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Carlos Romera: “Pedimos y esperamos del profesorado marista que viva su trabajo con pasión”

Carlos Romera, director del Colegio Marista Champagnat, describe al profesorado marista como personas que son capaces de entusiasmar con sus vidas y de hacer ver a los alumnos que el cole es algo más que un sitio para venir a aprender contenidos.
Adrián ArcosViernes, 4 de marzo de 2022
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Carlos Romera, director del Colegio Marista Champagnat (Guadalajara).

Carlos Romera es director del Colegio Marista Champagnat, en Guadalajara, un centro que forma parte de la Provincia Maristas Ibérica, formada por 17 obras educativas de las cuales la mayoría son colegios, aunque también cuentan con el Centro Universitario Cardenal Cisneros (CCUU), en Alcalá de Henares (Madrid), un centro de formación de maestros que ofrece también los Grados de Psicología y Educación Social. Romera destaca el “gran potencial que supone el trabajo en conjunto de las cuatro provincias de Maristas que encontramos en España” (las otras tres son Compostela, Mediterránea y Hermitage), conformando una red de conocimiento de 80 centros en todo el país que comparten procesos de formación del profesorado, materiales educativos, material para tutorías, etc.

¿Cómo resumiría el proyecto educativo de Maristas Ibérica?
Nosotros utilizamos un lema en el colegio de Guadalajara que es “pasión por educar”. Pasión habla de educadores comprometidos en su misión y, sobre todo, vocacionales. Nuestro colegio se define por un equipo humano potente con buenas relaciones entre los docentes. Son personas que son capaces de entusiasmar con sus vidas y de testimoniar a los alumnos que son felices con lo que hacen, a pesar de sus dificultades y problemas, pero están respondiendo a una vocación y esa es la mejor manera de darse a los alumnos, de que los alumnos se sientan reconocidos y de que puedan darse cuenta de que el cole es algo más que un sitio para venir a aprender contenidos.

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Creemos que nuestro proyecto humildemente contribuye a formar esa dimensión espiritual de la persona, fundamental para los adolescentes y adultos jóvenes

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¿Cómo se traslada esa pasión al proceso educativo del alumno?
Nosotros tenemos esas ideas de fondo en las diferentes etapas educativas. Infantil es sobre todo la etapa de la confianza mutua, de acogida del alumno y de su familia, de hacer que el niño se sienta bien con nosotros, y lógicamente de ir creando los primeros hábitos y generar los primeros aprendizajes. La Primaria es especialmente bonita porque los niños son esponjas y es la etapa del descubrimiento, de la amistad y de los aprendizajes. Es una etapa para ir proponiendo a los alumnos hábitos de trabajo y de autonomía personal, no solo de aprender sino de tener un estilo y una manera de hacer las cosas. Y ya cuando hablamos de Secundaria, es la etapa experiencial, cuando ellos se van haciendo mayores y van abriéndose a la vida a través del impacto de la tecnología, de la relación con sus amigos, de nuevos contenidos a los que pueden acceder desde los medios de interacción social… Es la etapa del descubrimiento y ahí el educador es la persona que tiene que estar al lado para acompañar y ejercer de contraste.

¿Qué habilidades se infunden a los alumnos?
Intentamos que los chicos vean que las personas tenemos unas dimensiones que nos constituyen: aprender a relacionarnos con nosotros mismos para ser personas sanas, críticas y responsables; el trato con los demás para conseguir establecer relaciones sociales y de amistad que nos ayuden; y analizar el mundo que nos rodea con sus circunstancias, a través de las noticias, con la pandemia, siendo conscientes de las situaciones de dolor y desigualdad, para lograr educar personas solidarias. Además, para nosotros es importante la dimensión trascendente de la persona que la realizamos a través de una propuesta cristiana como proyecto de vida, pero lógicamente respetamos y acompañamos a cada alumno en su apertura a la trascendencia. Creemos que nuestro proyecto humildemente contribuye a formar esa dimensión espiritual de la persona, sobre todo para los adolescentes y adultos jóvenes que están sufriendo a nivel mental con la pandemia y que se preguntan por el sentido de la vida.

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Hace varios cursos que Unicef nos reconoció como centro referente en educación en derechos de la infancia en beneficio de la ciudadanía global

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¿Y qué valores se les transmiten?
Nosotros hacemos una propuesta de valores que es la que consideramos que más felices y responsables van a hacer a nuestros alumnos, para que sean capaces de vivir su vida de manera responsable con ellos mismos y con los demás. Así que hace años emprendimos un camino de la mano de Unicef, y se nos reconoció hace varios cursos como centro referente en educación en derechos de la infancia en beneficio de la ciudadanía global. Y nos gustó esta propuesta de Unicef porque venía a dar estructuras y lenguajes nuevos a cosas que nosotros veníamos haciendo ya en nuestro proyecto de educación en valores. Ahí trabajamos bajo el paraguas de cuatro ámbitos: por un lado, educar y sensibilizar a los alumnos, pero también a sus familias, al profesorado, a su entorno cercano sobre los derechos de la infancia. Se trata de concienciar sobre la importancia de reconocer que estos menores con los que trabajamos todos los días no son meros receptores de lo que les queremos proponer sino que son sujetos de derecho y hay que considerarlos como tales. Evidentemente en países en desarrollo hay una urgencia por algunos derechos que es más inmediata o necesaria, pero también entre nuestros menores, y a veces observamos desconocimiento de esto entre las familias e incluso entre los profesores. Por otro lado, trabajamos en todo lo que tiene que ver con la protección de los menores para que se desarrollen en un entorno seguro. Y eso pasa por protocolos, por exigencias legales para cumplir con los requerimientos en materia de delitos sexuales hasta toda la parte de prevención, de sensibilización y de formación del profesorado. En este sentido, por ejemplo, tenemos un programa de tutorías desde los 3 años hasta el final de la escolaridad sobre prevención del abuso sexual infantil con las directrices que marca la UE y otros organismos expertos en infancia.

