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Marta Prada: “Vivimos en una sociedad en la que importa más consumir que la infancia”

En su último libro, “Las cinco máquinas del amor”, la formadora y escritora Marta Prada trata de educar a los más pequeños en el concepto del amor y las distintas formas de expresarlo.
Marta Peiro y Maria Jesús OrozcoMartes, 11 de julio de 2023
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Marta Prada, formadora, escritora, creadora del blog Pequefelicidad y madre, posa para Magisterio. / © MARTA PRADA

La infancia es el futuro. Pero, ¿cómo se encuentran los más pequeños a nivel emocional? ¿Son capaces de identificar, distinguir, validar y expresar sus sentimientos?

Marta Prada es formadora y guía en la filosofía Montessori. Es la creadora del blog Pequefelicidad y ha publicado libros como Educar en la felicidad, Cuentos Montessori o Mamitis, con los que pretende fomentar una filosofía educativa basada en la disciplina positiva y la crianza respetuosa.

Este medio habla con ella sobre Las cinco máquinas del amor, su último trabajo, con el que busca acercar a niños de entre cuatro y cinco años el concepto del amor y las distintas formas de expresarlo de una forma sana. Pero no solo a ellos…

Pregunta. ¿Por qué escribiste este libro, cuál es su propósito?
Respuesta.–El propósito es que los niños y las niñas integren y entiendan los cinco lenguajes del amor. Llevo años formando y asesorando a familias, y me he dado cuenta de que muchos adultos, muchas veces de forma inconsciente, arrastran temas de su infancia porque no recibieron amor o no lo percibieron de la forma en la que lo necesitaban. 

Creo que es importante que desde la infancia aprendamos a identificar que hay diferentes formas de dar y recibir amor. Eso nos va a ayudar a forjar una inteligencia emocional mucho más sana y a establecer relaciones más sanas. En definitiva, a ser una sociedad mucho más humana.

¿Les explicamos a los niños correctamente en qué consisten conceptos como el amor, el cariño o el afecto?
–El amor es algo muy abstracto porque no se ve… pero los niños lo pueden sentir. El libro está enfocado para niños a partir de los 4-5 años, cuando ya empiezan a tener una visión más amplia de todo, y realmente se lo muestro de una forma muy concreta. De ahí las máquinas, los colores de las máquinas… porque los niños son así: concretos, literales. Y también es una herramienta para los adultos. Muchos no conocen de la existencia de cinco lenguajes del amor. Y, cuando hablamos distintos lenguajes, nos cuesta entendernos con la otra persona. 

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Aprender a identificar desde niños que hay diferentes formas de dar y recibir amor nos va a ayudar a forjar una inteligencia emocional más sana

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Identificar, niños y adultos, que hay diferentes formas de dar y recibir amor nos ayuda también a comprender mejor a nuestros hijos. El otro día me decía una madre que había leído el cuento a su hijo y que este identificaba la máquina que estaba utilizando. 

Y eso es genial. Que el niño aprenda a identificar que, aunque su madre ese día no ha tenido tiempo para jugar con él, lleva todo el día haciendo cosas por él: ha ido a la librería a comprar unas cosas que le faltaban, ha estado cocinando… Hay muchas formas de expresar amor, y es genial que los niños aprendan a identificarlas.

¿Y la forma de expresarlos?
Históricamente ha habido muy poca educación emocional en las escuelas. Las emociones estaban relegadas a un segundo plano. Al menos yo no recuerdo que me hablaran de emociones en el colegio, que fuera importante. Se nos enseñaban los ríos, matemáticas… pero la parte emocional estaba más abandonada, y creo que es fundamental. 

La inteligencia emocional es fundamental para alcanzar el éxito. Es fundamental educar a los niños en emociones para que aprendan desde pequeños a identificarlas y puedan construir relaciones mucho más sanas. Y, a su vez, puedan sentirse más plenos. 

En el libro hablo de que tenemos todos un tanque del amor y que esas máquinas lo alimentan. Cuando no sentimos el amor como lo necesitamos nos empezamos a sentir mal, y los niños lo manifiestan de una forma muy clara a través de su comportamiento. Es fundamental que como sociedad nos concienciemos de la importancia que tiene educar en emociones y ayudar a los niños a forjar una inteligencia emocional sana.

En el libro, tanto Max como Lúa sienten que funcionan mal por no expresar ciertas emociones de ciertas maneras. ¿Sucede esto en la vida real? 
–Niños… y adultos. Muchas veces estás con tu pareja y no eres una persona muy de contacto físico, abrazos, caricias, besos, y ahí se crea una fisura, cuando tu pareja te pregunta qué pasa, si no le quieres… tú estás demostrando tu amor de la forma que sabes, cocinando, haciendo tareas de casa… como sea tu lenguaje del amor primario. Pero lo cierto es que ese contacto no te sale ni con tu pareja ni con nadie… y puedes llegar a pensar que eres una persona fría, que te ocurre algo… Quizá simplemente no te sale, no eres así, y no hay nada de malo en ello. Ni en niños ni en adultos.

