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La inteligencia artificial y la nuestra

Llucià Pou Sabaté
Teólogo
18 de septiembre de 2023
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Cuando le he preguntado a ChatGPT que me dijera algo sobre mí, se ve que ha encontrado material que estoy estudiando de san Agustín, y su respuesta ha sido: “En las profundidades de la interioridad, San Agustín nos invita a sumergirnos, a explorar los abismos de nuestra existencia, y en el encuentro con Dios, encontrarnos y redimirnos. Así, en el legado de San Agustín encontramos una invitación a explorar nuestra propia interioridad, a buscar la verdad y el sentido de nuestra existencia, y a encontrar en Dios el amor y la felicidad”.

Textualmente, en dichas palabras no hay ninguna cita que Google identifique como plagio, pero basta buscar en el programa Plagium para ver que hay diversos trabajos donde aparecen muchas coincidencias (hasta un 50%). Aparentemente, es un trabajo inteligente, y por eso le llaman IA, inteligencia artificial, funciona con algoritmos, que une palabras con lógica matemática según ha sido programada, pero en el texto citado mezcla cosas pero le falta frescura, autenticidad. Seguramente, un trabajo hecho con IA tendrá éxito si no es “cazado” por los programas antiplagio como Turnitin, pero no creo que pueda llamársele creativo.

Es lógico que este programa que no tiene aún un año, alimentándose de lo que le enseñe en las “horas de vuelo” que vaya desarrollando, pasará de una fase de “prácticas” a ser un “profesor consagrado” que mejore sustancialmente su redacción.

No estamos hablando de robots u ordenadores normales: son ya máquinas que están programadas para que puedan seguir los mecanismos neuronales de aprendizaje, que encuentren patrones y creen predicciones, a ejemplo de nosotros, puedan llegar a un aprendizaje profundo o deep learning en el que utiliza redes neuronales artificiales a imagen de las nuestras, y como sabemos, ya tiene mucho éxito en el reconocimiento de voz, de imágenes, y la traducción de idiomas. Y la cosa no ha hecho más que empezar…

La IA alcanza ya “una verosimilitud total, logrando que una conversación con el chat sea indistinguible de una conversación real” (Xavier Casanovas), con un antropomorfismo que nos da una falsa sensación de realismo (Ramón López de Mántaras). Nos muestra lo que hay en la red, los datos, podemos preguntarle por ejemplo por la persona mejor jugadora del mundo de un determinado deporte, pero eso no le convierte en un sabio sino en ejecutor de meta-datos, un “loro estocástico” (que trabaja al azar y con análisis estadísticos: Emily Bender).

Decía un amigo profesor que su trabajo podía ya hacerlo la IA. Discrepo. En la posverdad, la IA será un factor de confusión, puesto que vivimos en tiempos donde no hay criterios de discernimiento de la verdad, y la cita que amablemente me proporcionó la IA del comienzo de este artículo, es lo que falta al contexto intelectual de hoy: no hay interioridad, y por eso todo vale con tal de que las instancias con autoridad lo refrenden. Hoy cuenta la verosimilitud, la apariencia de verdad, y en eso la IA no tendrá rival. Será el mejor. La verosimilitud, apariencia de verdad, domina en el arte, la cultura, la carrera universitaria con sus protocolos, vemos que la verdad está como escondida en procedimientos y formalismos. Un profesor está sometido a muchas formas de programar material escolar, y la atención a que cada alumno vaya en búsqueda de la verdad no siempre está asegurada.

¿Qué ha pasado con la verdad? Se perdió por el camino. Primero vino el positivismo del siglo XIX que como broche de oro de la modernidad solo reconocía lo que se podía experimentar. La verdad como praxis fue promovida por el marxismo. Luego vino el psicoanálisis, la fenomenología, y distintas formas de búsqueda de la verdad. Si el progreso quería ser una forma de salvación, siguiendo las huellas de Bacon, entendida como un dominio creciente de la razón que hacía a la persona humana autónoma sin dependencias de nadie externo ni siquiera divino (sin heteronomías, que serían falta de libertad), todo eso se pierde en el siglo XX. Theodor W. Adorno viene a decir que el progreso va de la honda a la superbomba. Hasta llegar a la posverdad, donde no hay referencia a la verdad y al bien, y su ambigüedad es peligrosa. El crecimiento del hombre interior debería definir lo que es el progreso auténtico, para que no se convierta en una amenaza para la humanidad con un dominio de la técnica.

