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Lola Álvarez: “Por muy preparado que estés, la adolescencia siempre es una caja de sorpresas”

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Licenciada en pedagogía y con una gran experiencia como psicoterapeuta de niños y adolescentes en el Reino Unido, Lola Álvarez Romano es un referente por su conocimiento de la adolescencia. De ese caudal de información que ofrece el trato directo con jóvenes surge Pero ¿qué te pasa? Diez claves para entender la adolescencia en positivo (Planeta), un libro repleto de sentido común del que uno saca un mensaje claro que vale para la adolescencia y para todas las etapas de la vida: la importancia de la comunicación entre padres e hijos.

 

Por Adrián Cordellat

 

Voy a empezar por el epílogo, porque durante esta pandemia quizás nos hemos preocupado mucho por los niños pequeños, pero hemos olvidado a los adolescentes. Pasar una pandemia (con sus confinamientos y sus medidas de distanciamiento social) no debe ser fácil cuando estás en la época de compartir tiempo y espacio con tus iguales.

Desde luego. Todas las edades han sufrido en la pandemia, aunque creo que los adolescentes, en cierto modo, estaban mejor equipados porque ya eran muy ágiles en el uso de redes sociales, que al final constituyen una buena parte de su vida social. Lo que sí les faltó durante el confinamiento fue el aspecto más de contacto físico, que también es muy necesario para ellos.

A la vez, además de una etapa de compartir tiempo con iguales, la adolescencia también es una época de toma de distancia con la familia más cercana. Verse obligados a convivir tanto tiempo con padres y hermanos, ¿cree que ha podido afectar especialmente a los adolescentes?

Eso también ha sido muy difícil de gestionar. Al final es una edad en la que les interesa mucho romper con el entorno familiar para explorar cosas nuevas. Eso, claro, se ha visto muy afectado y ha creado ambientes muy tensos en algunas familias. Hemos visto que ha aumentado la violencia doméstica de padres a hijos y de hijos a padres. En una familia cada uno tiene su propio espacio fuera de casa, pero de golpe todo eso tuvo que centralizarse en un ambiente físico reducido. Y claro, eso no puede acabar bien. La adaptación ha sido muy dura para muchas familias que han visto cómo sus hogares se convertían en una olla a presión.

“Ser padres no es fácil; sentirse buen padre (o buena madre) es todavía más difícil”, escribe en la introducción. ¿Es más difícil aún ser/sentirse buen padre/madre con llegada la adolescencia de nuestros hijos?

Sí. Y lo es posiblemente porque de golpe los padres se enfrentan a una realidad: que sus hijos dejan de idealizarlos. Cuando son pequeños los hijos piensan que los padres lo saben todo, pero llegados a la adolescencia se dan cuenta de que igual no saben tanto, de que son seres humanos que hacen lo que pueden. Esto, de todas formas, es una cosa temporal que necesitan hacer para abrirse al mundo y encontrar sus propios caminos, su propia individualidad. Pensar que pueden salir adelante sin sus padres (aunque en el fondo sepan que los necesitan) es sano, porque es lo que les impulsa a crecer, a hacerse adultos y a consolidar su personalidad.

¿Qué papel podemos jugar los padres en esta etapa de cambio y transición?

Yo a veces utilizo la metáfora de la pared de frontón, que está allí quieta y recibe pelotazos y pelotazos. Los padres tienen que ser un poco así: estar allí y esperar a que pase el oleaje manteniéndose firmes y sin alterarse demasiado, porque de lo contrario es muy agotador y se crean muchas tensiones en las familias.

Además de ser una pared de frontón, ¿algún otro consejo?

Desde mi punto de vista es muy importante saber qué batallas luchar, saber elegir por qué temas vale la pena o no discutir. Y una vez que los has elegido, pegarles una bronca no es muy adecuado. Yo recomiendo emplazarles a dar un paseo para hablar tranquilamente, promoviendo el diálogo, mostrándole tu interés por ayudar y diciéndole lo que tú piensas. Pero de forma tranquila. Y, como último consejo, no dejarse provocar por el “a todos mis amigos les dejan menos a mí”. Los padres tienen que mantenerse firmes en sus creencias.

Siempre que hablo de adolescentes me surge la misma duda: Teniendo en cuenta que todos hemos sido adolescentes, ¿por qué tememos tanto a la adolescencia?

Porque es una época de ruptura de esquemas, porque el adolescente hace un cambio físico muy radical y visible en muy poco tiempo, y porque además hay un desarrollo cerebral y hormonal muy importante que les hace comportarse de formas muy diferentes a como lo venían haciendo de manera muy repentina. Así que por muy preparados que estén unos padres, cuando llega la adolescencia siempre es una caja de sorpresas que no sabes por dónde va a salir.

Le hacía la pregunta anterior porque tengo la sensación de que cada generación de padres piensa que la generación de adolescentes a la que pertenecen sus hijos es peor que la anterior.

Es que hay muchos padres que se olvidan de su propia adolescencia o que recuerdan las trastadas que hacían, pero no cómo se sentían o la confusión mental que experimentaban. También es cierto que desde la llegada de internet el salto generacional es mucho mayor. Esto quizá es lo que cambia respecto a otras generaciones, que los adolescentes están en un mundo que los padres no conocen tanto. Lo que no quiere decir, por cierto, que se puedan lavar las manos. Tienen que hacer lo mismo que antes: poner límites, escuchar, estar presentes, guiar.

Ante esa incertidumbre de la adolescencia usted siempre receta el mismo fármaco: la comunicación.

Es que es fundamental. Desde la infancia tienes que hablar con tus hijos de todo, de lo que les pasa y de lo que piensan para contrastar ideas, para que tengan confianza contigo y acudan a ti si lo necesitan… Cuando llega la adolescencia esa comunicación puede verse reducida, porque igual ellos son menos comunicativos, pero los padres podeos seguir demostrando que nos interesa lo que hacen, lo que piensan o lo que les gusta. Tener una buena comunicación es lo que más nos puede ayudar a los padres a sentir que pisamos un terreno firme durante la adolescencia; y también a nuestros hijos, porque sabrán que pueden acudir a nosotros ante cualquier duda o problema.

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