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RAFAEL AMARGO, COREÓGRAFO "Era ambicioso, pero desde que nació mi hijo prefiero estar en casa"

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Vitalista, un derroche
de energía, sin tapujos
y muy flamenca. Así es
la presencia de Rafael
Amargo y así lo
demuestra la fuerza de
su mirada. Y no es de
extrañar: es bailaor,
bailarín, coreógrafo,
actor, empresario y
padre. Hasta el nombre
de su hijo de 16 meses,
León Bianchi Lorca,
exhala ese aire de
artista con el que
Amargo impregna
todas sus
declaraciones.

Autor: MARTA SERRANO

Aunque su brillante trayectoria como bailarín lo desmiente, Rafael Amargo llegó
a ese mundo por casualidad. «Vine a Madrid para ser actor», admite y aunque ha
tardado casi una década en llegar a la gran pantalla, 2006 parece ser su año de
suerte. En xse interpreta a sí mismo, aunque quizá éste sea el
papel más difícil de su vida. Afirma que es un actor de casta y no de
casting.

P. Se te conoce como bailarín y coreógrafo. ¿Cómo ha
sido tu formación hasta llegar aquí?
R.
Tengo una carrera en el
baile. Empecé a estudiar en compañías de teatro independiente en Granada. Luego
estuve en la escuela de Cristina Rota. Hice papeles en series (en Lleno por
favor, pero todavía me llamaba Rafael Hernández). Luego me fui a Japón a
trabajar, y a partir de ahí fui entroncando un proyecto de baile con otro y,
poco a poco, dejé el cine de lado. Y ahora me veo dirigiendo una de las
compañías de danza más importantes de este país. El año pasado hicimos 160
conciertos, lo nunca visto… Y pienso que todavía no he cumplido el sueño que
tenía cuando vine a Madrid.
P. ¿Te has quitado la espinita del
cine?

R. En eso estoy, pero aquí, cuando vas al
casting de una película eres como un intruso, porque estás encasillado como
bailarín. Incluso los propios directores te miran raro. Luego cambian de
opinión, y es que yo, por ejemplo, soy incapaz de llegar tarde. No soy un actor
ni consentido ni caprichoso y ya tengo un camino hecho en el mundo del teatro y
de la danza. Eso se nota. Soy de casta, no de casting.
P. ¿Qué
mérito tienen los títulos académicos en el mundo artístico?
R
. Los
títulos tienen mucho que aportar, pero Lola Flores nunca pasó por una escuela y,
dentro de su estilo, era «una grande». Una cosa es el que ha nacido para ser
artista y otra el que quiere ser artista porque le gusta la cámara. Pienso que
quien tiene integridad es limpio y lo que hace es digno. Sabe defenderse en la
vida.
P. ¿Te planteas algún día abrir tu propia escuela?

R.
La didáctica se me da bien pero le cogí mucho respeto en mis
inicios. Cuando empecé en Japón me ganaba la vida así, aprendí a bailar
enseñando. Soy buen maestro porque tengo buena percepción psicológica gracias a
que llevo un cuerpo de 16 bailarines y hay que saber dar a cada uno lo que
requiere para que trabaje al máximo. Mira que los actores son tela, pero los
bailarines más, porque estamos acostumbrados a trabajar con mucha disciplina y
rigurosidad. Es un mundo más difícil y más duro, muy cruel. La Danza sigue
siendo la hermana pobre de las Bellas Artes en este país. No tenemos ni una
ayuda. Se necesitan más ideas: reciclar lo que ya hay, como los almacenes,
subastar cosas… Motivar a la gente joven y más dinero.
P. Se habla
del egoísmo del artista, pero, ¿cuáles son tus valores? ¿Han cambiado con el
nacimiento de tu hijo?

R. Sí. Ha cambiado mi
escala de valores. Yo era muy ambicioso, quería comerme el mundo, triunfar como
todo el mundo –los artistas van de hippies y bohemios pero es sólo una cuestión
de look, siempre se busca triunfar aunque ninguno lo reconozca–. Desde que tengo
a mi hijo, se llama León Bianchi Lorca (LBL), me interesa mucho más quedarme en
mi casa con él que irme a un estreno a que me saquen una foto.
P.
Lorca es muy importante en tu vida…
R.
Soy lorquiano por los cuatro
costados. Mi abuelo era el cartero de García Lorca. Antiguamente las cartas las
recibía el padre, no es como ahora que con los emails nadie se entera, ¡qué pena
que se hayan perdido las cartas! Entonces, cuando llegaban cartas de remitentes
comprometidos (Dalí, Buñuel…), mi abuelo se quedaba con ellas en casa y Federico
iba a mi casa, las leía allí y mi madre se las guardaba en su cajón. Todavía
conservamos algunas inéditas. La casa de mis tíos es la casa contigua a la de
unas primas, y Lorca, por la casa de mis tíos, escuchó algunas conversaciones en
las que se inspiró para La casa de Bernarda Alba, que escuchaba los chismes a
través de un pozo.
P. En la literatura lorquiana y en el sur en
general hay una obsesión latente por la fertilidad, la figura de la madre.¿Qué
supone esto en tu vida familiar?

R. Yo soy muy
maternal, en eso soy muy lorquiano. Para mí la familia es muy importante: mi
madre y mi padre trabajan conmigo y a mí me gusta tirar de todos, que estén
conmigo al pie del cañón.
P. ¿Tienes claro cómo será la educación de
tu hijo?

R. Mi hijo irá a un centro internacional
tipo Liceo Francés, porque el año que viene me voy a vivir a Marruecos y
prefiero que estudie allí. Tengo una casa en Marrakesh y como allí hay unos
colegios exquisitos prefiero que se forme en ellos. Además se crían en las
calles sin asfaltar, oliendo a los burros, con la gente, como yo me crié.

P. ¿Cómo es que te quieres ir a vivir allí?
R.
Porque
tenía mi casa en Ibiza, pero la tuve que vender porque era acabar con mi salud.
Fueron mis padres también los que insistieron.
P. ¿Cómo recuerdas
tus inicios?

R. Me tocó sacar una compañía
adelante con 22 años. Era responsable, por la mañana con corbata pidiendo una
subvención y por la noche atendiendo mi vida artística como Rafael Amargo. He
estado a las duras y a las maduras.
P. Y, ¿crees que los jóvenes que
triunfan saben compatibilizar ambas partes de su vida?

R. Yo no tuve más narices que hacerlo. Siempre he
tenido más ambición que adicción. He visto a amigos míos enganchados a la droga,
a otros morirse de SIDA, pero tenía tantas ganas de comerme el mundo que nunca
dejé que ese otro lado de la fama me rozara. Salimos muchos pero ahora no
quedamos tantos, y es que triunfar es una suma de talento y constancia.

P. Sabiendo lo duro que es todo esto ¿te gustaría que tu hijo fuera
bailarín?
R.
Que sea lo que quiera, pero siendo futbolista se ganan
muchos billetes y creo que es mejor (risas). Por ejemplo mi padre siempre quiso
ser artista y ahora trabaja en mi compañía: yo le he dado lo que su padre no le
dio, soy hijo del amor y mi hijo también lo es.
P. Pero ¿le estáis
enseñando a bailar?

R. Eso no se enseña, se nace
con ello. El niño nos pide Camarón, Camarón y mueve las manitas. Pero sobre
todo, yo quiero que haga lo que sienta de verdad como yo he hecho. He tenido la
suerte más grande del mundo porque mis padres siempre me han apoyado y ayudado.
Yo quiero darle lo mismo.

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