La silla de pensar, a examen
«Te has portado mal, a la silla de pensar». ¿Cuántas veces hemos escuchado esta frase o, incluso, hemos recurrido a ella? La silla de pensar es un recurso educativo que está siendo discutido en los últimos tiempos. Estas son las razones.
Por Terry Gragera
“Enviar a los niños a la silla de pensar o al rincón de pensar surgió como una técnica educativa mediante la cual se introduce el castigo a través de la reflexión. Esta forma de ‘educar’ es empleada con frecuencia tanto por las escuelas como por las familias de niños entre los 2 y los 6 años, aproximadamente”, explica Amparo Ibáñez, pedagoga en Valencia.
Para esta experta hay que tener en cuenta tres aspectos a la hora de recurrir a la silla de pensar, con la que se aparta al niño del grupo y se le tienen un tiempo fuera para que medite:
- Edad del niño: “¿Realmente pensamos que el niño mientras está sentado en la silla está reflexionando sobre lo inapropiado de su conducta?”, se pregunta la pedagoga. “La silla no ejerce ese poder mágico, pero los padres y educadores sí. Cuando el niño todavía no ha desarrollado la capacidad de reflexionar por sí solo debemos acompañarlo y guiarlo en su pensamiento”, aclara. “Se trata de ir proporcionándole las estrategias adecuadas a su edad”, añade.
- El valor del castigo: La silla de pensar es un tipo de castigo, de ahí que las nuevas corrientes pedagógicas la pongan en entredicho. “El castigo en sí es un método poco efectivo y a la larga puede incluso tener efectos negativos. Enseña al niño lo que no tiene que hacer en lugar de lo que tiene que hacer. Con el castigo la conducta se extingue temporalmente, pero puede volver a aparecer, por lo tanto es una situación puntual que en un momento ‘crítico’ nos saca del apuro. Quizá esta técnica supone el camino más corto, pero no el más eficaz. Cuando son castigados, los niños generan sentimientos negativos como el odio o la rebeldía, sentimientos que se convierten a la vez en reforzadores positivos de la conducta no deseada”, detalla Amparo Ibáñez.
- Efectividad: ¿Puede un niño de cuatro o cinco años encontrar por sí solo una salida a su mal comportamiento? “A los niños debemos enseñarles alternativas a ese comportamiento que queremos corregir y enseñarles a reemplazar la mala conducta por otra más aceptable. En este sentido, creo más en un refuerzo positivo y equilibrado cuando hay conductas deseables que queremos instaurar, utilizando recompensas verbales como las alabanzas o físicas como los abrazos”, aclara la pedagoga.
En esta misma línea se expresa Ana Guillén maestra de Infantil del Colegio Santiago Ramón y Cajal de Fuenlabrada (Madrid). “No me gusta castigar a pensar porque pensar no es castigo, es un privilegio, por eso todas las sillas de los 25 alumnos de mi aula son sillas de pensar”, explica. “Hay que tener en cuenta que el niño convive con muchas situaciones de estrés en su vida diaria, casi no les dejamos momentos para hablar, su tiempo está muy estructurado, también les afecta el estrés del adulto. Aquí estamos con 25 alumnos, mientras que en Finlandia hay dos tutores con 8-12 niños… Pero, a pesar de todo ello, no pueden hacer lo que quieran, han de respetar a niños y a adultos por eso es importante tener una buena base de normas consensuadas con ellos”, detalla.
¿Refuerzo positivo?
Pero si no utilizamos técnicas como la silla de pensar, ¿qué recursos quedan para corregir las conductas inadecuadas de los niños? ¿Se puede conseguir solo con el refuerzo positivo? “A mí me funciona muy bien fomentar las buenas actitudes. En lugar de regañar a un niño que está mal sentado, digo: ‘¡qué bien está sentada Irene’, e inmediatamente, todos se sientan bien. Pero también hay casos en que se portan mal y esto no funciona; entonces les invito a abandonar la actividad, pero sin perder el contacto total, les invito a salir del grupo: ‘estás cansado, descansa un poco y cuando estés bien, te incorporas’. O si han pegado a un niño les hago ver que está triste y llorando”, revela Ana Guillén.
En lugar de regañar a un niño que está mal sentado, digo: ‘¡qué bien está sentada Irene’, e inmediatamente, todos se sientan bien.
La pedagoga Amparo Ibáñez ofrece otras alternativas ante actitudes disruptivas que no responden al refuerzo positivo, como la economía de fichas (sistema de recompensas), la extinción (eliminar lo que refuerce la actitud no deseada) y la sobrecorrección (el niño ha de corregir el daño causado), “por ejemplo, si ha pintado garabatos sobre la pared, le daremos la oportunidad de que los limpie, y si no hace caso, además de los garabatos deberá limpiar toda la pared”.
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La silla de la calma, la mesa de la paz
Estas son algunas opciones que pueden sustituir a la silla de pensar:
- Sillón de la calma: Padres (o educadores) y niños se sientan juntos para hablar de lo que ha sucedido y poner palabras a las emociones del pequeño.
- Banco de la amistad: Un lugar que se decora entre toda la clase y donde los niños se sientan juntos para dirimir sus conflictos.
- Rincón para resolver conflictos: Una zona concreta donde pueden sentarse varias personas cómodamente para hablar con calma, mantener un diálogo pausado y ayudar al niño a encontrar alternativas a su comportamiento.
- Mesa de la paz: Es un recurso propio de la pedagogía Montessori que puede utilizarse de forma individua o grupal. Es un lugar donde los niños saben que pueden ir a serenarse y que cuenta con materiales sensoriales para reconducir el nerviosismo y el enfado.
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