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Sociedad infantilizada

Javier Urra
Dr. en Psicología y Dr. en Ciencias de la Salud
4 de septiembre de 2023
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Pareciera que la felicidad es la ideología de nuestro tiempo, claro que la felicidad es un valor tal y como lo plantean la industria y una seudociencia un valor individualista, sobre la que no se puede fundar una ética. Ahora, los padres como meta se marcan que sus hijos sean felices y utilizan un modelo de seducción, con escasas reglas, lo que puede estar desorganizando la vida psíquica de algunos niños. Hemos llegado aquí, de la mano de una generación de padres que le han dado todo hecho a sus hijos.

Nadie negará que tenemos muchos padres y madres sobreprotectores, o que considerar a un joven de 24 años como adolescente, incide en la infantilización social.   Y así después, se pasa de estar hiperprotegido por los padres, a estarlo mimado y sobreprotegido por una sociedad infantilizada, que rehúye la muerte, tapándose los ojos, tampoco acepta envejecer, ni madurar. La parentalidad infantilizada se refleja de manera perversa cuando vemos a sus hijos expuestos de manera continua y mercantilista en las redes. La tiranía de la felicidad en la vida real, crece exponencialmente en la digital, pues no se busca compartir, sino exhibir, no se trata tanto de ver, como de ser visto.

Recuerde, la familia no es una democracia, es un espacio liderado por los adultos, encargados de transmitir los valores trascendentes de la vida. Sí, los progenitores tienen una responsabilidad inexcusable con los hijos, eso significa la patria potestad: Supervisar las conductas, impedir las de riesgo, prevenir amenazas a la privacidad. Es decir, educar desde el amor, la transmisión de seguridad. Resulta esencial educar a los niños para ser adultos, ¡no a la inversa! Es exigible que los adultos enseñen a los niños, a no ser desbordados por sus sentimientos, así se previene y se ahorra en psicoterapias, desintoxicaciones, centros de reforma o prisiones.

Nos hemos acomodado a la cultura de falta de empleo, de manera genérica se culpabiliza a los jóvenes, pero la verdad es que la sociedad no da respuesta a sus expectativas, pues el acceso al empleo resulta dificultoso, añádase la baja retribución económica y la temporalidad de los contratos. El hecho en España es, que uno de cada cinco jóvenes de entre 18 y 24 años, no están ni estudiando, ni trabajando. Los jóvenes necesitan contar con herramientas y hábitos que apoyen la perseverancia, la constancia y el esfuerzo. Resulta indiscutible que el motor del presente y del futuro es la meritocracia, no se puede progresar promoviendo la mediocridad.

Hoy a muchos jóvenes se les quiebra el futuro, pues no hay recompensa garantizada para los que estudian y se aplican con constancia. Es con los niños, y a través de la educación que se debe trabajar la honestidad, responsabilidad, justicia, discriminación de lo que está bien y lo que está mal, es así como se alcanza el sentido del deber que facilita la resolución de tareas y la toma de decisiones.

Hay que mostrarles desde la más corta edad la distinta forma de vida, que conozcan la terrible desigualdad, que vean otras formas de existencia, haciéndoles pensar, sentir, vivenciar, que son ciudadanos, mucho más que clientes y consumidores, que deben ser parte activa de su sociedad, de su entorno y del mundo. Eduquemos en el desarrollo integral como persona, con calidad de ciudadanos. Eduquemos para que las personas sean autónomas, pero asumiendo y respetando las normas. Es urgente, primordial, ineludible, que en los hogares, y en todo caso en la escuela, se trabaje con la gestión de las emociones y los pensamientos.

Para una vida buena (no confundir con una “buena vida”), hemos de educar y fomentar la auto-educación en la formación del carácter Sí, madurar es también afrontar los problemas, sin quebrar, fortaleciendo el carácter, se forja el sí mismo desde el sufrimiento, el dolor, que como las pérdidas, la muerte, es parte de la vida.

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