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Históricamente ha habido muy poca educación emocional en las escuelas. Las emociones estaban relegadas a un segundo plano

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¿Cómo ayudarles a normalizar y validar sus propios sentimientos?
–Para mí hay una palabra clave fundamental a la hora de educar, y es empatía. Necesitamos ser mucho más empáticos con los niños, aprender a ponernos en su lugar y a ver más allá de su comportamiento. Ver qué necesidades no están satisfechas, quizá a nivel afectivo. 

Quizá no les estamos expresando el amor de la forma que necesitan. A lo mejor llega su cumpleaños y su padre se está desviviendo cocinando pasteles y preparando decoración… pero quizá su hijo lo único que necesitaba era su presencia, que su padre estuviera ahí.  Es importante para ellos aprender a identificar todo esto… y para nosotros. 

¿Hasta qué punto puede afectarles la presión de grupo, que sus amigos les hagan sentir vergüenza, por ejemplo, por abrazar a sus familiares o expresar lo que sienten?
–Mucho, sobre todo en su autoestima: cuando reciben ese tipo de trato, su autoestima se va mermando. Por eso es muy importante que en casa los padres aprendamos a generar relaciones de confianza con nuestros hijos que estén basadas en el respeto y la empatía, y que eduquemos en el respeto.

Muchos hemos crecido pensando que la única forma de disciplinar a un niño era a través de gritos o castigos que mermaban su autoestima. Y cuando los niños se tienen que enfrentar a ese tipo de cosas… los tienen normalizados de casa. “En casa me gritan…”, dicen. Cuando se enfrentan al mundo y en casa han recibido amor y respeto, tienen una autoestima fuerte. Esos niños van a ser más capaces de identificar las cosas y poner límites. Y aprender. 

No es tarea sencilla para los padres, pero tenemos que intentar deshacer patrones, desaprender lo que aprendimos nosotros, y darnos cuenta de que hay otra forma de educar y hacer las cosas. 

Hay quien sostiene que los adultos sufren tanto de problemas como la ansiedad porque no han trabajado su salud mental desde niños. ¿Crees que está cambiando? ¿Están más preparadas las nuevas generaciones?
–Queda mucho camino por recorrer. La infancia, bajo mi punto de vista, todavía está relegada a un segundo plano. Vivimos en una sociedad capitalista en la que importa más producir y consumir que las necesidades de la infancia. Y es verdad que los niños de hoy tienen cosas que no tenían los de hace 60 años: hay mucha más información y consciencia… Pero tienen unas condiciones más complicadas que los niños de hace 60 años. 

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Los padres tenemos que intentar deshacer patrones, desaprender lo que aprendimos, y darnos cuenta de que hay otra forma de educar y hacer las cosas

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Falta la presencia de los progenitores, que tienen unos horarios… muchas veces los niños tienen que ser criados casi desde bebés con los abuelos. También hay exceso de consumo de pantallas… Tienen unas condiciones que son muy distintas a lo que se vivió hace 60 años. 

Hemos avanzado en algunos aspectos, pero queda mucho camino por recorrer. Y creo que es importante que nos concienciemos de la importancia que tiene la infancia para la sociedad. La infancia no es el futuro, es el presente, el valor de un país. Y es fundamental colocarla en el lugar que se merece y atender a sus necesidades.

¿Cómo contemplas la educación en este sentido? ¿Qué se está haciendo desde los coles?
–Pienso que se está apostando por educar a nivel emocional, pero no en la medida en que se debería. Hay grandísimos profesionales en la enseñanza que luchan a contracorriente porque no tienen unas condiciones óptimas. Las ratios, los horarios maratonianos que tienen los niños, deberes, sobrecarga de tareas… Hay muchos grandes profesionales que están haciendo mucho y están cambiando la forma de enseñar, educar y acompañar desde el colegio. Y hay que valorarlo, es indiscutible su labor. 

Pero, a nivel de sistema educativo, todavía tenemos que concienciarnos y hacer muchos cambios para que realmente los niños tengan el ambiente educativo que se merecen, las condiciones, puedan aprender de una forma mucho más manipulativa, seguir sus propios ritmos, estar acompañados en emociones… Muchas veces entran 25 niños de 3 años para un solo profesor. Y esa persona se ve atada de pies y manos porque, aunque quiera atender emocionalmente las necesidades de todos esos niños, es una persona: no puede dividirse, no puede multiplicar sus brazos. Es muy difícil.

El aspecto emocional también atañe a los adultos. ¿Has recibido algún feedback de los padres que han leído tu libro a sus hijos?
–Sí. El otro día una madre me decía que su hijo había entendido a la perfección conceptos que en muchos casos los padres no hemos interiorizado hasta la adultez, y es una maravilla. Que me den ese feedback o me manden una foto leyendo el cuento, o me digan que les ha emocionado… es de las cosas más bonitas y gratificantes de mi trabajo. 