¿Cuáles son los otros dos ámbitos?
Son todo lo que tiene que ver con el clima de centro y la participación del alumnado. Desde pequeñitos trabajamos con ellos la gestión emocional para que sepan responder conductualmente bien cuando haya una situación de conflicto. Con los medianos trabajamos más los conceptos de la amistad y de educar en habilidades socioemocionales para saber crear verdaderas amistades o saber también decir que no. Y luego nos ha aportado mucho el tema de la participación infantil y juvenil. Hemos creado un miniconsejo escolar de alumnos menores de 12 años y una junta de participación escolar de alumnos a partir de Secundaria. También tenemos un equipo de alumnos ayudantes en Secundaria que ejercen de mediadores entre el claustro y el resto de alumnos, porque a veces son mejores detectores que nosotros ante las situaciones de riesgo que puedan producirse, así como en la integración de alumnos nuevos. Ellos son los mejores detectores y también los mejores solucionadores.

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Participar en un centro exige también responsabilidad y compromiso en las propuestas que se hacen, y en poderlas mantener y darlas a conocer

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¿Cómo responden los alumnos a este tipo de proyectos?
Tradicionalmente realizamos encuestas y grupos de discusión para tratar estas propuestas o estos proyectos que estamos emprendiendo, y ver cómo están calando. Y los resultados nos dicen que las familias del alumnado conocen estos objetivos, reconocen que se sienten seguros y sabrían a quién acudir en el centro cuando sucede algo. En los alumnos de Secundaria tenemos las evaluaciones de alumnos ayudantes que reconocen que sí que se sienten escuchados y que se sienten parte activa. Hay que tener en cuenta que no es tan fácil generar procesos de participación en los centros. Podemos hacer iniciativas sueltas, desde un buzón de sugerencias hasta un equipo de alumnos ayudantes, pero no es fácil concienciar al alumnado de que ellos pueden participar, escucharles de verdad y no desestimar sus propuestas y acompañarles para que sus propuestas sean sostenibles en el tiempo y que realmente se puedan llevar a cabo. Pensamos que participar es dar la opinión, pero exige también responsabilidad y compromiso en las propuestas que se hacen, y en poderlas mantener y darlas a conocer. Así que estamos contentos de que en las evaluaciones que vamos haciendo con familias y alumnos, comprobemos que sienten que el colegio atiende sus necesidades y se abren puertas donde ellos pueden participar.

¿Qué se le exige al profesorado en los centros?
Nosotros pedimos y esperamos del profesorado que vivan su trabajo con pasión, que les guste lo que hacen. Hacemos procesos públicos donde cualquier persona que se pueda sentir atraída por nuestro proyecto y esté buscando trabajo, pueda acceder, pero después sí que tenemos un proceso de selección en el que tratamos de afinar y buscar el mejor educador para nuestros hijos. Una vez que nosotros optamos por una persona, comienza un proceso de formación inicial durante tres años con la tutorización de otra persona del centro y de otro compañero que le puede acompañar para ser un educador marista como nosotros esperamos.

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Es mejor hacer pocas cosas pero todos juntos y a la vez, que programas estrella que unos desarrollan pero otros no

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¿Y profesores innovadores?
Queremos ser los mejores centros innovadores, ser capaces de dar respuestas actuales a nuestro alumnado, pero por otro lado somos muy familiares, de forma que cuando las personas vienen a nuestro centro intentamos se sientan como en casa desde el primer día. Evidentemente no deja de ser su trabajo y su responsabilidad, pero buscamos que haya un buen clima de trabajo y buen ambiente laboral. Afortunadamente en Guadalajara así lo tenemos, y eso hace que las personas que vienen a trabajar con nosotros se sientan a gusto y felices, se vean realizadas profesional y personalmente, y eso está muy bien porque luego las familias lo reconocen: tener un claustro unido, que haya un equipo donde se proponen proyectos que puedan hablarse y criticarse, pero que cuando optamos por algo, vayamos todos a una. Otra cosa que nos ha caracterizado en la implantación de proyectos ha sido ir poco a poco, la teoría del pequeño cambio: es mejor hacer pocas cosas pero todos juntos y a la vez, que programas estrella que unos desarrollan pero otros no. Nuestro marco de innovación educativa está muy consensuado y es posible llevarlo a cabo y que sea una oferta coherente porque todo profesor se siente parte de ello.

¿Cuentan con un plan digital de centro?
Cuando nos vino el primer confinamiento, tuvimos la suerte de que teníamos todo el centro estructurado a nivel digital, todos los alumnos tenían ya sus cuentas y su entorno virtual de aprendizaje, así que fue muy rápido poder organizar las clases telemáticas. En aquel momento realizamos también un plan muy diferenciado de cómo íbamos a atender a los alumnos de Infantil, Primaria y Secundaria adaptado a las necesidades y al nivel de autonomía de cada niño. Ahí el plan digital que teníamos hasta entonces demostró que respondía, pero también nos sirvió para ver el potencial que tenía la tecnología. Así que ahora mismo contamos con un plan digital renovado de 2021-2024 basado en los marcos europeos y en el uso seguro de la tecnología como herramienta de aprendizaje y evaluación. La tecnología también nos está sirviendo para implementar mejor el aprendizaje cooperativo, planteando trabajos en línea con alumnos que, aunque están separados físicamente en el aula, sin embargo están trabajando en el mismo proyecto, y eso gracias a la tecnología.

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