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A toro desbocado en la sociedad, bullying en la escuela

Mónica Stilman
Licenciada en Educación y escritora de literatura infantil
10 de octubre de 2023
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“Palabras como banderas arrastradas por el fango.

Palabras que eran harapos de lo que su significado prometía.

Todos blasfemando con las más hermosas palabras llenándole la boca…()”.   

HORDA – Ricardo Menéndez Salmón

“Los hombres han nacido los unos para los otros, edúcales o padéceles”. (Marco Aurelio)

Sin duda vivimos tiempos difíciles después de una pandemia, guerra en Europa sin visos de acabar, cambio climático y nuevos conflictos bélicos, sociales y económicos que nos dejan el chip en modo incertidumbre. Una antigua maldición china dice: «Ojalá te toque vivir tiempos interesantes», una forma irónica de maldecir a quien no se le desea ni un minuto de tranquilidad, por lo que entiendo que el tiempo que nos toca vivir resulta desmedidamente interesante.

¿Nos toca?

La expresión  parece indicar que nada tenemos que ver sin duda con fenómenos y  conflictos lejanos aunque no ajenos a nuestras vidas, pero el nos toca se suele utilizar especialmente como la imposibilidad de modificar circunstancias adversas dentro de nuestra sociedad, súbditos de nuestra realidad o a merced del azar. Nos toca, expresión que también podría aplicarse al que ha sido agraciado con la lotería o atropellado por un coche. Pero resulta ser que escuchamos a menudo la expresión “los políticos que nos tocan”, culpándolos de más atropellos que beneficios.

Parece ser que lo que nos toca en tanto ciudadanía es disfrutar/exigir nuestros derechos y cumplir con obligaciones tales como pagar impuestos, acatar las leyes o en caso contrario atenernos a las consecuencias para llegar al momento clave de votar, renovando nuestra condición de  ciudadanos, con jornada de reflexión incluida, un último intento casi solemne de evaluar nuestra decisión aunque ya esté todo el pescado vendido.

Las experiencias llevadas a cabo con grupos de alumnos, una simulación de elecciones en las que elegir previamente candidatos, partidos políticos, programa electoral, etc., son de un valor incalculable, especialmente para el profesorado a cargo. También con los de Primaria a la hora de deliberar democráticamente sobre su convivencia en el aula, pero sobre todo resulta un ejercicio apasionante con los mayores de instituto, quienes deben elaborar  en cada equipo a modo de partido político la fundamentación de sus posiciones. Todo juego tiene sus reglas, especialmente en este vivero de convivencia cívica en democracia: está prohibido descalificar al adversario, solo argumentar las propuestas propias en bien del grupo o por qué  no se está de acuerdo con las del oponente. Un detalle importante: los alumnos que ejercen de  votantes también deben argumentar los motivos de su voto. La salud del futuro en convivencia merece toda la reflexión por parte de esta mini sociedad. Al finalizar se produce el momento de la deliberación, un diálogo no falto de discusiones en donde las partes terminarán cediendo en algún aspecto y donde surgen nuevas propuestas que combinan ideas de la oposición, lo que se llama una buena negociación. Solo rescato el comentario que se repite en todos y cada uno de los grupos al finalizar la experiencia: “todo esto está muy bien aquí, pero los políticos van a lo suyo, no tiene nada que ver con la realidad fuera del colegio, es lo que hay”.

