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Jóvenes con discapacidad: una generación empoderada

El autor apunta a un cambio de paradigma en un colectivo cada vez más consciente de su potencial para aportar valor a la sociedad.
17 de agosto de 2022
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El empleo es el vehículo por excelencia para que estos jóvenes alcancen sus metas personales. © HALFPOINT

En un contexto de crisis cíclicas, en el que la economía experimenta continuos episodios de incertidumbre, la población joven acostumbra a ser la más damnificada. Sus mayores tasas de desempleo, ligadas a la ausencia de experiencia, y/o la precariedad laboral (se estima que uno de cada cuatro menores de 25 años trabaja en la economía irregular) les sitúa fuera del paraguas de las medidas de protección social, exponiéndoles de forma más acusada al riesgo de exclusión y/o pobreza.

En este escenario, los jóvenes con discapacidad encuentran dobles barreras. En la Gran Recesión, muchos se iniciaban en la veintena y empezaban a incorporarse al mercado laboral, haciendo frente, no solo a las dificultades económicas, sino también a prejuicios y estereotipos que merman sus oportunidades laborales y que se ven reforzados en tiempos de crisis. La pandemia estalló cuando muchos de estos mismos jóvenes con discapacidad, ya en la treintena, aún no habían alcanzado la estabilidad profesional, y dificultando la incursión laboral de aquellos que se estrenaban en el empleo, debido al menoscabo que la Covid-19 ocasionó en los sectores en los que habitualmente encontraban sus primeras oportunidades profesionales (turismo, hostelería, restauración, etc). Sin duda, todo ello amenazó con ocasionar, de por vida, una merma en las oportunidades de progreso de los millenials y centenialls con discapacidad.

Hoy, aunque ya superado lo más duro de la emergencia sanitaria, las secuelas de la pandemia siguen ahí y conviven con la incertidumbre generada por el efecto del alza en la inflación y la crisis de suministros: un panorama que se antoja difícil para todos los demandantes de empleo y particularmente para aquellos con dificultades añadidas, como los jóvenes con discapacidad, que actualmente superan los 9.000 desempleados menores de 25 años.

A pesar de ello, en nuestro último informe Jóvenes con discapacidad, motor de futuro, percibimos una generación empoderada, que desea promover un cambio de paradigma en el que su inclusión laboral deje de considerarse filantropía para elevarse a un derecho fundamental, que además aporta valor y competitividad al conjunto de la sociedad. Así, ya no quieren trabajar “de lo que sea”, sino que aspiran a emplearse en sectores y posiciones concretas. No en vano, y pese a que la pandemia socavó sus expectativas profesionales, ha supuesto, al mismo tiempo, un revulsivo para despertar hacia la diversidad y la inclusión.

Se ha evidenciado que todas las personas somos necesarias y los jóvenes con discapacidad son cada vez más conscientes de su potencial para aportar valor a la sociedad, a través de un empleo que normalice su vida. Del mismo modo, tienen claro que el empleo es el vehículo por excelencia para alcanzar sus metas personales: iniciar un proyecto de vida independiente, acceder a una vivienda, ampliar su círculo social o incrementar su autoestima.

Los jóvenes quieren que su inclusión laboral deje de considerarse filantropía para elevarse a un derecho fundamental

Es fundamental que esta visión cale en todos los agentes sociales y que el talento joven con discapacidad se convierta en una prioridad para las Administraciones y en una propuesta de valor para el tejido empresarial. Ahora bien, para ello será necesario actuar sobre las raíces de la desigualdad, promoviendo su formación cualificada y su acceso a nichos de empleo emergentes, dotándoles, entre otros, de competencias digitales que les acerquen a las posiciones más demandadas en ámbitos como la programación, el marketing digital y otras materias en auge en las que siguen infrarrepresentados.

Las políticas activas de empleo y las estrategias de Diversidad, equidad e inclusión, van a ser los instrumentos ineludibles para alcanzar este reto y avanzar hacia lo programado en la Agenda 2030, haciendo frente a los prejuicios que siguen lastrando su plena inclusión y logrando que “no se queden atrás” con respecto a otras personas de su generación. De tal forma que todo joven con discapacidad que quiera trabajar, pueda hacerlo con garantías.

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