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Dossier Espacio para el análisis y la reflexión

Ana Iris Simón: “Un mundo en el que haya emprendedores que no conozcan a Platón va a ser siempre un mundo de mierda”

Al hilo de la promoción del cuento que han hecho a cuatro manos, Ana iris Simón y Coco Dávez reflexionan sobre la sociedad de consumo y su cara B, sobre cómo es criar y cuidar en estos tiempos o sobre profesores que dejan huella.
Saray MarquésMartes, 3 de octubre de 2023
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© JORGE ZORRILLA

La polémica la persigue, pero ya se ha acostumbrado a convivir con ella. Es el «fenómeno Ana Iris», como lo define la ilustradora Coco Dávez, por la capacidad de la autora de generar controversia allá donde va. Ambas se alían en ¿Y si fuera feria cada día? (Lumen), un cuento con el que Ana Iris vuelve a la feria que tan bien conoció de niña y que le llevó al éxito editorial con su debut literario.

¿Estamos ante una crítica del sistema para niños?
(A.I.S.) Sí, de un mundo que te aboca al consumo constante. Se ve en cómo educamos a los niños y cómo suplimos las carencias de tiempo que pasamos con ellos con regalos. Tiene mucho de reflexión sobre qué pasa si todos los días hay todas las cosas.

(C.D.) Yo no soy madre, aun, pero Carl Sagan dijo “Tenemos hijos para recuperar el asombro”. Los niños tienen ese asombro permanente por estar en un mundo que acaban de conocer. Romper ese asombro natural con algo nuevo todos los días es un desperdicio absoluto, porque ya lo tienen integrado.

(A.I.S.) Catherine L’Ecuyer tiene un libro, Educar en el asombro, que habla de cómo lo material va en detrimento de asombrarse con lo cotidiano.

Coco Dávez: "

Romper ese asombro natural de los niños con algo nuevo todos los días es un desperdicio absoluto, porque ya lo tienen integrado

"

Cuando nos ofrecen la feria perpetua suele tener trampa.
(A.I.S.) La feria perpetua no es una distopía, es una realidad. Amazon lo es. «Esto lo tengo que tener, y lo tengo que tener inmediatamente”, y algo positivo, un servicio que te provee de todo con inmediatez, también implica un peaje: el no saber esperar, la incapacidad para asombrarnos. El peaje que estamos pagando por la globalización y la sociedad del consumo es muy alto.

(C.D.) Es ese «fin de la excepcionalidad» de Feria. Yo me compro unos vaqueros que solo se hacen en América y en una semana los tengo aquí. O viajar y sentir que ya no hay una estética, que las casas de todo el mundo son casi iguales, que empezamos a ser un poco iguales todos.

Ana Iris, no sé si te gustaría que tus hijos tuvieran una infancia parecida a la tuya.
(A.I.S.) Creo que cualquiera, a poco que haya sido feliz en su infancia, quiere que sus hijos vivan algo parecido, lo cual es imposible, no puede replicarse. Lo hablo mucho con mi padre, porque el pueblo de Toledo donde crecí, Ontígola, tenía entonces 800 habitantes y ahora tiene 5.000, porque es un lugar donde mucha gente que no puede permitirse vivir en Madrid se ha ido a vivir y va y viene cada día a trabajar. No existe ese pueblo, ni esa manera de vivir, ni ese concepto de vecino, ni existe nada. A mí lo que me da nostalgia es, por ejemplo, que mis hijos crezcan sin pantallas, cosas que tienen que ver con cuestiones que creo que les perjudican, pero también creo que tiene mucho de bueno ser niño en el momento en que lo están siendo.

Crees que las maternidades, sobre todo las maternidades precarias en grandes ciudades, son una lucha contra gigantes?
(A.I.S.) Yo he tenido el tremendo privilegio de ser madre y poder renunciar casi a trabajar durante un año. El primer año de mi hijo me lo paso estando con él. Digo: “Voy a trabajar menos, voy a ganar menos, pero me sigue dando para vivir”.

Pero lo que me viene recurrentemente a la cabeza son las madres que no pueden elegir, la mayoría, que con cuatro meses se ven en la necesidad de depositar a sus bebés en un lugar en el que seguro que les van a cuidar estupendamente pero que no está hecho para cuidar a bebés de cuatro meses, y en un sistema que no concibe que los que más necesidades tienen han de ser aquellos a los que más cuidemos. Eso no se hace. Hasta el punto de darme ganas de llorar.