La esperanza no puede basarse en el progreso material, sino que tiene que tener en cuenta la trascendencia, lo apuntado más arriba: la interioridad, los demás, lo divino. Los reinos humanos cerrados a la trascendencia aportan no libertad sino campos de concentración y dictaduras en sus diversas formas de dictaduras y populismos. La libertad tiene que ver con la ética. No puede ser que la técnica sea la nueva religión, que la razón instrumental termine por ocupar todo el espacio de la razón. El utilitarismo como sistema ético está muy incompleto. Pero es hoy dominante junto al emotivismo, por eso conviene buscar más fundamentos para el actuar noble. Aldous Huxley en Un mundo feliz es paradigmático en cómo puede ir una sociedad dominada por el sentido de lo útil.

Con el manejo de los big data, la IA reflejará lo que hay en la red, en la sociedad, sin ningún juicio moral, todo llevado por el sesgo de los algoritmos. No hay discernimiento, la ingenuidad tecno-optimista es pensar que ahí hay creatividad, pero en realidad no la hay, ni solución a dilemas morales, ni ayuda a ser mejores personas.

Sin duda, son herramientas muy útiles que nos permiten ver a Messi hablando en inglés con esta técnica fake, y podemos ver a Freddie Mercury o cualquier otra persona como si estuviera viva. Los cálculos neuronales pueden hacernos oír un discurso de Lola Flores anunciando cerveza, y es una suerte poder disponer de simulaciones de una conversación por chat con cualquier persona fallecida, por ejemplo, con John Fitzgerald Kennedy o Freddie Mercury.

Son una maravilla estas técnicas de IA a imagen del cerebro humano, el cual sin embargo tiene mucho más. Porque el cerebro es también expresión de nuestra alma, con toda la riqueza de contenido, expresión de una mente no local de la que es ignorante toda herramienta de IA como los LLM.

Siendo la IA un gran avance, que puede ayudarnos a progresar, también puede verse como una esperanza de salvación, pero sería falsa, un sucedáneo que provoque desengaño, un elemento más del gnosticismo que surca toda la historia de la humanidad al buscar la salvación solamente a través del conocimiento y la iluminación. El culto a los datos puede llegar a pensar que podemos prescindir del cuerpo y trascender nuestra vida mortal vaciándonos «en la nube». Esto ha sido llevado recientemente al cine en la película Lucy que interpreta Scartlett Johansson. Es la ilusión de que más allá del cuerpo la mente se perpetúe. Ya hace decenios[1], Frank J. Tipler habló de la factibilidad de la Resurrección en su revolucionario ensayo La física de la inmortalidad (traducción en Alianza Editorial).  Expone una nueva teoría en línea con el Punto Omega de Pierre Teilhard de Chardín, y a partir del desarrollo de los ordenadores cuánticos, habla de una máquina del tiempo, para que cuando hubiera la desaparición de la Tierra al consumarse la energía del Sol, pudiera emigrarse a otros territorios espaciales, incluso se podría dominar al Universo antes de su colapso. Para él, podrían enviarse cápsulas con ordenadores cuánticos robotizados dotados de Inteligencia Artificial que podrán reproducirse a sí mismos utilizando energía y materia cósmica, e ir propagándose hasta conquistar todo el Universo dentro de unos cientos de millones de años. Estos seres, herederos nuestros acabarían por saberlo todo, serían omnipresentes y controlarían toda la energía, serían omnipotentes. Explica Nicolás Puerto Barrios que nuestros descendientes según este plan podrían crear y recrearse, recomponer todas las situaciones y combinaciones de la materia habidas y por haber.

Sin duda, es necesario regular la IA pero más todavía dotarnos de herramientas para el discernimiento. Con ese buen uso, sus aplicaciones pueden ser maravillosas en todos los campos, basta pensar en el diagnóstico médico y curación de enfermedades, predicción climática, prevención de accidentes en la conducción… pero seguiremos necesitados de amor, de interioridad, de esas cosas tan bonitas que me dijo el chat, y que anoté al comienzo de este escrito, que él no entiende ni siente la grandeza de esas emociones, pero nosotros sí.

[1] Ver en https://cordopolis.eldiario.es/blogopolis/el-blog-del-lector/fisica-inmortalidad_132_10348290.html

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Comentarios

  1. Nicolas Puerto Barrios
    19 de enero de 2024 09:15

    Muy buen articulo. Me parece bien que hayas referenciado mi trabajo, aunque no me has citado.

  2. Nicolas Puerto Barrios
    19 de enero de 2024 09:51

    Perdona Llucio, ya he visto tu cita y mi nombre. Se me habia escondido tras la primera lectura rápida de tu artículo. Gracias y Salud.