Es lo que toca

Tomando en cuenta que las campañas electorales actualmente están más cerca de una liga de fútbol que un compromiso responsable y respetuoso con lo que está en juego, los debates se centran en un intercambio de descalificaciones que comparten sus seguidores como forofos cabreados para humillar  a los adversarios y a sus representantes. Sin duda los alumnos están en lo cierto y la realidad es otra detrás de las paredes del insti.  Actualmente son las emociones bien alimentadas por el populismo de las redes las que cuentan, insultos y bulos incluidos, lo que no es una novedad para nadie. La ciudadanía ha quedado a merced de los algoritmos que nos hacen oír lo que queremos escuchar y apelan más que nunca a nuestras emociones a la hora de votar (irónicamente el argumento por el cual se prohibía votar a las mujeres bien entrado el siglo pasado). Los debates son un compendio de descalificaciones contra el oponente señalando con soberbia o falta de respeto su incompetencia y sobre todo sus malas artes, atribuyendo por extensión los mismos insultos a sus seguidores. Allí están los jóvenes, testigos de un combate malsonante en lugar de un debate esclarecedor que se extienda al núcleo familiar aprovechando la oportunidad de debatir en casa, generando la tradición de escucharse entre sí, adquiriendo la sana costumbre de ser buenos críticos con argumentación. ¿Sanidad, Educación, Justicia, corrupción, no debieran ser el centro en la deliberación de los debates? De pronto se abre una grieta que crece en una población polarizada acusando de traición ya no solo al político sino al vecino a través del estás conmigo o estás contra mí, donde se exalta el poder personal de los unos sobre los otros, no con los otros. Se ha perdido el norte con consignas contra el enemigo extendiendo odio literalmente en medios de comunicación en los que la objetividad periodística en muchos casos queda desplazada.

Parece ser que hemos sido bendecidos con una nueva fórmula de populismo libertario en el que  todo es válido, un salvoconducto  para hacer lo que nos dé la gana sin problemas, incluso para frivolizar  los valores y sustituirlos por los del mercado y si nada tiene valor, todo vale,  incluso la violencia en todas sus formas, abusos y banalización del mal.

Ante este panorama de violencia acomodaticia en bien del poder personal, no puede resultarnos extraño el fenómeno del bullying en los colegios cuando el acoso en el seno de una sociedad es obviamente  modelo para la joven ciudadanía que crece en ella. El término tiene su origen en la palabra inglesa “bull” toro, la actitud de actuar como un toro en el sentido de pasar por sobre otro u otros sin contemplaciones, algo que nos suena más fuera que dentro de las escuelas, pero que explica, justifica y avala muchos comportamientos como el acoso dentro de ellas.

De acuerdo a Dan Olwes, psicólogo noruego que  acuñó el término, sus tres características básicas: es intencional, es repetitivo y existe un desbalance del poder.

¿A que os suena  conocida la técnica? Al igual que en la sociedad  la intención de ciertos personajes públicos es denigrar, machacando al otro reiteradamente y desestabilizando el poder democrático. También el espectador  pasivo dentro y fuera de la escuela, el que pretende pasar desapercibido porque la cosa no va con él o ella, les convierte en cómplices.

El acoso no se ha generado por arte de magia en las aulas, no son solo los maestros y maestras en general quienes deben coger este toro por las astas, sino la familia y los diferentes grupos sociales que constituyen la gran red de la Educación, porque el toro viene desbocado desde fuera. El problema es qué hacer cuando la prepotencia resulta avalada por personajes públicos, cuando es el padre o la madre la que no respeta la autoridad del maestro, cómo separar del panorama en general el acoso o la violencia en el trabajo (mobbing) o la violencia de género, que devuelve al seno de los institutos actitudes machistas. Se hace imprescindible reflexionar para lograr un arduo proceso para modificar actitudes desde el seno de muchas familias, cuando es la misma red de redes la que está viciada por muchos flancos.

En todas las esferas sociales siempre hay una relación de poder en virtud de la fuerza, la habilidad, la personalidad, el género o la jerarquía, sumado el populismo libertario que vende la panacea de tranquilidad en una placentera ignorancia, no pensar es el remedio más cómodo contra la incertidumbre, dejando que otro se ocupe de todo. Esa ilusión tiene un alto precio en que la cruda realidad le pone rápida fecha de caducidad a través del autoritarismo.  Esto sí es lo que toca cuando se ningunea una ética de vida que debe regir la convivencia en comunidad, donde se ha degradado el concepto de autoridad y el de la disciplina bien entendida  en cualquier ámbito, incluyendo un claro menosprecio a  las instituciones, lo que socava la democracia. Hay sin duda serias propuestas y teorías para combatir el bullying en las escuelas, incluyendo una mayor atención a la inteligencia emocional, pero este no es un fenómeno exclusivo de las escuelas, no es responsabilidad solo del profesorado sino de toda la ciudadanía. El problema del acoso escolar va mucho más allá  de situaciones conflictivas puntuales a resolver, se está consolidando la insensatez del todo vale como modelo de felicidad, banalizando la solidaridad(como ocurre en una publicidad de snacks, jactarse de ser insolidario al no acudir al pedido de ayuda de otros para quedarse chupándose tan ricamente los dedos). Y por otra parte nos encontramos en un  serio peligro de retroceso en derechos cívicos y humanos conquistados con tanto esfuerzo, precisamente por la pérdida de valores esenciales.