Y de entender que mucha gente no quiera tener hijos.
(A.I.S.) Claro, si sabes que tu vida va a ser ver a tu hijo de cinco a ocho, que se va a dormir… ¿quién va a querer criar? También pienso mucho en la desaparición de la familia extensa. Hay un libro maravilloso de Carolina del Olmo, ¿Dónde está mi tribu?, que habla precisamente de la desaparición de esa familia de la que la tía, la vecina, la amiga, también forman parte y en la que hay una cercanía emocional y física, geográfica.

He estado unos días en mi pueblo, documentándome para el libro nuevo, y era facilísimo; estaba mi tía cuidándolos, y si no mi prima, y si no se llevaban al bebé con las vecinas y es así como es deseable cuidar y criar, pero es prácticamente imposible por el ritmo de vida que llevamos y porque muchos trabajan y tienen que vivir en sitios donde no es posible hacer esto.

Hace dos años que fui madre, y lo que he visto es la tremenda dificultad que entraña ser madre y ser padre, criar, o cuidar de padres, en una sociedad como la que estamos construyendo. Y todos en algún momento vamos a tener que cuidar de alguien. Ese haber naturalizado pagar por los cuidados…a mí me parece para pararse a pensar. Estamos todo el rato hablando del invierno demográfico, de la incapacidad que vamos a tener para pagar las pensiones, ¿y no hay una ayuda real que se le pueda dar a las madres y padres que quieran cuidar de sus hijos?

Sobre todo por los niños.
(A.I.S.) Hay una psiquiatra que fue muy controvertida en su momento. Se llama Eulàlia Torras y en La mejor guardería, tu casa habla de que las guarderías son algo que necesitan los padres y no los niños, y que la escolarización temprana genera consecuencias. Hay grandísimas profesionales y las escuelas infantiles son vitales para muchas familias, pero un niño de 4 meses no tiene que estar en una escuela infantil. Y, si me apuras, un niño de 8 meses, tampoco.

Entonces interpretaron que quería que las mujeres volviésemos a estar en casa… Nadie está hablando de mujeres. Sí, los primeros meses mis hijos maman y necesitan que yo esté ahí porque de momento mi pareja no da leche. Pero cuando ya tienen un año, puede ser perfectamente el padre. De hecho, fue mi padre quien renunció a trabajar durante un tiempo para cuidar de mi hermano.

La conciliación no es abrir 500.000 horas los colegios y luego preocuparnos porque los niños tienen TDH, y TDA, y problemas emocionales y crece el suicidio infantil, ¿por qué no cuidamos la salud mental de nuestros niños? Eso pasa, por supuesto, por que compartan tiempo con sus familias. Si eso es reaccionario, pues… Pfff.

(C.D.) En La teoría sueca del amor me llama mucho la atención cómo Suecia encarna el individualismo máximo, el «¿Cómo está tu madre?» «Ah, no lo sé», como “Que se cuide ella, que yo ya tengo bastante con lo mío”, pero, sin embargo, es el ejemplo de Estado de Bienestar. Se supone que allí es donde mejor se vive, pero el individualismo llega hasta el punto de que hay mujeres que por una especie de Amazon pueden directamente comprar semen e inseminarse ellas mismas en casa. Y sale  un mapamundi, «¿Dónde estaría el opuesto?» Son muchos países de África. «¿Dónde estaría España?» Y ya está en el centro, pero tirando hacia Suecia. Vamos hacia ahí.

(A.I.S.) Pero yo me pregunto por qué, porque todos somos conscientes de que todos vamos a tener que cuidar en algún momento de nuestras vidas tengamos o no hijos. Esto que yo cuando lo oigo me parece supercursi, poner en el centro los cuidados, es verdad.

Ana Iris Simón: "

La conciliación no es abrir 500.000 horas los colegios y luego preocuparnos porque los niños tienen TDH, y TDA, y problemas emocionales

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Hay gente que no quiere tener hijos y establecimientos libres de niños.
(C.D.) Jajaja… Yo tengo una respuesta. Todavía no soy madre, y quizá me cambie esto, por supuesto, pero sí que agradezco algunas piscinas en las que estoy a mi bola, y nadie me salpica…

(A.I.S.) Al final, como decía Rodrigo Rato, “Es el mercado, amigo”, cada establecimiento es libre de permitir niños o no. También soy libre yo de, si no permiten niños, igual no voy sin niños tampoco. También, en general, vivimos en una sociedad individualista, egótica total, y que no tiene en cuenta el otro, y es verdad que hay padres muy poco conscientes de que sus niños molestan muchas veces. “Es que es un niño” “Ya”. Entre ser comprensivos con que es un niño y educar a tu puñetero hijo, ahí es donde tenemos que encontrarnos todos.

