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El síndrome del impostor

Llucià Pou Sabaté
Teólogo
26 de julio de 2022
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Cuando empezamos una actividad profesional, tanto si es la primera como si nos estamos reinventando, o incluso si llevamos tiempo trabajando en algo, quizá podemos sentir que no estamos lo suficientemente preparados para ello, y esto nos limita. Se le llama “síndrome del impostor”. Es una mezcla de complejo de inferioridad, quizá de falta de autoestima, que nos lleva a buscar qué hacen los demás para imitar esos modos de trabajar, de hablar… de un modo excesivo, sin sacar lo mejor de nosotros mismos. Piensa si a veces no hemos solicitado un trabajo por no cumplir con todos los requisitos. Si preparamos un trabajo de un modo excesivo, sin acabarlo nunca… Si nos da vergüenza publicar en las redes sociales por si aquello no está “perfecto”. No reconocer nuestras habilidades al hablar con los demás. No dejar que nos hagan cumplidos pensando que no los merecemos. ¿Te ha pasado alguna vez? Nos ha pasado a muchos alguna vez.

Aunque tenemos fortalezas, pensamos que no nos merecemos el reconocimiento por parte de los demás: podemos pensar que el éxito que hemos tenido no ha sido por méritos propios sino por suerte, y que los demás pueden darse cuenta de que en realidad no valemos la reputación que tenemos.

En primer lugar, nos falta autoconocimiento: somos los únicos que no conocemos nuestras cualidades. Conozco gente estupenda que tienen la sensación de no ser unos genios cuando en realidad lo son. Piensan que no se merecen las fortalezas que en realidad tienen, cuando solo piensan en los fallos que tienen, las debilidades, y los agrandan. Les falta autocompasión, y les sobra autocrítica, y odian los elogios pues les parecen falsos. Sienten culpa de todo…

¿Cómo actuar para superar esa falsedad? Hay que mejorar el feed-back que nos viene de fuera, pues es difícil el feed-back interno que es donde está el problema; hay que reconocer los sentimientos que nos vienen, y ver por qué sentimos eso, muchas veces no tienen base objetiva

¿Cómo actuar para superar esa falsedad? Hay que mejorar el feed-back que nos viene de fuera, pues es difícil el feed-back interno que es donde está el problema; hay que reconocer los sentimientos que nos vienen, y ver por qué sentimos eso, muchas veces no tienen base objetiva. Es el primer paso para tener un control interno, si no se ve lo que viene desde fuera como que “ha habido suerte”. Empezar a ganar control interno es un primer paso. Decía Alex Rovira que la buena suerte no existe, es una mezcla de preparación y oportunidades. Y hemos de tener coraje para coger esas oportunidades cuando llegan. Para eso conviene hacer una “apropiación” de nuestras cualidades: hacer una lista de ellas, para comentar esas fortalezas cuando convenga hacer una presentación ante los demás, y mostrar los proyectos que hemos conseguido. Claro que también tenemos debilidades, que son cualidades aún mal enfocadas, que hay que seguir cuidando para convertirlas en oportunidades. Por tanto, analizar las cosas que nos van bien, y relacionarlo con nuestras cualidades: cómo las hemos tenido de nacimiento o las hemos adquirido poco a poco con esfuerzo. Ver cuánto síndrome de impostor tenemos, y reírnos un poco de nosotros mismos.

En segundo lugar, conviene pedir ayuda. Especialmente si llevamos más de 5 meses con algo nuevo y que persista esta sensación. Un mentor es una buena idea para el comienzo de una actividad nueva. Dicen los americanos que lo importante para una persona es tener 5 ó 6 amigos de confianza, para aconsejarse en los distintos campos de nuestra vida. Que lo importante es que cuando una de esas personas ya no está en nuestro camino, podamos escoger a otra adecuada para sustituirla. Así, preguntar a un mentor, amigo, profesional de confianza, es un buen modo de escapar del síndrome del impostor, por la seguridad que da tener alguien experimentado que nos dice las cosas que hacemos bien, nos dice que estamos preparados, nos ayuda a seguir mejorando. Y, al vernos “bien”, nos sentimos bien. Ya podemos estar a gusto en una red de contactos, ir a una reunión y sentirnos a gusto y mostrar la mejor versión de nosotros mismos. Además, cuando preguntamos, experimentamos que la gente con experiencia normalmente disfruta ayudándonos, en contra de lo que puede pensarse antes de preguntarles. Y de ahí surge otra experiencia, y es que compartir el conocimiento que tenemos con los demás no sólo es dar información buena, sino que nos ayuda a sentirnos bien, y más valorados. Al principio puede resultar forzado, podemos sentirnos inseguros, con miedo, pero vamos haciéndolo con naturalidad y vamos dando sensación de seguridad. Y como las personas se sienten atraídas por las personas seguras, ya que dan confianza. La confianza adquiere así un valor multiplicador. También ayuda a ese proceso establecer lazos con gente del “gremio”, así poco a poco se va ganando esa confianza, que tiene un “feed-back” y al retroalimentarse se va adquiriendo confiabilidad en los demás. Se va superando la fase de “principiante”. Pero esto no significa que luego nos “creemos perfectos”, pues la vulnerabilidad es siempre un valor, que no está opuesto a conocer nuestras cualidades. Se trata de ir aprendiendo, dando cada día lo mejor de nosotros mismos.

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Comentarios

  1. Fulgen
    3 de agosto de 2022 13:00

    Gracias por compartir.

    Los obstáculos y las pruebas en la vida vienen para que muestres tus mejores cualidades.