Más allá de cómo haya ayudado a sus hijos… ¿les ha servido a ellos para aprender algo?
–Claro. Estoy segura de que hay muchísimos adultos… yo misma hasta hace años no sabía que había diferentes formas de expresar y recibir amor, porque no crecí interiorizando todos estos conceptos. A lo mejor nosotros veíamos que nuestro padre trabajaba muchas horas pero no entendíamos que, a su manera, nos estaba expresando amor. O no aprendimos a decirle que necesitábamos pasar más tiempo con él. 

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Muchas veces hay 25 niños de 3 años para un solo profesor. Y esa persona, aunque quiera atender las necesidades de todos, es una persona

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A los adultos nos ayuda a sanar y conocernos, saber qué nos faltó de niños… Muchas veces arrastramos heridas y no somos conscientes de ello. Y nos relacionamos de formas más insanas. Aprender a identificar qué nos duele, por qué, de dónde viene… es clave para sanar y poder tener relaciones más sanas con nosotros mismos y con nuestros hijos.

¿Cómo podemos los adultos aprender a sanar, a conocernos, a relacionarnos mejor…?
–Trabajando a través del autoconocimiento, reflexionando. Hay que hacer un trabajo con uno mismo. A veces no podemos solos y es necesario pedir ayuda, entender que nos estamos refugiando en el trabajo o alimentándonos de forma insana, o necesitamos estar más presentes con nuestros hijos. 

Se trata de aprender qué es lo que yo identifico en mí y de dónde me puede venir. Cuando empiezo a ver que algo me duele, es el momento de empezar a trabajar. Y si no soy capaz de descifrarlo y es necesario, pedir ayuda. No solo por nuestros hijos. A veces muchos padres, cuando acuden a las asesorías, lo que ven es un problema de comportamiento en los niños, y muchas veces hay cuestiones más profundas que hay que trabajar en ellos. 

En tu blog, Pequefelicidad, afirmas que el Método Montessori cambió tu forma de ver la infancia y el mundo. ¿Por qué? ¿Qué tiene de característico?
–Precisamente porque es una metodología que devuelve la dignidad a los niños: los considera seres valiosos, llenos de potencial desde el nacimiento. Durante tanto tiempo ha sido todo tan diferente… Cuando yo era niña un bebé era alguien a quien había que alimentar, que no se valía por sí mismo. En la filosofía Montessori el niño es considerado como un ser humano valioso desde que nace, y se respetan sus ritmos, sus necesidades… 

Es lo que necesitamos para crecer con una autoestima sana: ser considerados como seres valiosos. Pero no solo en las palabras, porque ya estamos muy alabados, llenos de palabras bonitas… pero son las acciones lo que nos cala. Que a un niño de dos años su padre le invite a hacer algo juntos en la cocina, o regar una planta… Son pequeñas acciones que le están dando ese mensaje de que es valioso, capaz. Que aporta a la familia. Y eso es básico para crecer con una personalidad sana. 

A mí me cambió la vida, porque me ayudó a empezar a conocerme e identificar todas esas cosas que no había recibido de niña y que me habían marcado, y del daño que me habían hecho. Los padres siempre actúan con su mejor intención y lo hacen lo mejor que saben. Pero, claro, hace 30 ó 40 años faltaba mucha información sobre neurodesarrollo… no tenían la información ni las herramientas que tenemos a día de hoy.

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A veces muchos padres ven un problema de comportamiento en los niños, cuando hay cuestiones más profundas que trabajar en ellos

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Como madre, ¿tienes algún consejo o mensaje para los padres de cara a educar a los hijos en temas emocionales? 
–Que el foco no está en el niño sino en nosotros mismos. Muchas veces los padres que vienen a mis formaciones y asesorías han leído mucho sobre educación respetuosa y disciplina positiva, pero una cosa es la teoría y otra la práctica. Tienen las herramientas y entienden lo que hay que hacer en cada situación, pero cuando llega la hora de la verdad no son capaces de aplicarlo. 

Esto es así porque hay cosas que les duelen, y gestionar esos momentos y emociones tensas es todo un reto. Lo primero es buscar su equilibrio individual, sanar lo que les duele de su infancia, buscar estar bien con ellos mismos. Y, en segundo lugar, con su pareja, algo fundamental para que los niños crezcan en entornos estables y sanos.

A partir de ahí, todo sale mucho más fluido. Cuando uno está bien, cuando ha sanado, todo le sale de forma natural. Sino, ante una situación adversa, intentará no gritar o reaccionar mal con su hijo, pero poco a poco va a ir llenando el vaso por esos temas que no ha resuelto y acabará perdiendo los papeles, explotando. Lo primero es estar bien contigo mismo y con tu pareja.

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