(C. D.) Yo creo que cambiaría mi respuesta. No estoy en contra de que no se puedan permitir niños, estoy a favor de que no se puedan permitir ciertos padres.

(A.I.S.) Exactamente. Ahora que vivo en Aranjuez, donde he crecido, hablo con los profes que fueron mis profes del colegio y del instituto, y les pregunto mucho “¿Qué tal ahora? ¿qué tal son los chavales?”, porque siempre podemos caer en el tremendismo de “Ay, las nuevas generaciones…”, y me dicen: “Los chavales son los mismos de siempre. Los que han cambiado son los padres. Y lo que más nos cuesta es lidiar con padres que ya han sido educados con el mantra de que eran niños muy especiales y ahora se piensan que son padres muy especiales».

No sé qué papel creéis que juega la educación en nosotras.

(C. D.) Yo me considero autodidacta. Fui lo que mal llaman «fracaso escolar», porque me parece que es terrorífico como nombre y terrorífico que te lo estén diciendo constantemente. Yo repetí tres veces y, cuando a la gente le cuento esto, lo que surge es “¿Cómo pudiste repetir tres veces si te va bien?”. Claro, es que se nos ha vendido que los que repetimos vamos a ser la nada, que no hay ningún futuro.

Yo me pasé mi adolescencia castigada porque llegaba con siete suspensos pero, de repente, cinco notables. Por un lado, tuve grandes profesores, lo que pasa es que me aburro con facilidad, y, sobre todo, me enfado con facilidad si según entro a clase me dicen: “Como eres repetidora vete a la última fila porque, total, no te interesa esto”. Por otro lado, tengo unos padres que durante toda mi infancia han visto cómo me apasionaba el dibujo y me han apuntado a clases de Pintura, pero cuando decía que quería dedicarme a la pintura siento que vivir de las Bellas Artes es Imposible y además el mensaje que recibía era «Bueno, sí, te gusta mucho pintar, pero ¿cuándo vas a estudiar algo en serio?” Doy gracias de que todo el mundo tuviera ese comentario en la boca, porque me hizo tener la rebeldía de decir “Tiene que haber otros caminos. No puede ser que este sea el único”.

Yo repito 1º de Bachillerato, repito 2º y siento que no puedo más. Hoy, con la distancia, pienso: «Las asignaturas que me quedaron las he aprobado en la vida. Matemáticas: soy empresaria. Geografía: he viajado un montón. Inglés: me fui a Inglaterra a vivir…».

¿Cómo era la Ana Iris alumna?
–Era una niña que suspendía Matemáticas siempre, y Física, y en la universidad todas las cosas más técnicas, y no solo suspendía, sino que pasaba de ellas. Pero tuve mucha suerte de tener grandes profes de Lengua, que era lo que a mí me gustaba, y que me marcaron muchísimo. Y de Filosofía también, tuve un profe, Alejandro, que era muy atípico, nos trataba como adultos, a adolescentes que estamos acostumbrados a tratar como niños, y de forma muchas veces cruda. Y tenía muy integrado que cada chaval tenía que buscar un poco su camino. Como vio que yo estaba muy interesada por el socialismo y el comunismo me mandó leer Utopía, de Tomás Moro; Walden Dos, de Skinner, y cosas que me sirvieron para reflexionar sobre lo que yo estaba creyendo, desde otro punto de vista. Y lo estoy buscando todavía, porque se le perdió la pista, tiene una historia personal bastante dura, y a ver si lo encuentro, porque la primera historia que a mí se me ocurrió escribir, que quiero escribir y sé que la escribiré en algún momento, es la historia de Alejandro, mi relación con él, y la de muchos compañeros, que era superbonita. Él nos daba en 4º de ESO, que veo brutal que ya no haya Ética en ese curso y el acorralamiento que se hace de las Humanidades.

