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Estimulación sensorial para madurar el cerebro

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Vagancia o falta de interés: las causas más recurrentes para explicar el retraso escolar. Según el método Fay, la explicación puede ser una inmadurez cerebral a ser tratada mediante la estimulación de los sentidos.

Autor: ALBERTO BARTOLOMÉ

Existen niños a los que muchas labores escolares sencillas, como leer, seguir la clase con atención, estarse quietos o ser constantes, les parecen titánicas. Normalmente estos pequeños empiezan a mostrar malos resultados escolares y sufren un retraso frente a sus compañeros. Ante esta situación, padres y profesores solemos optar por exigirles mayor esfuerzo, más lectura y más ejercicios de concentración. Algo que raramente se revela como la receta del éxito.

La opinión generalizada asegura que a estos chavales lo que les falta es interés o que son vagos. “Al niño no le gusta estudiar”, repiten los padres desesperados. Carlos Gardeta, director del Institutos Fay de Estimulación Sensorial, no piensa lo mismo: “Los problemas de aprendizaje suelen deberse a una leve desorganización del cerebro que es detectable a cualquier edad y que siempre se puede tratar. Hasta los siete años todos los seres humanos pasamos por ese proceso de maduración cerebral que, gracias a estímulos externos, da lugar a unas conexiones neuronales adecuadas”.

Según Gardeta, el proceso de maduración puede no haber sido el correcto debido a falta de estimulación adecuada en los primeros años de vida, a problemas genéticos o a falta de riego cerebral suficiente en algún momento de la gestación o la infancia, lo que puede dar lugar posteriormente a problemas de aprendizaje.

Por ejemplo, “una organización cerebral suficiente permite que un pequeño pueda manejar la musculatura ocular perfectamente para leer de corrido y comprender. Si lo hace mal, y no es un problema de la vista, el fallo estará  en cómo el cerebro maneja esos ojos. Cualquier deficiencia en la percepción visual va a repercutir en la lectoescritura”, afirma Gardeta.
Una pobre organización  no sólo se manifiesta en la lectoescritura, también en la comprensión verbal o, incluso, en la coordinación psicomotriz y de la manualidad. Todas estas funciones requieren una adecuada maduración.

El sistema escolar se suele enfrentar a estos casos por la vía de los síntomas. “Si lee mal les obligan a leer más”, continúa Gardeta;  “si no se entera bien de lo que lee, le encargan más deberes para trabajar la comprensión; si el pequeño es descoordinado, le apuntan a clases de gimnasia o artes marciales. Este abordaje no suele solucionar el problema”.

TRATAMIENTO

El método de los Institutos Fay consiste en buscar las causas de la deficiencia en el aprendizaje y detectar las funciones cerebrales que no están maduras o de las que el niño carece, que sería la verdadera raíz del problema: “Realizamos pruebas sencillas que nos muestran el estado organizativo de cada área significativa del cerebro del menor, como, por ejemplo, valorar el reflejo pupilar: un niño normal frente a un estímulo luminoso intenso retrae la pupila a gran velocidad, si no lo hace así nos muestra que hay algo que no funciona en el área cerebral que la rige. Este pequeño seguro que tiene problemas para leer porque no adecua su visión correctamente a la luz”.

Los psicólogos y educadores realizan muchas otras pruebas sencillas que detectan qué es lo que no funciona bien: reflejos, coordinación, tacto, ejercicios físicos simples, velocidad de respuesta a estímulos… “Vemos cuáles son los niveles inmaduros y, una vez detectados, elaboramos una terapia que tiene como objeto estimular el área cerebral afectada a través del sentido que más tiene que ver con ella. Estos tratamientos están basados en prácticas sencillas y repetitivas que se enseñan a los padres y que, a su vez, deberán realizarlas con su hijo en su domicilio de forma diaria”.
Aunque cada persona es diferente, “en un período de entre dos y tres años se puede conseguir que el niño esté a la altura escolar de sus compañeros, con un trabajo perseverante que ordena un cerebro que antes no estaba bien organizado”.
Los Institutos Fay llevan trabajando más de doce años en este campo y han tratado ya a más de 1.700 niños, adolescentes y adultos con problemas educativos.

En los Institutos Fay, además de médicos también trabajan psicólogos, fisioterapeutas y educadores, que realizan una evaluación cada tres y seis meses de la evolución del niño y adaptan el tratamiento posterior en función de los diagnósticos y las mejoras que se van produciendo.

“El sistema escolar normalizado no está preparado para tratar estos casos, que aunque son muy comunes, están lejos de ser contemplados bajo el enfoque de la desorganización neuronal”, remata Gardeta, para quien “los equipos psicopedagógicos de los colegios, y los padres, deben saber que hay otra forma de abordar las deficiencias en el aprendizaje que, aunque no está extendida, proporciona resultados efectivos”.

“Más información: 91 740 02 03 o en la página web: www.istitutosfay.com

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