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¿Tímido? No, mutismo selectivo

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Vaya, ¿te ha comido la lengua el gato?”. El mutismo en un menor no suele causar reacciones más graves que ésta, o si el problema persiste se le augura con facilidad una rápida mejora: “Sólo es una fase; ya se le pasará”.

 

Por Javier Peris

Pero si el niño o la niña sigue sin hablar en determinados entornos o ante personas concretas, la situación puede agravarse hasta derivar en una fobia social si el problema no lo trata un profesional. La psicóloga Patricia Díaz Seoane es una de las primeras psicólogas en España que tratan el mutismo selectivo: “Son niños normales que por alguna causa, seguramente una mala experiencia, responden con el silencio ante un ambiente o grupo de personas, generalmente en el ámbito escolar pero también con miembros de la familia extensa, vecinos y en otras circunstancias muy variadas”. La reacción habitual -y comprensible- es atribuir estos silencios a la timidez propia de la edad. La familia y los maestros aplican entonces al menor una sobreprotección (se promueve, por ejemplo, que otros respondan por él) que en realidad sólo consigue consolidar el comportamiento del niño y aplazar la resolución del problema.

La reacción habitual -y comprensible- es atribuir estos silencios a la timidez propia de la edad.

El papel del profesor

El mutismo selectivo puede aparecer en cualquier edad, también en adolescentes y jóvenes, pero es más habitual en el ámbito escolar y en la etapa de Infantil. “El pronóstico es bueno -explica Díaz Seoane- si se actúa a tiempo, y aquí es fundamental el papel de los profesores. En general, la atención del profesorado en estas etapas tan tempranas suele ser tan adecuada como intensa; el problema surge cuando el docente no sabe a lo que se enfrenta”. Un inconveniente añadido es que el adulto -la familia, el maestro- muchas veces es incapaz de detectar la ansiedad que produce en el menor una situación o un entorno concreto. Lo que parece trivial para un adulto, en la mente de un niño puede ser dramático.

Patricia Díaz resalta la improcedencia de la presión excesiva que, lejos de paliar el problema, lo agrava siempre. La psicóloga cuenta el caso de un profesor de inglés que, seguramente con la mejor de las intenciones, presionó a una chica de 6 años a decir al menos ‘goodbye’ si quería salir de la escuela… La niña acabó yéndose a casa a las 8 de la tarde y sin abrir la boca. Con frecuencia se atribuye el comportamiento a la expresión silenciosa de una rebeldía de origen incierto; otras veces se deriva al alumno al otorrino por si el mutismo se debe a problemas de deglución o a experiencias de entubamiento. Aunque el diagnóstico más recurrente se suele resumir con el “son cosas de la edad” y el tratamiento con una apelación a la paciencia.

Con frecuencia se atribuye el comportamiento a la expresión silenciosa de una rebeldía de origen incierto; otras veces se deriva al alumno al otorrino por si el mutismo se debe a problemas de deglución o a experiencias de entubamiento.

La colaboración de la escuela es, en fin, fundamental, y “afortunadamente -asegura Díaz Seoane- los psicólogos empiezan a manejar el mutismo selectivo en sus diagnósticos diferenciales”. Y a partir de ahí, el tratamiento. ¿Cómo ayudarles? Para Patricia Díaz el modelo más idóneo en este caso es el cognitivo conductual: “A mis pacientes les resulta muy eficaz jugar; y al incentivo de la diversión se suma un premio. Pero no debo proponer una actividad que el menor no quiera hacer”.

Existen otras propuestas de tratamiento, un tanto aparatosas, como la filmación trucada. Se graba por separado al profesor y al alumno que no le habla, y se montan las imágenes de forma que parezca una conversación entre ellos. El propósito es hacer ver al niño que esa relación es posible, natural e inocua. “El problema -opina la psicóloga Díaz Seoane- es que la eficacia de esta terapia depende del éxito del engaño, y esto sólo es posible en edades no superiores a los tres años, cuando todavía es difícil identificar un mutismo selectivo”.

Diagnosticar a tiempo

Paula tiene ahora quince años y padece fobia social pese a habérsele detectado un problema de mutismo selectivo en Primaria. “Mientras se aplicó un refuerzo positivo las cosas evolucionaron bien -recuerda su madre-, pero un desafortunado cambio de profesores torció el asunto. Le llegaron a decir que no sería nada en la vida si no hablaba, que sería una fracasada”.

Para evitar que se repitan historias como la de la Paula, su madre y otras familias que sufren el mismo problema impulsan desde hace pocos meses la Asociación Española de Mutismo Selectivo y Ansiedad (AMSTA). Son ya casi medio centenar sus asociados, pese a que “en España apenas se conoce este trastorno; sí, en cambio, en muchos países de Latinoamérica, y se contempla desde hace años en el National Health Service británico”.

Y ése es precisamente el primer muro que hay que derribar: “En las escuelas españolas el mutismo selectivo sigue siendo un gran desconocido, que se asocia sin más a la timidez. Hay que tratarlo a tiempo porque si no acabará en una fobia social, mucho más difícil de curar”.

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Lo que no se debe hacer

La Asociación Española de Mutismo Selectivo y Ansiedad resume esta serie de prevenciones en el trato con los niños afectados. Esto es justo lo que NO se debe hacer:

Realizar comentarios que hagan referencia a que el chico o chica no habla, incluso en positivo (“ha hablado en clase”; “ha cantado en música”), o justificarle ante otras personas cuando no responde a preguntas (“es que es muy tímido”).

Hacer comparaciones con otros hermanos, compañeros o niños.

Reñirle, anticiparle consecuencias negativas o amenazar con castigos.

Forzarle a hablar en situaciones sociales que le pongan nervioso.

Mostrar ansiedad, preocupación o enfado ante su comportamiento.

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