También tuve a Amparo, mi profe de Lengua de 1º de ESO, con la que quedo para pasear a mis hijos. Nos hacía escribir todas las semanas un relato, y aprendí muchísimo gracias a eso. También gracias a Pilar Regidor, otra profe de Lengua durísima conmigo pero que me llevó a ser mucho mejor. Y fui a clases de Escritura en Getafe con Lorenzo Silva durante dos años y fue precioso también.

¿La escuela a la que puedan ir tus hijos será peor que a la que fuiste tú?
(A.I.S.) A los profesores los tienen locos: el cambio de leyes educativas siempre que le da la gana al Gobierno de turno, o, por ejemplo, yo estudié la rama humanística, y he visto a Ángeles, mi profe de Griego y Latín, ver cómo desaparecían prácticamente del instituto, y no era una cuestión de demanda, era que al instituto no le interesaba.

Lo que estoy viendo, y que creo que va a ser una educación peor para mis hijos, es que se concibe la educación como algo puramente utilitario, que te sirva para ser funcional a un mundo terrible, el mundo de la estafa piramidal del capitalismo. Crece cada vez más en el currículo Economía, todo lo relacionado con la empresa, Emprendimiento, y se deja de lado todo lo que va más a la raíz y tiene que ver con lo humano, como, por ejemplo, la Filosofía. Si queremos un mundo en el que haya emprendedores que no conozcan a Platón va a ser siempre un mundo de mierda. Sin embargo, si queremos un mundo en que la gente conozca a Platón y no sea emprendedora seguramente sea un mundo mejor. Eso es lo que veo. Y en la universidad se ve mucho, la universidad como preámbulo a la empresa.

¿Qué dirías en tu discurso si te hicieran alumna ilustre de la URJC?
(A.I.S.) Me querían hacer alumna ilustre y yo les dije “No he acabado la carrera”. Entonces ya… no podían. Pero este viernes voy a ser la madrina de los chavales que se han graduado de mi doble grado… y voy allí, yo, que no tengo los TFG entregados. Para mí la universidad fue un sitio precioso por lo extracurricular. Tuve profesores maravillosos, pero creo que hay carreras que son un oficio, y el periodismo es una. Y muchas veces la universidad se ha convertido en un lugar para facturar.

Almas gemelas

Coco. Le gusta reivindicar la palabra artista, «que en España da mucho pudor». Antes de ser pintora, fotógrafa, directora de arte o conductora del podcast ‘Participantes para un delirio’, se pasó su Bachillerato sentada en la última fila –»Como eres repetidora, no te interesa esto»–, dibujando y pensando que debía de haber otros caminos. Dedicando muchas horas a lo que más le gustaba logró «generar un oficio» y empezar en el diario El Mundo  como dibujante. 

Ana Iris. En el podcast de Coco, Ana Iris se metió con quienes en su bio se definen como «Mamá de…». «Y no te digo si es mamá de un  perro». «Pero pienso en mí misma y en lo que soy ahora, con dos bebés, y lo primero que soy, y me gusta ser, es madre».

Eva. «Quiero que lo ilustre Coco”. Fue la petición de Ana Iris a Lumen. Antes, una amiga común, Eva Serrano, la editora de Feria (Círculo de Tiza), ya les había hablado a la una de la otra: «Tenéis que conoceros, sois como dos duendes, dos seres intermedios”. A ella le dedican el cuento.

Eva no se equivocaba, según Coco: «Tenemos muchas cosas en común, pero una que marca es que hemos sido hijas únicas hasta los 8 y 10 años. Y ese tener que estar jugando contigo misma es un incentivo muy grande para la imaginación. Ahora es como: “Toma el iPad”. ¿Dónde queda el ingenio?».

¿Y si fuera feria cada día?

  • Cuidado con lo que deseas, porque puede convertirse en realidad. Es la idea que late detrás de ¿Y si fuera feria cada día?, que critica la feria perpetua con la que nos engatusa la sociedad de consumo en un mundo globalizado.
  • Es un cuento en el que las brujas son CEOs, los alcaldes tienen reminiscencias de Abel Caballero y los niños acaban deseando tener que volver a inventarse juegos.
  • Ferias y parques temáticos como trasunto de nuestra realidad cotidiana están presentes también en La escuela no es un parque de atracciones (Ariel), de Gregorio Luri, y Los parques de atracciones también cierran (Arpa), de Ángeles Caballero, sobre su papel como cuidadora de sus padres.

¿Y si fuera feria cada día?
Ana Iris Simón y Coco Dávez
Editorial: Lumen
17,00€ / 56 págs.

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