Es posible que ante este panorama aparezca el sentimiento de tirar la toalla, como suele decirse, pero creo que hoy más que nunca  debemos liarnos la toalla a la cabeza para reflexionar seriamente entre educadores creando nuevos marcos de diálogo  desbancando tópicos y certezas, recordando una vez más que elegir un modelo educativo es elegir un modelo de ciudadanía. Hablo de Educación, no de instrucción.

Seamos claros, el mundo entero está en una difícil situación donde el desasosiego está llevando a la barbarie y la incertidumbre a una temible insensatez. Los argumentos están expuestos y exigen el momento fundacional de ponerse manos a la obra, de actuar sin más demora. Sin duda es el sistema educativo  el punto de partida para una acción consensuada elaborando foros y grupos de reflexión previos entre profes, con la familia y con los alumnos a la hora de llevar a cabo experiencias como la comentada. Pero sobre todo fomentar la tertulia en el alumnado, no importan las edades,  compartir opiniones y  críticas debe ser una práctica normal. Ha llegado la hora de ir más allá de las buenas intenciones en una acción educativa cívica conjunta y organizada proyectando espacios en los que gestionar el temor y la incertidumbre  sin tópicos ni prejuicios, sin tendencias ni partidismos, solo partidarios de recuperar el valor del respeto. La actitud de su creación ya lleva implícito el primer mensaje a nuestra joven ciudadanía: la de la preocupación y responsabilidad de la comunidad por la comunidad, porque de ello depende su futuro. Es importante transmitir que lo que realmente tranquiliza es la verdad de la honestidad, la actitud de la nobleza (expresión en desuso) de la palabra compartida que construye, la historia sigue demostrando que nada bueno sale de la destrucción, ya sea física o de palabra.

Si se escucha como una apelación a la utopía ¡por qué no!, sin ella resulta imposible avanzar, es inédita pero no necesariamente imposible, porque siempre es posible lo que es necesario. No tiremos la toalla, usémosla de trampolín  impulsando el movimiento, como dice una conocida frase: “Ha sido establecido científicamente que el abejorro no puede volar. Su cabeza es demasiado grande y sus alas demasiado pequeñas para sostener su cuerpo. Pero nadie se lo ha dicho al abejorro. Así es que vuela”.

Es lo que toca

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Comentarios

  1. Sara Turel
    10 de octubre de 2023 18:01

    Esclarecedor, coherente y articulado. Un articulo excelente

  2. Lola Labrador
    11 de octubre de 2023 13:50

    Me parece una reflexión muy acertada. Efectivamente todos somos responsables de nuestro presente y futuro

  3. Manuel
    12 de octubre de 2023 11:09

    Muy oportuno el artículo . En época de populismos resulta esclarecedor.

  4. Cristina
    12 de octubre de 2023 18:33

    Realmente muy interesante el planteamiento que presenta Mónica. No me dedico a la enseñanza, por lo cual tal me equivoque, pero me da la sensación de que la escuela suele vivir alejada de la política, cuando ciudadanos somos todos, los más mayores y los más jóvenes. Política no es sinónimo de partidismo, y si la gente se interesara más por la política tal vez se generaría más diálogo y menos violencia.
    Esa relación con el bullying es interesante, puesto que es un problema que nos debería concernir a todos.
    Más diálogo, más capacidad crítica y más empatía por un mundo mejor de todos y para todos.

  5. Guillermina García de Castro
    14 de octubre de 2023 08:59

    Un artículo que debería tener un foro para debatir,gran propuesta para darle una vuelta de tuerca a estas situaciones.
    Enhorabuena