprendizaje, que debe dejar de ser exclusivamente semántico y alimentado por una fuente de información principial, que es el profesor, para empezar a ser un aprendizaje sostenido principalmente en el recuerdo y la reflexión de las experiencias provocadas por la interacción con el entorno, experiencias de las que el profesor se convierte en un inductor y gestor cualificado.
Pritchard sostiene que los estudios han demostrado que la retención de los conocimientos mejora de forma notable cuando se debe a recuerdos episódicos adquiridos a través de actividades experienciales. Por ello aboga por un aprendizaje vinculado directamente a la acción, que somete al alumno a la interacción con su entorno, planteándole una serie de problemas que debe resolver por sí mismo. Sin un marco de desafíos, “el aprendizaje es semántico y, para los estudiantes, suele desembocar en un conoocimiento inerte que no se puede utilizar para resolver problemas”, explica Pritchard.
Frente a este modelo de aprendizaje, lo que abunda en las aulas es un aprendizaje que prescinde del contexto, que no plantea problemas y que no obliga al alumno a actuar, lo que hace más difícil la construcción de conocimientos duraderos. Para Pritchard, la cuestión clave es utilizar el “armazón” experiencial para sostener el aprendizaje semántico, “y es algo que no se está haciendo”.
Nuevo rol del profesor
Este modelo de aprendizaje experiencial arrebata al profesor el rol de fuente primaria de información y lo convierte en un gestor de la interacción del alumno con el entorno, que facilita el progreso del escolar proporcionándole, eso sí, unas bases sólidas para actuar en forma  de información o materiales. “Los estudiantes han de tener libertad para, usando sus propios recursos, tomar decisiones importantes sobre su aprendizaje, cometer errores sin que se produzcan intromisiones (salvo por motivos de seguridad personal), reflexionar sobre la experiencia y comprender las consecuencias de  sus actos”, explica Malcom Pritchard, para quién la gran dificultad que se le plantea al profesor en este modelo es “retener el momento de su intervención hasta que sea estrictamente necesaria”.
Tan pronto como un profesor interviene, dice Pritchard, “le roba al estudiante la oportunidad de resolver un problema de forma independiente. Como profesores, debemos intervenir a veces, pero hay que hacerlo siempre de forma inteligente y con cuidado, retirándonos lo antes posible, una vez que el aprendizaje vuelve a estar en el camino deseado”. z

 

La persona sólo aprende el 20% de lo que oye, el 40% de lo que ve y oye de manera simultánea y el 80% de lo que descubre o experimenta por sí mismo. Sin embargo, los sistemas educativos de todo el mundo están enfocados a que los niños aprendan lo que oigan –y en menor medida lo que vean–, y prácticamente desprecian el aprendizaje de la experiencia. Un verdadero error para el pedagogo australiano Malcolm Pritchard, pues este tipo de aprendizaje basado en la vivencia personal no sólo es el más efectivo para el adulto, sino también para el niño, y además resulta perfectamente complementario al aprendizaje semántico tradicional.

 

Acción en el aprendizaje

Este profesor propone un cambio de enfoque en los métodos de enseñanza y en el rol que hasta ahora ha tenido el docente. En su opinión, la educación ha tenido como centro al profesor, más que al alumno, y este experto propone darle la vuelta a la situación, de modo que sea el estudiante el protagonista de su propio aprendizaje, que debe dejar de ser exclusivamente semántico y alimentado por una fuente de información principial, que es el profesor, para empezar a ser un aprendizaje sostenido principalmente en el recuerdo y la reflexión de las experiencias provocadas por la interacción con el entorno, experiencias de las que el profesor se convierte en un inductor y gestor cualificado.

Pritchard sostiene que los estudios han demostrado que la retención de los conocimientos mejora de forma notable cuando se debe a recuerdos episódicos adquiridos a través de actividades experienciales. Por ello aboga por un aprendizaje vinculado directamente a la acción, que somete al alumno a la interacción con su entorno, planteándole una serie de problemas que debe resolver por sí mismo. Sin un marco de desafíos, “el aprendizaje es semántico y, para los estudiantes, suele desembocar en un conoocimiento inerte que no se puede utilizar para resolver problemas”, explica Pritchard.

Frente a este modelo de aprendizaje, lo que abunda en las aulas es un aprendizaje que prescinde del contexto, que no plantea problemas y que no obliga al alumno a actuar, lo que hace más difícil la construcción de conocimientos duraderos. Para Pritchard, la cuestión clave es utilizar el “armazón” experiencial para sostener el aprendizaje semántico, “y es algo que no se está haciendo”.

 

Nuevo rol del profesor

Este modelo de aprendizaje experiencial arrebata al profesor el rol de fuente primaria de información y lo convierte en un gestor de la interacción del alumno con el entorno, que facilita el progreso del escolar proporcionándole, eso sí, unas bases sólidas para actuar en forma  de información o materiales. “Los estudiantes han de tener libertad para, usando sus propios recursos, tomar decisiones importantes sobre su aprendizaje, cometer errores sin que se produzcan intromisiones (salvo por motivos de seguridad personal), reflexionar sobre la experiencia y comprender las consecuencias de  sus actos”, explica Malcom Pritchard, para quién la gran dificultad que se le plantea al profesor en este modelo es “retener el momento de su intervención hasta que sea estrictamente necesaria”.

Tan pronto como un profesor interviene, dice Pritchard, “le roba al estudiante la oportunidad de resolver un problema de forma independiente. Como profesores, debemos intervenir a veces, pero hay que hacerlo siempre de forma inteligente y con cuidado, retirándonos lo antes posible, una vez que el aprendizaje vuelve a estar en el camino deseado”.

 

Programa en China

Pritchard probó su nueva forma de enseñar en un programa desarrollado en China con estudiantes australianos de Secundaria. El profesor aisló a estos alumnos durante cinco semanas de su contexto social y familiar para someterlos a una carrera de obstáculos y obligarlos a buscar soluciones de forma autónoma y a establecer conclusiones a partir de sus experiencias.

“No esperábamos su alto nivel de responsabilidad”, afirma Pritchard. En China prodemos pedirle a los estudiantes que manejen un presupuesto, que desarrollen estudios sobre la lengua china, que se guíen usando únicamente mapas en chino… “sin el apoyo o la ayuda directa de los profesores”. En la planificación de una clase, los profesores suelen obsesionarse con la “respuesta correcta” y, por consiguiente, los estudiantes temen tomar riesgos. Nos dimos cuenta de que tomaban riesgos porque los profesores no estaban allí para hacer el trabajo, sino para que todos estuvieran a salvo.

 

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